27 junio 2019

El corazón del voluntario (y del cristiano) a imagen del Corazón de Cristo (3ª parte)

Terminamos nuestro particular "triduo" camino a los actos centrales de la renovación de la Consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid)

La renovación de la Consagración se hará en el marco incomparable de una celebración eucarística. Por ello, hoy nos vamos a acercar al corazón eucaristíco del voluntario (y del cristiano), con un texto precioso del Papa Francisco de la catequesis impartida en la audiencia general del 4 de abril del 2018:

"...sabemos que mientras la misa finaliza, se abre el compromiso del testimonio cristiano. Los cristianos no van a misa para hacer una tarea semanal y después se olvidan, no. Los cristianos van a misa para participar en la Pasión y Resurrección del Señor y después vivir más como cristianos: se abre el compromiso del testimonio cristiano. Salimos de la iglesia para «ir en paz» y llevar la bendición de Dios a las actividades cotidianas, a nuestras casas, a los ambientes de trabajo, entre las ocupaciones de la ciudad terrenal, «glorificando al Señor con nuestra vida» (...) Cada vez que salgo de la misa, debo salir mejor de como entré, con más vida, con más fuerza, con más ganas de dar testimonio cristiano. A través de la eucaristía el Señor Jesús entra en nosotros, en nuestro corazón y en nuestra carne, para que podamos «expresar en la vida el sacramento recibido en la fe» (Misal Romano. Colecta del lunes en la Octava Pascua)

De la celebración a la vida, por lo tanto, consciente de que la misa encuentra el término en las elecciones concretas de quien se hace involucrar en primera persona en los misterios de Cristo. No debemos olvidar que celebramos la eucaristía para aprender a convertirnos en hombres y mujeres eucarísticos. ¿Qué significa esto? Significa dejar actuar a Cristo en nuestras obras: que sus pensamientos sean nuestros pensamientos, sus sentimientos los nuestros, sus elecciones nuestras elecciones. Y esto es santidad: hacer como hizo Cristo es santidad cristiana. Lo expresa con precisión san Pablo, hablando de la propia asimilación con Jesús, y dice así: «Con Cristo estoy crucificado: y no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí» (Gálatas 2, 19-20). Este es el testimonio cristiano. La experiencia de Pablo nos ilumina también a nosotros: en la medida en la que mortificamos nuestro egoísmo, es decir, hacemos morir lo que se opone al Evangelio y al amor de Jesús, se crea dentro de nosotros un mayor espacio para la potencia de su Espíritu. Los cristianos son hombres y mujeres que se dejan agrandar el alma con la fuerza del Espíritu Santo, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Dejaos agrandar el alma! No estas almas tan estrechas y cerradas, pequeñas, egoístas, ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes... dejaos alargar el alma con la fuerza del Espíritu, después de haber recibido el Cuerpo y la Sangre de Cristo."

La verdad es que no se puede decir nada más ni mejor... 

Parafraseando al Papa Francisco, el voluntario es hombre y mujer eucarístico, que en su servicio deja actuar a Cristo a través de sus manos, de sus gestos, en lo más pequeño y sencillo y en lo más grande; 

que su mirada y sus oídos están impregnados de Cristo y por ello sus pensamientos son los de Cristo;

que su corazón late al unísono del Corazón de Cristo y por ello sus sentimientos son los de Cristo;

que su anhelo es cumplir la voluntad del Padre y por ello sus elecciones son las de Cristo;

y, con todo ello, vive la plenitud de su vocación cristiana: la santidad. 

El voluntario está llamado a ser santo. Con un alma generosa, con un alma magnánima, lleno de la fuerza del Espíritu Santo que le agranda el alma. "¡Dejaos agrandar el alma! No estas almas tan estrechas y cerradas, pequeñas, egoístas, ¡no! Almas anchas, almas grandes, con grandes horizontes... dejaos alargar el alma con la fuerza del Espíritu..."

Los actos centrales comienzan mañana. Vivamos y sirvamos con magnanimidad de alma y mirándole a Él, sólo a Él...




26 junio 2019

El corazón del voluntario (y del cristiano) a imagen del Corazón de Cristo (2ª parte)

Continuamos con nuestro particular "triduo" camino a los actos centrales de la renovación de la Consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid)

"Llegó el día de los Ázimos, en el que se había de sacrificar el cordero de Pascua; y envió a Pedro y a Juan, diciendo: "Id y prepararnos la Pascua para que la comamos". Ellos le dijeron: "¿Dónde quieres que la preparemos?". Les dijo: "Cuando entréis en la ciudad, os saldrá al paso un hombre llevando un cántaro de agua; seguidle hasta la casa en que entre, y diréis al dueño de la casa: "El Maestro te dice: ¿dónde está la sala donde pueda comer la Pascua con mis discípulos?". Él os enseñará en el piso superior una sala grande, ya dispuesta; haced allí los preparativos". Fueron y lo encontraron tal como les había dicho, y prepararon la Pascua." (Lucas 22, 7-13)

El Señor ha soñado con cada uno de los voluntarios para este momento concreto. Ya hace 100 años estaba pensando: ¿a quién elegiré para la renovación de esta Consagración? Y ahí estábamos cada uno de nosotros, elegidos y enviados con nuestro nombre concreto, como Pedro y Juan fueron enviados.

