21 diciembre 2019

¿A qué esperamos? (2ª parte)

Todo es don y tarea. Don del Espíritu Santo, que nos guía y santifica, y tarea por nuestra parte para que lo que Él quiere hacer con nosotros y a través de nosotros se lleve a cabo.

El tema del don no es cosa nuestra: es obra del Espíritu y Él sabe muy bien cuándo y de qué modo obrar.

Pero el tema de la tarea… eso sí que es cosa nuestra y bien nuestra. ¿Cómo me dejo hacer por el Espíritu? ¿Soy dócil a sus inspiraciones? ¿Pongo de mi parte todo lo que está en mi mano para que Él pueda hacer de mí otro Cristo en medio de este mundo?

A lo mejor pensamos que son cosas que no están a nuestro alcance, pues ser santo a veces nos puede parecer eso: que no está a nuestro alcance. Pero si leemos la vida de algún santo veremos que estaban hechos de carne y hueso, virtudes y pecados, como tú y como yo. Sólo que intentaron ser lo más dóciles posible y pusieron de su parte también todo lo posible.

En unos días comenzamos el año nuevo. Y ya sabemos, parece que el día 1 de enero es el “pistoletazo de salida” para muchos propósitos: que si adelgazar todo lo que he acumulado en el año anterior, que si ser más paciente con ese familiar, compañero… con el que me cuesta tanto convivir, ahorrar un poco más para poder irme a ese lugar de vacaciones o pagar esa deuda pendiente…  

Tengo que reconocer que muchas veces me he creado propósitos bastante inalcanzables… porque no me he puesto manos a la obra para que fueran alcanzables. Creo que esta imagen explica muy bien lo que quiero decir:

Ser cristiano no es cuestión de intentar correr los 100 metros en menos de 9 segundos o subir la cima del Everest al primer intento, como los deportistas de élite no ganan medallas en su primera carrera o se lanzan a escalar las cimas más altas sin haberse preparado físicamente para ello durante bastante tiempo. La excelencia deportiva se consigue con días, meses, años de entrenamiento, pequeños y grandes esfuerzos, pequeñas y grandes elecciones que implican pequeñas y grandes renuncias o sacrificios (porque elegir una cosa a veces implica descartar otra), constantes empezar de nuevo, caerse y volverse a levantar… 

La excelencia cristiana, es decir, ser santo se consigue con días, meses, años de entrenamiento, pequeños y grandes esfuerzos, pequeñas y grandes elecciones que implican pequeñas y grandes renuncias o sacrificios (porque elegir una cosa a veces implica descartar otra), constantes empezar de nuevo, caerse y volverse a levantar…

¿Qué te parece si juntos proponemos unas cuantas tareas que sí que están a nuestro alcance para caminar en santidad en este próximo año que comienza? Yo digo unas cuantas y te invito a compartir todas las demás que se te ocurran. Así, entre todos, nos ayudaremos a caminar en el Señor. No están ni mucho menos ordenadas por orden de importancia, todas son necesarias:

*ORACIÓN: “María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las MEDITABA en su corazón.” (Lucas 2, 19). Ya dije en la entrada anterior que no ponía las mayúsculas en este texto por casualidad. La Virgen María custodiaba con cariño los acontecimientos de Dios en su vida y luego los meditaba en su corazón. Es decir, oraba. ¿Un amigo se puede considerar buen amigo si no trata nunca con su amigo? A mí me parece que no. Sin un tiempo diario de compartir con el Señor nuestra vida, no podemos considerarnos verdaderos cristianos ni crecer en las virtudes, en caridad… en santidad.

*SACRAMENTOS: “Los pastores se volvieron GLORIFICANDO Y ALABANDO A DIOS por todo lo que habían oído y visto” (Lucas 2, 20). ¿Queremos dar Gloria a Dios en nuestra vida? Acudamos a su encuentro en los sacramentos. Algunos ejemplos: sin la Eucaristía no podemos vivir, pues es el mismo Cristo quien nos alimenta para vivir de Él y como Él. ¿Si sólo comiéramos los Domingos, mantendríamos las fuerzas para trabajar, estudiar, vivir… toda la semana? ¿Podríamos vivir en una casa que sólo se limpiara una vez al año? ¿Entonces por qué vivimos con nuestra alma llena de la basura del pecado, teniendo tan a mano el regalo de una “buena limpieza” frecuente y que nos ayuda a volver a empezar? 

