10 febrero 2019

Globo, sé lo que eres

Esta mañana caminaba hacia la parroquia y me encontré con esto:


Justo ayer había leído de pasada una denuncia donde se hablaba de lo malos que son los globos para el medio ambiente. En especial para los animales marinos, pues al caer al agua se creen que son comida y se los tragan. Tal vez por eso, al ver el globo me he fijado más en él y, al seguir mi camino, se me ocurrió una reflexión que ahora traigo a este blog.

Por un instante pensé en su historia. Me pregunté quién sería el dueño de ese globo que no había acabado en el mar, sino enganchado a una valla de mi ciudad. Posiblemente un niño. Es Domingo, así que tal vez era fruto de un paseo familiar la tarde anterior. O de un cumpleaños, o de una fiesta en un establecimiento de comidas cercano...

Pasé a algo un poco más profundo: cómo estaba ese globo. Aún conservaba algo del aire interior que les hace levantarse hacia lo alto, pero en la parte baja había comenzado a deshincharse. Tal vez estaba pinchado, tal vez por donde el hilo lo ata se había desaflojado y se escapaba el aire... Fuera como fuera, la parte más visible se veía inflada y la parte posterior, más oculta, desinflada. 

Y en seguida me fui a lo espiritual, típico en mí. Instantáneamente pensé en cuántas veces somos así ante los demás. O cuántas veces se nos presentan así las personas. En su cara más visible, nos dan una imagen "hinchada", buena, atrayente. Pero por detrás, en lo más oculto, están "desinchados", "desinflados", heridos, tristes, sin rumbo; necesitados de una palabra de aliento, consuelo, esperanza, luz...

Y sentí la invitación del Señor a no quedarme en las apariencias. A ir siempre más allá. A no juzgar cuando otra persona me muestre un rostro "desinflado", o una palabra fuera de tono, o un gesto que me cueste entender porque parezca que "no viene a cuento". ¿Quién soy yo para juzgar, si no conozco el "aire" que le pueda faltar detrás? 

Al volver de la parroquia, se había levantado un fuerte viento. Y me encontré de nuevo el globo. Esta vez, alguien lo había atado a la papelera junto a la valla donde yo lo había visto anteriormente. Y el viento lo hacía "volar":


Sí, este globo ha sido creado para volar alto, bien alto. Como nosotros, hijos de Dios: también estamos llamados, hemos sido creados para volar alto, muy alto, con las alas del Espíritu Santo. Pero a veces nos dejamos enganchar por un frágil hilo que nos esclaviza, nos inmoviliza, nos hace olvidar para qué estamos hechos y nos sumerge en tristezas, desesperanzas, envidias, iras, agobios, desconciertos... Al final nos desinfla...

Sólo Cristo puede liberarnos de nuestras ataduras y cadenas. Sólo Él puede llenar nuestras almas y que sean colmadas de amor, alegría, paz, fortaleza, esperanza... libertad... de todo aquello que suspiramos y anhelamos, porque hemos sido creados para gozar de ello ya aquí y por toda la eternidad.

Entre globo y globo yo encontré el lugar de encuentro con este Dios nuestro que nos hace plenos: la adoración, la Eucaristía comunitaria, el encuentro con los hermanos, el perdón en la confesión... la confianza de poner mi vida, una y otra vez, en sus manos, incluso en aquello que no entiendo o que me hace sufrir. 

Y a ti, ¿cuáles son los "hilos" que te esclavizan, que te impiden volar, y que necesitas dejar a los pies del Señor, entregar a su Misericordia?

El viento sigue soplando: el de la calle y el del Espíritu. Déjate arrastrar, pequeño "globo" de Dios. Levanta las alas de tu corazón y echa a volar. Sé lo que eres, aquello para lo que has sido creado.

¡Vuelta alto, con las alas del Espíritu Santo!

Canción: Llena mi vida
Autor: Yohan Rosario