Y su envío es claro: "Id a prepararnos la Pascua". La Pascua, el paso del Señor. El Señor quiere pasar y hacerse de nuevo el encontradizo con su pueblo en el marco de una Pascua cristiana, es decir, la eucaristía.

Y nos dice el lugar concreto para este encuentro: en el piso superior. El Cerro de los Ángeles es ese piso superior, es el lugar elevado del encuentro con el Corazón de Cristo. Es un lugar ya dispuesto "tal y como les había dicho", únicamente hay que hacer los preparativos: engalanar el lugar para la gran fiesta del encuentro del Corazón de Jesús con sus amados hijos.

Y, al mismo tiempo, nosotros estamos a la puerta de este Corazón, enseñando la "sala grande", el lugar del encuentro. Invitando a entrar en él, siendo las manos del Corazón de Jesús que levantan y acarician, su mirada que acoge, su sonrisa que suaviza, sus oídos prestos a la escucha, su corazón presto a la Misericordia y a la compasión...

Pero sólo somos "lugar de paso". Los peregrinos tienen que entrar más adentro, encontrarse con Él, no quedarse en nosotros. Que cuando recuerden este día siempre piensen en el Corazón de Jesús y en el gran día de fiesta que vivieron. Ojalá no recuerden ningún gesto ni palabra que no vaya acorde ni sea digno de Él...

El gran día se acerca. Dejemos que cada uno de nuestros actos, palabras, gestos... sirva para reparar su Corazón de todas aquellas ocasiones donde no le hemos amado. Dejemos que el Espíritu Santo siga modelando nuestro corazón a imagen del de Cristo...



25 junio 2019

El corazón del voluntario (y del cristiano) a imagen del Corazón de Cristo (1ª parte)

Como sabéis, este año estamos celebrando el Centenario de la consagración de España al Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles (Getafe, Madrid). Y... ya está aquí mismo, la celebración tendrá lugar este próximo Domingo día 30.

La verdad es que la idea de escribir esta entrada surgió un par de estaciones atrás. Pero los tiempos de Dios no son los nuestros y Él ya sabía que estos días tendría más tiempo para rezar y preparar mi corazón para el evento, cuando el intenso trabajo de estos meses pasados no me lo hacía ni imaginar.

Por pura Misericordia, tengo el regalo de ser una de las voluntarias elegidas por el Corazón de Jesús para servirle a Él, a los demás voluntarios y a los peregrinos que suben al Cerro. Estábamos en Misa en la Cripta, a los pies del Monumento, con el típico frío que siempre hace dentro en invierno. A unos metros delante de mí, una señora volcó su bolso, desparramándose todo el contenido por el suelo. Una voluntaria se encontraba cerca, atenta (como siempre están) a la necesidad que pudiera surgir y se lanzó rauda a ayudar a la señora. 

Este gesto me llenó de gozo, de una inmesa ternura por la voluntaria y la señora y, por qué no decirlo, de cierto orgullo al levantar la mirada y ver a todos los demás voluntarios desperdigados por la nave, dispuestos, atentos y con el corazón anhelando servir. Y así surgió en mi corazón la voz del Señor que me decía: ¿por qué no escribes una entrada sobre ello? E inmediatamente me vino el título que nos preside. 

Pero, como decía, los tiempos de Dios no son los nuestros y, hasta ahora, Él no había querido que me pusiera a ello. Y creo que lo entiendo, pues muchas cosas hemos vivido en estos meses y es ahora, en este momento, a punto de celebrar el evento, cuando el corazón está maduro por todo lo vivido. Lo bueno y lo no tan bueno. Todo, todo, ha servido al Corazón de Jesús para ir modelando nuestro corazón a imagen del suyo. Como en un triduo, tres entradas de este blog nos darán paso al inicio de los actos centrales el próximo viernes.

