Os comparto una colaboración en la página de los Misioneros Digitales Católicos.
Las expresiones de religiosidad
popular son un regalo dentro de nuestra Iglesia cuando son bien vividas. Y una
de ellas es vivir el mes de mayo dedicado a nuestra Madre.
Algunos autores ven en esta
manifestación de religiosidad popular una cristianización de una celebración
pagana: la costumbre nació en la antigua Grecia. El mes mayo era dedicado a
Artemisa, la diosa de la fecundidad. Algo similar sucedía en la antigua Roma
pues mayo era dedicado a Flora, la diosa de la vegetación. En aquella época
celebraban los ludi florals o los
juegos florales a finales de abril y pedían su intercesión. De hecho, mayo debe
su nombre a la diosa de la primavera Maia.
En la época medieval abundaron
costumbres similares, todo centrado en la llegada del buen tiempo y el
alejamiento del invierno. El 1 de mayo era considerado como el apogeo de la
primavera en Europa.
Durante este período, antes del
siglo XII, entró en vigor la tradición de Tricesimum
o "La devoción de treinta días a María". Estas celebraciones se
llevaban a cabo del 15 de agosto al 14 de septiembre y todavía puede observarse
en algunas áreas. Con su poesía Ben vennas Mayo de las
Cantigas de Santa María, Alfonso X el Sabio nos revela que ya existía en la
Edad Media, al menos en España.
La idea de un mes dedicado
específicamente a María se remonta al siglo XVII. Fue en esta época que el mes
de mayo y de María se combinaron, haciendo que esta celebración cuente con
devociones especiales organizadas cada día durante todo el mes. Esta costumbre
se extendió sobre todo durante el siglo XIX y se practica hasta hoy.
La Iglesia la ha alentado, por
ejemplo concediendo indulgencias plenarias especiales y con referencias en
algunos documentos del Magisterio, como la encíclia Mense Mayo de Pablo VI en 1965. San Juan Pablo II afirmó
en una audiencia general al empezar el mes de mayo en 1979: “El mes de mayo nos estimula a pensar y a hablar
de modo particular de Ella. En efecto, este es su mes. Así pues, el período del
año litúrgico, [Resurrección], y el corriente mes llaman e invitan nuestros
corazones a abrirse de manera singular a María”.
La Iglesia nos alienta en este
tiempo a no dejar que pase en balde. Es una oportunidad maravillosa para reflexionar
en las principales virtudes de nuestra Madre: María era una mujer de profunda
vida de oración, vivía siempre cerca de Dios. Era una mujer humilde, es decir,
sencilla; era generosa, se olvidaba de sí misma para darse a los demás; tenía
gran caridad, amaba y ayudaba a todos por igual; era servicial, atendía a José
y a Jesús con amor; vivía con alegría; era paciente con su familia; sabía
aceptar la voluntad de Dios en su vida.
Sea cual sea su origen, la
celebración de este mes de mayo es
más que una tradición entre los cristianos, es un homenaje y una acción de
gracias hacia quien es nuestra Madre. Como "regalos" para
ella, se suelen hacer muchas cosas:
*Mirar a María como una Madre. Confiarle todo lo que nos pasa: lo bueno y lo malo. Saber acudir a ella en todo momento.
*Demostrarle nuestro cariño: hacer lo que ella espera de nosotros como hijos suyos que somos y recordarla a lo largo del día.
*Confiar
plenamente en ella: muchas de las Gracias que Jesús nos da pasan por las
manos de María y es ella quien intercede ante su Hijo por nuestras
dificultades.
*Imitar sus virtudes: esta es la mejor manera de demostrarle nuestro amor, dejándonos hacer como ella se dejó hacer por Dios.
*Rezar en familia las oraciones especialmente dedicadas a María. La Iglesia nos ofrece bellas oraciones como el Ángelus o el Regina Caeli (en el Tiempo Pascual) a mediodía, la Consagración a María y el Rosario.
Aprovechemos cada minuto de estos
31 días para abrir nuestro corazón a María. Para pedirle que haga nuestro
corazón semejante a su Inmaculado Corazón. Que por su intercesión nos conceda
el Señor la Gracia de vivir amando con su misma delicadeza, dulzura y ternura.
Y que, algún día, nos conduzca a su lado para vivir la Pascua eterna en una
bienaventuranza sin fin contemplando el rostro amado de Dios.
Canción: ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?
Autor: Martín Valverde