*LECTURA ORANTE DE LA PALABRA DE DIOS: “«Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor NOS HA MANIFESTADO.»” (Lucas 2, 15). Dios nos sigue hablando a través de su Palabra, pues es Palabra viva que engendra en nosotros su misma Vida. ¿Cómo dices que Dios no te habla si te ha dejado un libro entero donde abre su Corazón? Formado, además, por 73 libros. Con sólo leer los textos que la Madre Iglesia nos propone todos los días en la Misa ya le damos un buen repaso a la Biblia. Y con todos los comentarios que podemos encontrar en libros, internet, redes sociales… podemos alimentar un poco más lo que el Espíritu nos haya comunicado tras orar nosotros esa Palabra.

*ACOMPAÑAMIENTO ESPIRITUAL: “…los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén” (Lucas 2, 16). Ya sabemos aquello de que “un ciego no puede guiar a otro ciego”. Un buen acompañante espiritual, que también quiera ser santo, es básico para poder caminar. Qué bien nos hacen los que nos quieren cuando nos animan, nos ayudan a ver lo que nosotros no vemos, nos corrigen para que seamos mejores… Una regla básica del montañismo es nunca adentrarse solo en un monte, por los peligros que eso supone. Entonces, ¿por qué nos empeñamos en caminar solos en la fe?

*INTENTAR VIVIR LAS VIRTUDES CRISTIANAS EN LO PEQUEÑO Y COTIDIANO: “… y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre” (Lucas 2, 16). Todo un Dios se hace un pequeño niño y se deja recostar en un humilde pesebre para nuestra salvación. ¿Hay mayor acto de amor y humildad? Yo no sé tú, pero a mí me resulta imposible vivir a lo grande la caridad y las virtudes cristianas. Cada vez que lo intento, meto la pata casi al instante. Tal vez te ocurre lo mismo y esos grandes propósitos al final se quedan en nada. Pero sí podemos hacer pequeñas cosas que, juntas, van formando un “gran todo”: ceder a otra persona el sitio en la cola de la compra si notamos que tiene prisa, estar atentos a ceder el asiento en un sitio público, sonreír a quien nos alarga la mano para pedir una limosna y no dársela sin mirarle a los ojos, aguantar con paciencia un mal movimiento con el coche de otros conductores, hacer un pequeño sacrificio sin que nadie se dé cuenta… 

*APROVECHAR OTRAS HERRAMIENTAS QUE NOS DA LA TRADICIÓN DE LA IGLESIA Y COMPARTIR CON OTROS EL REGALO QUE HEMOS RECIBIDO: “Al verlo, DIERON A CONOCER lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y TODOS LOS QUE LO OYERON se maravillaban” (Lucas 2, 17-18). Los regalos espirituales crecen si los compartimos. En la historia de la Iglesia el Señor y la Virgen, a través de nuestros hermanos en la fe, nos han dejado muchas herramientas para crecer en santidad. La lectura espiritual (el Catecismo, textos del Magisterio, libros sobre nuestra fe, de santos…) y el rezo de oraciones como el Rosario, la Coronilla… son de inmejorable ayuda como alimento de nuestras almas. Y el compartir nuestro testimonio, lo que el Señor está haciendo con nosotros, en lo pequeño y cotidiano, ayudará a otros a poder identificar cómo Dios sigue actuando en la historia de la humanidad y también en sus propias vidas. 

Son algunas ideas. Te invito a compartir las tuyas y así enriquecernos entre todos. Como dice San Pablo: 

“Animaos, por el contrario, los unos a los otros, cada día, mientras dure este hoy, para que ninguno de vosotros se endurezca, engañado por el pecado.” (Hebreos 3, 13)

Hermanos, comencemos este año nuevo con anhelos de santidad. Dios, más que nadie, nos quiere santos. Como María, como los santos, pongamos nuestro pequeño sí en nuestro pequeño hoy. Él se encargará del resto.

Canción: Hágase en mí
Autora: Celinés Díaz





20 diciembre 2019

¿A qué esperamos? (1ª parte)

Hace un ratito he recibido un mensaje de un anciano fraile carmelita amigo. Me decía que mañana me iba a mandar la historia de la Salve y añadía: “Para GLORIA DE LA MADRE QUE DENTRO DE 4 DÍAS NOS DARÁ A SU HIJO PARA QUE NOS SALVE”.

