Esta frase pertenece al anuncio publicitario de un móvil, cuya marca ahora no recuerdo, y que vi en la parada de un autobús. Inmediatamente la relacioné con nuestro Dios.
Él siempre nos mira así: lo que nosotros vemos no es lo que hay, hay más. Y Jesucrito siempre lo ve. Siempre. Él nos mira como nadie nos mira. Con profundidad, con Misericordia, con sanación... con perdón...
Como en el evangelio de hoy: Jesús no ve a una mujer adúltera. Ve a la hija de su Amor. Ve a su hija amada, llamada a ser redimida, sanada, perdonada... Una mirada que se inclina, se abaja y se pone a nuestra altura, para que, estemos como estemos, podamos encontrarnos con sus ojos y sentirnos inmensamente amados (cfr. Juan 8, 6. 8)
Exactamente igual que aquellos que la juzgaban y pretendían apedrearla. Exactamente igual, porque ellos también eran mirados por su Corazón como amados y llamados a la redención y el perdón. Por ellos también moriría en la cruz.
Porque el evangelio de este Domingo es eso: un precioso anticipio del Viernes Santo. Es la Misericordia de Dios llenándonos de su perdón. Es el Corazón de Cristo que sale a nuestro encuentro, abierto de par en par (como en la cruz) mostrándonos su Amor infinito. Redimiendo nuestro ser y devolviéndonos nuestra inmensa dignidad de hijos de Dios, llamados a una vida en plenitud. Ya aquí y ahora, y por toda la eternidad.
Ante una mirada así, ante el Corazón de nuestro Dios que se nos entrega así, cómo no exclamar como San Pablo: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura por ganar a Cristo" (Filipenses 3, 8)
Dejémonos mirar así. Dejemos que Dios realice su plan sobre nosotros. Escuchemos su Palabra sobre nuestra vida:
"No recordéis lo de antaño, no penséis en lo antiguo;
mirad que realizo algo nuevo;
ya está brotando, ¿no lo notáis?" (Isaías 43, 18-19)
Canción: Quién me quita
Autor: Kiki Troia
https://youtu.be/WVJ4yU2l2oc