13 agosto 2019

Vivir el duelo desde la esperanza

Os comparto un artículo que me han pedido para la página Misioneros Digitales Católicos, con la que colaboro. 

Vivir el duelo desde la esperanza

Sé que no es fácil vivir lo que indica el título de este artículo. Es más, realmente es un regalo de la Gracia del Señor poder hacerlo. Y bendito sea Dios porque es así. Si sólo tuviéramos que contar con nuestras fuerzas no sé dónde acabaríamos, como con todo lo que vivimos en nuestra vida cristiana.
Pero el Señor, nuestro Señor, nuestro Dios, es un Dios Misericordioso. Y esto es importante recordárnoslo una y otra vez a lo largo de nuestra vida. Cada instante de ella, cada segundo. Y en especial en los momentos más difíciles, como es el momento de la pérdida de un ser querido. O una pérdida de cualquier tipo: amorosa, laboral, enfermedad, una amistad… en todos ellos debemos vivir el proceso del duelo.  

Así que comencemos recolocando nuestro corazón en Aquel que nos ama con locura, que está siempre con nosotros, que nos acompaña en cada momento, feliz o doloroso. Volvamos a recordar (re-cordar: volver a pasar por el corazón) la certeza de que nuestro Dios es Dios Misericordioso. Que Él es Amor, bondad, ternura, suavidad, gozo, compañía, sostén, consejo… y fiel, profundamente fiel. Y que en esta fidelidad de Dios podemos descansar, pues Él nos ha prometido que la prueba nunca superará a la Gracia que nos da para vivirla (cfr. 2 Corintios 12, 9) y que es un Dios de vivos, no de muertos (cfr. Marcos 12, 27). Y fijaos qué preciosidad nos ha prometido:

«Todo lo que me dé el Padre vendrá a mí, y al que venga a mí no lo echaré fuera; porque he bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Y esta es la voluntad del que me ha enviado; que no pierda nada de lo que él me ha dado, sino que lo resucite el último día. Porque esta es la voluntad de mi Padre: que todo el que vea al Hijo y crea en él, tenga vida eterna y que yo le resucite el último día.» (Juan 6, 37-40)

Esta es la voluntad del Padre, manifestada y cumplida a través del Hijo, por medio de la Gracia del Espíritu Santo: la resurrección y la vida eterna. ¡Resurrección y vida eterna! La muerte no tiene la última palabra.

Y si ponemos nuestro corazón en estas promesas es cuando podemos realmente descansar. Aún en medio del dolor, aún en medio del sufrimiento, donde Él siempre nos acompaña y nos da su Gracia para vivirlo podemos tener esperanza, como un ancla firme a la que agarrarnos en la tormenta que estamos viviendo.

Y con humildad y sencillez, sabiéndonos hijos amados y predilectos del Padre, abrirle ese corazón dolorido en oración: “Señor, mi Señor y mi Dios, Padre amoroso y compasivo, de cuyas manos he salido, en cuyo regazo me mantengo, en cuyo abrazo podré pasar toda la eternidad. A Ti entrego mi vida y mi corazón herido. Te entrego este momento que estoy viviendo. Te entrego aquello que me duele, depositándolo con confianza en tus amorosas manos. Sé que Tú eres un Dios de vida, de vida eterna, y no de muerte. Sé que tu voluntad brota siempre de tu Corazón lleno de Amor y ternura por mí y por mis seres queridos. Por eso te entrego con confianza y esperanza este momento, esta situación, a esta persona… para que Tú lo llenes de tu Amor, para que recrees lo que está roto, para que restaures lo que está herido, para que lo llenes de nuevo de tu Vida. Espero en Ti, confío en Ti, descanso en Ti”.

"Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman" (Romanos 8, 28). Jesús, en Ti confío. 

Canción: Confía
Autora: Andrea Arias