17 diciembre 2018

Invitación de Adviento - 3ª semana

Voy camino de Belén. Atrás he dejado el mundo limitado que conozco y me abro, con incertidumbre pero con una enorme expectación, a lo que está por delante.

Sigo escuchando coros de ángeles que cantan la Gloria de Dios. Pero más fuerte aún es el latido de mi corazón. El mensaje decía que encontraría un niño. Un niño... Envuelto en pañales y recostado en un pesebre (cfr. Lucas 2, 12)

¿El Salvador del mundo, Dios con nosotros... en un pesebre? Este Dios que creí conocer se me revela de un modo totalmente distinto, completamente inesperado. Voy andando deprisa y pensando que, tal vez, es el momento de dejar caer en este camino que recorro esos viejos esquemas que llevo conmigo demasiado tiempo.

¿Y si me dejo sorprender? ¿Y si me dejo alcanzar por la novedad de este Dios-Amor que viene a mí y se me quiere revelar de un modo nuevo, que me quiere llevar a una vida nueva?

Ya estoy muy cerca de la ciudad. No sé muy bien cómo, pero mis compañeros y yo sabemos a dónde debemos dirigirnos. Alguien, en lo profundo de nuestro corazón, nos va guiando con una certeza sin igual.

Nos vamos acercando al lugar. Y hay gente. En medio de la oscuridad, con una ligera claridad al fondo, se ven sombras variadas de personas. Y también de algunos animales. Me adentro entre ellas. Y miro sus rostros. No sé por qué, pero estoy seguro de que mi rostro refleja lo que veo en los suyos. No son desconocidos, somos una familia. Les siento hermanos míos, hijos de un mismo Padre... y hermanos... Hermanos... ¿en quién? De nuevo esta certeza en el interior de algo que aún desconozco.

Y de mi corazón brota una canción de amor. Dejo que fluya, porque es una oración que sale de lo profundo de mis entrañas...


Canción: Darme
Autor: Pablo Martínez (interpretada con Maru Galassi)