29 febrero 2020

La muerte no podrá contra el Amor

En mi parroquia contamos con el privilegio de tener una capilla de adoración perpetua. Poder acudir en cualquier momento del día a sus pies es un regalo de su Misericordia. 

Ayer acudí con el corazón "cargado". Llevaba conmigo a muchas personas, muchas situaciones, muchos sufrimientos de personas muy queridas. Y según se los iba entregando al Señor, en lo profundo de mi corazón surgió una pregunta que, con cierta tristeza, abrí al Señor: "¿por qué estos cristianos, que tanto te aman, que te han entregado todo lo que son y tienen, sufren tanto? Señor, a veces me cuesta entender el misterio del sufrimiento de aquellos que te siguen y que intentan ser coherentes en su fe".

En la pared del fondo de la capilla tenemos una pintura basada en la Última Cena, con Jesús rodeado de sus apóstoles y con el dedo señalando al sagrario. He mirado esa imagen muchas, muchas veces. Pero ayer los ojos se me fueron a la frase de abajo: "Haced esto en conmemoración mía". E inmediatamente subieron a la frase de la izquierda y después a la frase de la derecha. Y creo que me regalaste entenderlo, Señor, aunque no sé si seré capaz de explicarlo.

El mundo en que vivimos está mal, muy mal. Y de eso se dan cuenta hasta mis alumnos que no viven la fe en una comunidad cristiana. No les gusta... se sienten revueltos aunque no entienden por qué, ya que son hijos de esta época y no han conocido otra cosa. 

El mundo necesita redención. Te necesita a Ti, Señor, entregándote por Amor al sufrimiento de la cruz para la Redención de la humanidad. Los cristianos estamos llamados a ser otros Cristos en medio del mundo. Estamos llamados a hacer lo que Tú hiciste, en una memoria viva, hecha carne, "aterrizada" en lo concreto de cada día. Estamos llamados a dejarnos comer como cuerpo entregado por todos, a entregar hasta nuestra sangre si hace falta por el perdón de los pecados. Nos necesita a ti y a mí entregándonos por amor al sufrimiento de la cruz de cada día para la Redención de la humanidad, unidos siempre, siempre, a Cristo crucificado.

El misterio del sufrimiento, la unión profunda con Cristo crucificado, es una llamada de todo cristiano. Y que cada vez se extiende más porque el mundo está cada vez peor. El cristiano debe unirse a Cristo crucificado. El cristiano debe sufrir para la salvación del mundo. Es necesario. 

De nuevo viene a mi mente la Carta a Diogneto (http://www.vatican.va/spirit/documents/spirit_20010522_diogneto_sp.html):

 "El alma está encerrada en el cuerpo, pero es ella la que mantiene unido el cuerpo; también los cristianos se hallan retenidos en el mundo como en una cárcel, pero ellos son los que mantienen la trabazón del mundo. El alma inmortal habita en una tienda mortal; también los cristianos viven como peregrinos en moradas corruptibles, mientras esperan la incorrupción celestial. El alma se perfecciona con la mortificación en el comer y beber; también los cristianos, constantemente mortificados, se multiplican más y más. TAN IMPORTANTE ES EL PUESTO QUE DIOS LES HA ASIGNADO, DEL QUE NO LES ES LÍCITO DESERTAR".

Hemos comenzado la Cuaresma. En ella nos unimos a Cristo crucificado con la mirada puesta en la Pascua, en la Resurrección. "¡Oh, feliz culpa, que nos mereció tal Redentor!", cantaremos en el Pregón Pascual. Oh, feliz sufrimiento que, unido al Redentor, redime al mundo. 

La muerte no podrá contra el amor... la muerte no podrá contra el Amor.

"Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia" (Col 1, 24)

Canción: La muerte no podrá contra el amor.
Autor: Jonatan Narvaez.
Intérprete: Verónica Sanfilippo