Y para ello, en su divina providencia dispuso ayer la celebración de la Natividad de San Juan Bautista la preciosa primera lectura que rezamos:

"Escuchadme, islas; atended, pueblos lejanos:
El Señor me llamó desde el vientre materno, de las entrañas de mi madre, y pronunció mi nombre. Hizo de mi boca una espada afilada, me escondió en la sombra de su mano; me hizo flecha bruñida, me guardó en su aljaba y me dijo: «Tú eres mi siervo, Israel, por medio de ti me glorificaré».
 Y yo pensaba: «En vano me he cansado, en viento y en nada he gastado mis fuerzas».
En realidad el Señor, defendía mi causa, mi recompensa la custodiaba Dios.
Y ahora dice el Señor, el que me formó desde el vientre como siervo suyo, para que le devolviese a Jacob, para que le reuniera a Israel; he sido glorificado a los ojos de Dios.
Y mi Dios era mi fuerza:
«Es poco que seas mi siervo para restablecer las tribus de Jacob y traer de vuelta a los supervivientes de Israel. Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra»." (Isaías 49, 1-6)


Los voluntarios del Corazón de Jesús somos aquellos llamados desde el vientre materno para servirle. Desde las entrañas de nuestra madre pronunció nuestro nombre y nos llamó, uno a uno, para estar con Él. No estamos aquí por casualidad, estamos aquí porque Él nos ha elegido. Ni más ni tampoco menos. No es mérito nuestro, es pura Misericordia suya.

Nos esconde en la sombra de su mano, guardándonos como siervos preciosos, pues sabe que por medio de nuestra pobreza, al ponerla totalmente a su servicio, Él será glorificado. No será nuestra la Gloria, que sólo a Él es debida, si todo sale bien y los peregrinos vuelven a casa con su ser lleno de gozo y más Amor del Señor. Deberemos, con humildad, repetir "siervo inútil soy, hice lo que debía hacer" (cfr. Lucas 17, 10)

Puede que a veces tengamos la tentación, fruto del cansancio, algunas decepciones e incluso heridas provocadas entre nosotros, de quedarnos en la queja de pensar que en vano nos cansamos, que "en viento y en nada" gastamos nuestras fuerzas, que nadie ve ni nos agradece lo suficiente por todo lo que hacemos... y que olvidemos que es el Señor (Aquel que nos conoce bien, que conoce nuestras intenciones, lo que nos hiere y nos hace gozar) y sólo el Señor nuestra recompensa. Que el simple hecho de estar al servicio suyo y de los demás, de poder subir al Cerro a servirle, ya es un inmenso privilegio. Que sólo en Él podremos encontrar nuestro descanso y restaurar nuestras fuerzas (físicas y afectivas) gastadas, recolocando nuestro corazón en el por Quién y para Quién estamos aquí.

Y una vez puesto de nuevo todo en su sitio... escuchar su promesa eterna: déjate inundar por mi Luz y así serás luz para los demás, pues yo te he llamado para ser reflejo de mi Corazón en este lugar. 


11 junio 2019

¿Tengo aquello que tengo que dar gratis?

"Id y proclamad que el reino de los cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, echad demonios. Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis" 
(Mateo 10, 7-8)

Hoy me han resonado con fuerza estas palabras de Jesús en el Evangelio: "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis"

Creo que a todos nos puede pasar que, de tanto escuchar un Evangelio o pensando aquello de "ya me lo sé", sin querer "desconectemos" durante su lectura en la Eucaristía o en cualquier otro ámbito. 

Tengo que reconocer que mí me pasa a veces. Y hoy me ha pasado tras escuchar aquello de "Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis". Me he "perdido" el resto del Evangelio. Menos mal que luego tenemos mil y una formas de volver a leerlo y rezarlo...

Y me lo he "perdido" porque me he quedado enganchada en esa frase. Instantáneamente me ha venido esta pregunta con fuerza: y tú, Elena, ¿en verdad has recibido aquello que tienes que dar gratuitamente?

Porque, ¿cómo voy a vivir en mi ser y ser portadora para otros de los signos del reino de Dios si no he dejado que primero se manifiesten en mi vida?

¿Dejo que el Señor cure mis enfermedades, físicas y del alma?

¿Dejo que el Señor resucite en mí aquello que está herido de muerte o a punto de morir?

¿Dejo que el Señor, en su infinita Misericordia, vaya limpiando mis lepras, esas por donde se me escapa la vida a pedazos?

¿Dejo que, poco a poco, triunfen la Bondad y el Bien de Dios en mi vida y se manifieste su victoria sobre mis pecados y sobre la influencia que pueda tener el mal a través de tentaciones, engaños, mentiras... del enemigo?

Acabamos de vivir Pentecostés y nos encontramos de lleno inmersos en el mes del Corazón de Jesús. Ante estas preguntas sólo me queda desnudar con simplicidad y humildad mi pobreza ante Dios, suplicar que el Espíritu Santo siga obrando en mí y orar con constancia para que el Señor en su bondad haga mi corazón semejante a su Corazón.

Creo que sólo así, dejándome hacer por Él, realmente seré portadora de los signos del reino.

Y tú, ¿te dejas hacer?

Canción: Quema mi vida
Artista: Jon Carlo