28 abril 2021

Amor de san José a Jesús y María

«José era santo ya antes de su matrimonio, pero aún hizo muchos más progresos en la santidad después del matrimonio con la Santísima Virgen María. Los ejemplos de su santa Esposa bastaban para santificarlo. Pero si María, como dice San Bernardino de Siena, es la dispensadora de todas las gracias que Dios concede a los hombres, ¡con qué profusión había enriquecido a su esposo, al que amaba tanto, y del cual, a su vez, era tan amada! ¡Cuánto más debemos creer que creció la santidad de José por el trato continuo y la familiaridad que tuvo con Jesucristo durante todo el tiempo que vivieron juntos! Si los dos discípulos que iban a Emaús se sintieron abrasados de amor divino en el poco tiempo que acompañaron al Salvador y lo oyeron hablar, ¡qué llamas ardientes de santa caridad debieron iluminar el corazón de José después de conversar durante treinta años con Jesucristo, después de oír las palabras de vida eterna que salían de su boca, y observar los maravillosos ejemplos de humildad, paciencia y obediencia que le daban mostrándose tan diligente en ayudarle en todos sus trabajos y servirle en todas las necesidades del hogar!

¡Qué incendio de amor divino debían obrar todos esos dardos inflamados de caridad en el corazón de José, corazón desapegado de todos los afectos de la tierra! Cierto que amaba también mucho a su Esposa María, pero este amor a María no dividía su corazón, como dice el Apóstol que el hombre casado tiene su corazón divido. No, el corazón de José no estaba dividido, porque el amor que tenía a su Esposa le colmaba de amor divino todavía más. Así, sin lugar a dudas, José, mientras vivió con Jesucristo, acrecentó sus méritos y su santidad hasta tal punto que podemos ciertamente decir que sobrepasó los méritos de todos los otros santos.

Considerad en primer lugar el amor que José tuvo a santa Esposa. Ella era la mujer más bella de toda la creación; más aún, era la más humilde, la más dulce, la más pura, la más obediente y la más aventajada en el amor de Dios que haya habido jamás entre todos los hombres y todos los ángeles: de tal manera que merecía todo el amor de José que amaba tanto la virtud. Agregad también a esto que José veía cuánto le amaba a él María, quien ciertamente prefería en su corazón a su esposo antes que a todas las otras criaturas. Por otra parte, San José la consideraba la predilecta de Dios, elegida para ser la Madre de su Hijo único. Ahora bien, por todas estas consideraciones, reflexionad cuál debía ser el afecto que conservaba en su corazón el justo y agradecido José para una esposa tan amable.

Considerad, en segundo lugar, el amor que José tenía a Jesús. Cuando Dios eligió a este santo para hacer las veces de padre de Jesús, ciertamente debió grabar en su corazón el amor que convenía a un padre, al padre de un hijo tan amable, al padre de un Niño-Dios. Así, el amor de José no fue un amor puramente humano, como es el amor de los otros padres, sino un amor sobrehumano que le hacía encontrar en la misma persona a un hijo y a Dios. José sabía bien, por la revelación cierta y divina que había tenido del ángel, que este niño, que lo acompañaba siempre, era el Verbo divino, quien se había encarnado por amor a los hombres y en particular a él. Sabía que él mismo lo había elegido entre todos para ser el guardián de su vida, y quería ser llamado su hijo. Ahora bien, considerad qué incendio de amor santo debía arder en el corazón de José cuando pensaba en todo esto y cuando veía a su divino Maestro servirlo como un aprendiz: ora abrir, ora cerrar el taller, ora ayudarlo a cortar madera o usar la garlopa y el hacha; ora recoger las virutas y barrer la casa; en una palabra, obedecerle en todo lo que le mandaba, y, más aún, no hacer nada sino bajo la dependencia de la autoridad que José ejercía como padre.

La prolongada familiaridad de las personas que se aman a veces enfría el amor, porque cuanto más tiempo conviven entre ellos, más se conocen los defectos unos de otros. No ocurría así respecto a San José: cuanto más convivía con Jesús, más conocía su santidad. ¡Juzgad por esto cuánto amaba a Jesús!» (San Alfonso de Ligorio)

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)