29 septiembre 2021

Familias bajo el patrocinio de san José

Las familias que quieren ser cristianas deben valerse del patrocinio de san José, recibirán auxilios muy particulares para realizar su noble ideal.

«José nos lleva directamente a María, y María a la fuente de toda santidad, a Jesús, quien por su sumisión a José y a María consagró las virtudes familiares. Ahora bien, nuestro deseo es ver a todas las familias cristianas renovarse teniendo como modelos a tan hermosos ejemplos de virtud.

Así, a partir del momento en que la comunidad del género humano descanse sobre el fundamento de la familia, el día en que la sociedad doméstica adquiera más estabilidad, en que la santidad conyugal, que no admite de ningún modo la contracepción o el aborto, la concordia y la fidelidad sean salvaguardadas en ella más religiosamente, en el mismo instante se verá como una fuerza nueva, una sangre nueva, derramarse sobre todos los miembros de la sociedad humana y la virtud de Cristo penetrar en ella hasta sus últimos repliegues: ese día, veremos florecer la reforma no sólo de las virtudes privadas, sino también de la vida social y nacional» (Benedicto XV)

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)


 

22 septiembre 2021

«Las escaleras inexplicables» de la hermana M. Florián

Este relato histórico fue extraído de «Las escaleras inexplicables» de la hermana M. Florián. En 1873, las religiosas de la Academia de Loreto de Nuestra Señora de la Luz, en Santa Fe, sur de los Estados Unidos (Nuevo México), contrataron carpinteros mexicanos para la construcción de una capilla gótica siguiendo el modelo de la Sainte Chapelle de París. Concebido por el arquitecto P. Mouly, este edificio fue construido en cinco años y su coste ascendió a 30.000$. Medía 22,50m. de largo por 7,50m. de ancho y 25,50m. de alto. Casi acabada la construcción, se descubrió un error o una omisión: no había ningún medio para subir al coro que se encontraba al fondo de la capilla.

Se llamó entonces a varios carpinteros, pero sus respuestas fueron todas idénticas: en razón de la altura, resultaba imposible construir una escalera. Ocuparía demasiado lugar en la nave; habría, pues, que usar una escalera de mano o reconstruir completamente el coro. Consternadas, las hermanas de Loreto resolvieron confiar a san José, cuya fiesta estaba próxima, esta dificultad humanamente insoluble. Comenzaron entonces una novena en su honor.

El último día de la novena, un hombre de cabellos entrecanos, acompañado de un asno y llevando una caja de herramientas, se detuvo en la Academia. Pidió hablar con la Madre Magdalena, superiora a cargo del convento en aquella época, y le ofreció sus servicios para la construcción de una escalera. Encantada, la Madre Magdalena aceptó inmediatamente. La construcción duró cerca de seis meses. Algunas religiosas que presenciaron los trabajos, notaron que el misterioso artesano había usado únicamente una sierra, una escuadra y un martillo. Recuerdan haber visto unas cubas repletas de tajos de madera. Cuando la Madre Magdalena buscó al obrero para pagarle, le fue imposible encontrarlo. Se ofreció una recompensa; nadie la reclamó. Incluso el taller de manufactura de la madera no tenía ningún documento de compra de la madera utilizada.

La obra es una escalera circular de 33 escalones y 2 espirales completas de 360°, sin ningún soporte central. Se apoya arriba sobre el coro y abajo sobre el piso que la sostiene completamente. Unos tarugos de madera sirven de clavos.

A lo largo de los años, arquitectos y constructores de numerosos países extranjeros inspeccionan esta obra maestra de la arquitectura. Todos se admiran de ver que esta escalera exista aún. Algunos pensaban que se derrumbaría al poco de usarla, pero a pesar de su empleo diario continúa resistiendo desde hace más de un siglo.

En la Academia, la Hermana Mary, en aquel entonces de trece años, fue una de las primeras en subir por la escalera con sus amigas, pero asustadas la bajaron de rodillas. No resulta difícil de comprender, pues la escalera carece de pasamanos.

Algunos expertos en la materia afirman que los largueros de la combadura han sido instalados con precisión. En el interior, la madera está empalmada en siete lugares diferentes y en nueve lugares en el exterior, formando cada pieza una curva perfecta. Además, esa madera es dura y no sería originaria de Nuevo México. Dónde fue adquirida, es todavía un misterio.

El señor Carl R. Albach, encargado de la instalación eléctrica, debió subir varias veces esta escalera para llegar al contador que se encuentra en lo alto del coro. Sintió cada vez un cierto movimiento vertical, como si las dos vueltas de 360° formaran un ancho resorte. No es el único que lo sintió. La actual Madre Superiora, Madre Ludavina, tuvo también la misma sensación subiendo la escalera. Quizá sea ese el secreto de su construcción.

