10 marzo 2021

Acordaos, san José...

«Dos padres franciscanos navegaban cerca de las costas de Flandes, cuando se levantó una furiosa tempestad que hizo naufragar al navío con trescientos pasajeros. Los dos religiosos se sujetaron a uno de los restos del barco y se sostuvieron así sobre las olas. En esta situación tan angustiosa, se encomendaron a san José y permanecieron tres días entre la vida y la muerte. Por fin, al tercer día, el santo vino en su auxilio. Se les apareció de pie, sobre la tabla que los sostenía, bajo el aspecto de un joven lleno de gracia y majestad.

Los saludó de manera más amable, lo que bastó para llenar sus corazones de un consuelo indecible y comunicar a sus miembros un vigor milagroso. Después, desempeñando el oficio de piloto, los guio a través de las aguas y los dejó en la costa.

“Yo soy San José, les dijo. Si queréis agradarme, recitad siete veces el Padre nuestro y el Ave María en memoria de los siete Dolores y Gozos que experimenté mientras vivía en la tierra, en compañía de Jesús y de María”.

Dicho esto desapareció, dejando a los dos religiosos rebosantes de alegría y reconocimiento».

 

Oremos el “Acordaos de san José” del Papa Pío IX (1863)

“Acordaos, oh castísimo esposo de la Virgen María,

mi amable protector, san José,

que jamás se oyó decir que ninguno que haya invocado vuestra protección

y pedido vuestro auxilio, haya sido abandonado de vos”.

 

(del libro "Id a José" de la Abadía San José de Clairval: https://www.clairval.com/index.php/es/)