22 septiembre 2021

«Las escaleras inexplicables» de la hermana M. Florián

Este relato histórico fue extraído de «Las escaleras inexplicables» de la hermana M. Florián. En 1873, las religiosas de la Academia de Loreto de Nuestra Señora de la Luz, en Santa Fe, sur de los Estados Unidos (Nuevo México), contrataron carpinteros mexicanos para la construcción de una capilla gótica siguiendo el modelo de la Sainte Chapelle de París. Concebido por el arquitecto P. Mouly, este edificio fue construido en cinco años y su coste ascendió a 30.000$. Medía 22,50m. de largo por 7,50m. de ancho y 25,50m. de alto. Casi acabada la construcción, se descubrió un error o una omisión: no había ningún medio para subir al coro que se encontraba al fondo de la capilla.

Se llamó entonces a varios carpinteros, pero sus respuestas fueron todas idénticas: en razón de la altura, resultaba imposible construir una escalera. Ocuparía demasiado lugar en la nave; habría, pues, que usar una escalera de mano o reconstruir completamente el coro. Consternadas, las hermanas de Loreto resolvieron confiar a san José, cuya fiesta estaba próxima, esta dificultad humanamente insoluble. Comenzaron entonces una novena en su honor.

El último día de la novena, un hombre de cabellos entrecanos, acompañado de un asno y llevando una caja de herramientas, se detuvo en la Academia. Pidió hablar con la Madre Magdalena, superiora a cargo del convento en aquella época, y le ofreció sus servicios para la construcción de una escalera. Encantada, la Madre Magdalena aceptó inmediatamente. La construcción duró cerca de seis meses. Algunas religiosas que presenciaron los trabajos, notaron que el misterioso artesano había usado únicamente una sierra, una escuadra y un martillo. Recuerdan haber visto unas cubas repletas de tajos de madera. Cuando la Madre Magdalena buscó al obrero para pagarle, le fue imposible encontrarlo. Se ofreció una recompensa; nadie la reclamó. Incluso el taller de manufactura de la madera no tenía ningún documento de compra de la madera utilizada.

La obra es una escalera circular de 33 escalones y 2 espirales completas de 360°, sin ningún soporte central. Se apoya arriba sobre el coro y abajo sobre el piso que la sostiene completamente. Unos tarugos de madera sirven de clavos.

A lo largo de los años, arquitectos y constructores de numerosos países extranjeros inspeccionan esta obra maestra de la arquitectura. Todos se admiran de ver que esta escalera exista aún. Algunos pensaban que se derrumbaría al poco de usarla, pero a pesar de su empleo diario continúa resistiendo desde hace más de un siglo.

En la Academia, la Hermana Mary, en aquel entonces de trece años, fue una de las primeras en subir por la escalera con sus amigas, pero asustadas la bajaron de rodillas. No resulta difícil de comprender, pues la escalera carece de pasamanos.

Algunos expertos en la materia afirman que los largueros de la combadura han sido instalados con precisión. En el interior, la madera está empalmada en siete lugares diferentes y en nueve lugares en el exterior, formando cada pieza una curva perfecta. Además, esa madera es dura y no sería originaria de Nuevo México. Dónde fue adquirida, es todavía un misterio.

El señor Carl R. Albach, encargado de la instalación eléctrica, debió subir varias veces esta escalera para llegar al contador que se encuentra en lo alto del coro. Sintió cada vez un cierto movimiento vertical, como si las dos vueltas de 360° formaran un ancho resorte. No es el único que lo sintió. La actual Madre Superiora, Madre Ludavina, tuvo también la misma sensación subiendo la escalera. Quizá sea ese el secreto de su construcción.

¿El mismo san José es el autor de esta magnífica escalera milagro? Cualquiera que sea la respuesta, las Hermanas de la Academia de Loreto están seguras de que la escalera fue una respuesta a sus oraciones confiadas al glorioso esposo de Nuestra Señora, el modelo de los artesanos y el consolador de los afligidos.

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)