¿El mismo san José es el autor de esta magnífica escalera milagro? Cualquiera que sea la respuesta, las Hermanas de la Academia de Loreto están seguras de que la escalera fue una respuesta a sus oraciones confiadas al glorioso esposo de Nuestra Señora, el modelo de los artesanos y el consolador de los afligidos.

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)


 

14 septiembre 2021

Felices los que conocen bien a san José

A mediados de marzo de 1867, llevaban a una señora paralítica, protestante, a una casa de beneficencia de Canadá, puesta bajo el patrocinio de san José. Ella buscaba allí un alivio a sus sufrimientos y no pensaba en un cambio de religión. Hasta llegaba a comentar con una de sus amigas: «¡Muy hábil sería el que me atrapara!». No conocía a san José, menos aún todos sus recursos para ganar un alma. Cada día las religiosas dedicadas a la atención de la casa hacían el mes de marzo y rogaban a San José por la pobre paralítica. Sin que lo supiera, habían cosido en uno de los pliegues de su vestido dos medallas, una de la Santísima Virgen y otra de san José.

Un día, una religiosa hizo que la conversación girara sobre san José.

– San José, continuó la protestante, yo no conozco a ese hombre, no lo he visto nunca.

– ¿Cómo, replicó la Hermana, usted está en una casa y no conoce al dueño? Y abriendo su libro de oficios, le presentó una estampa de san José.

– ¡Oh, qué bien está! Dijo contemplándolo; pero ¿quién es?

La buena hermana se lo explicó lo mejor posible; y he aquí que, para gran sorpresa suya, la señora toma la estampita, la besa con respeto y pide que se la den para guardarla. A partir de ese día no tenía más consuelo que oír hablar de san José, que le contaran la vida que había llevado, las virtudes que había practicado. Ella tenía un hijo joven a quien unos amigos piadosos le guiaban al catolicismo. Este vino a solicitar a su madre autorización para abjurar del error el próximo uno de mayo; ella aceptó con gran firmeza. Apenas él había partido, hizo llamar al capellán de la casa.

– ¡Señor, le dijo, quiero ser católica, quiero ser bautizada al mismo tiempo que mi hijo! Tenga la bondad de instruirme.

La instruyeron, la prepararon y el 1 de mayo se vio a la madre y al hijo al pie del altar de san José, mezclando sus lágrimas con el agua santa que corría sobre sus frentes. Y el último día del mes nuestros nuevos católicos hacían su primera Comunión y recibían el sacramento de la Confirmación.

¡Felices los que hacen conocer, felices los que conocen bien a san José!

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)

 


 

01 septiembre 2021

Director de la Sabiduría encarnada

«¿No es el hijo de ese obrero?, decían los judíos refiriéndose a Jesús. Sí, responde san Pedro Crisólogo, es el hijo de un obrero, pero ¿de qué obrero? Del que construyó el mundo, no con el martillo, sino por una orden de su voluntad; el que combinó los elementos, no por un efecto del ingenio, sino por un simple mandato; el que iluminó al sol, no con un fuego terrenal, sino con un calor superior; esta es la labor de un obrero, cuya palabra creó todo de la nada. Tenéis razón, santo Doctor; porque, en efecto, Jesús es el Hijo del gran Obrero que construyó el universo. Pero permitid que, para gloria de José, digamos también que es el hijo de ese pobre artesano, que en su pequeño taller maneja la sierra y la garlopa: y, puesto que la misma Santísima Virgen da a José ese hermoso título de padre de Jesús... decid también que es el hijo de este humilde carpintero, y que, como tal, le está sumiso, y que es el compañero de sus trabajos. ¡Oh! ¡Qué maravilla con solo pensar en ello!

Jesús ayudó a este artesano a trabajar la madera, como ayudó al Creador a edificar el mundo. ¡Oh maravillosa dignidad de José!, exclama Gerson. ¡Sublime grandeza que nos presenta a José como el émulo del mismo Dios!

¡Un pobre carpintero, que trabaja la madera, convertido en émulo de Aquel que ha creado el mundo! ¡Qué más queréis para proclamar a José como el más grande de todos los hombres, como padre, si el mismo Dios no puede hacer un padre más grande que el que tiene a Dios por hijo!

Hay tres cosas, dice el Doctor Angélico, que son tan grandes que Dios no puede hacer otras mayores, a saber: la humanidad de Nuestro Señor Jesucristo, causa de su unión hipostática con el Verbo; la gloria de los elegidos, en su género, a causa de su objeto principal, que es la esencia infinita de Dios; y la Madre incomparable de Dios, de la cual se ha dicho: “Majorem quam Matrem Dei non potest facere Deus”: Dios no puede honrar más a una persona que convirtiéndola en su propia Madre.

Podéis agregar, para gloria de José, que Dios no puede hacer un padre más grande que el que tiene a Dios por hijo» (san Leonardo de Puerto Mauricio )

 (del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)