La verdad es que me ha impactado mucho. De repente he caído que sólo quedan 4 días para celebrar la Navidad, el nacimiento de nuestro Señor. Sí, es “fácil” como cristianos pensar o decir que el Señor va a nacer, que el Hijo de Dios nace para nuestra salvación. ¿Pero eso qué significa concretamente en mi vida? ¿Realmente dejo que Cristo muestre su salvación en mi día a día? ¿Y a qué espero si no es así?

¿Acaso me conformo con una “ley de mínimos cristianos”? Es decir, ir a Misa los Domingos, confesarme regularmente (o de vez en cuando… o de año en año, por Pascua de Resurrección, lo mínimo que me pide la Madre Iglesia), dar una limosna si tengo unas monedillas de sobra en el bolsillo y si no voy con demasiada prisa, ser buenecito, buenecita…

Y en todo esto, ¿a Cristo dónde le dejo?

Porque, yo no sé tú, pero cuando “yo” vivo así me quedo en eso: mi “yo”. YO soy la que va a Misa, YO soy la que se confiesa porque me hace bien, YO soy la que da limosna, YO soy la que intenta ser buena…

¿Y dónde te dejo, Señor? Si al final soy yo la que vive “en clave cristiana”, ¿cuándo dejo que se haga en mí tu Palabra (cfr. Lucas 1, 38) y que seas Tú por medio del Espíritu Santo quien viva en mí (cfr. Gálatas 2, 20)? 

Me impresiona la prontitud de los pastores que recibieron el anuncio del ángel de que el Salvador había nacido: se presentaron como estaban, con lo que eran y con lo que tenían, que era más bien nada pues estaban al raso cuidando los rebaños. Corrieron a su encuentro tal cual estaban, porque el regalo realmente ERA ÉL: Dios hecho Hombre. 

"Y sucedió que cuando los ángeles, dejándoles, se fueron al cielo, los pastores se decían unos a otros: «Vayamos, pues, hasta Belén y veamos lo que ha sucedido y el Señor NOS HA MANIFESTADO.» Y fueron A TODA PRISA, y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Al verlo, DIERON A CONOCER lo que les habían dicho acerca de aquel niño; y TODOS LOS QUE LO OYERON se maravillaban de lo que los pastores les decían. María, por su parte, guardaba todas estas cosas, y las MEDITABA en su corazón. Los pastores se volvieron GLORIFICANDO Y ALABANDO A DIOS por todo lo que habían oído y visto, conforme a lo que se les había dicho." (Lucas 2, 16-20)

El regalo que quiere Jesús es tú mismo, tu corazón. Tal como está, tal como estás todo tú, para que Él pueda vivir en ti y a través de ti, y que cuantos te vean vivir se maravillen de la obra de Dios. Es decir, que Dios nos llama a ser santos, no cristianos del montón que se conforman con vivir tirando mediocremente. Y el santo no es alguien “excepcional y perfecto”, es alguien que se deja hacer otro Cristo por obra del Espíritu, en el día a día, en cada minuto, con cada latido de su corazón. Con la pobreza de como está y con lo que tiene, como los pastores en Belén.

Pero esto, como todo en la vida de la fe, es don y tarea. Don del Espíritu Santo que, como buena brújula, nos guía y santifica, y tarea por nuestra parte para que lo que Él quiere hacer con nosotros y a través de nosotros se lleve a cabo. No he puesto por casualidad esas mayúsculas en el texto de San Lucas. ¿A ti qué te dicen?

Creo que una clave muy buena para vivirlo podría ser esta frase de San Alberto Hurtado: 

¿Qué haría Cristo en mi lugar?"

Canción: Sopla
Autor: Jonatan Narvaez
Intérprete: Verónica Sanfilippo
https://youtu.be/qVkrRzlDizc

 


17 diciembre 2019

Árbol con nombres y títulos bíblicos de Jesús

Ya estamos empezando a recibir el típico mensaje con una imagen que forma un árbol con distintas palabras y donde se suele indicar cosas como "te regalo tu primer pino navideño, pásaselo a tus amigos".

Me he animado a hacer algo semejante, pero en este caso las palabras son nombres o títulos de Aquel por quien realmente celebramos la Navidad: Jesucristo, el Hijo de Dios que se hace Carne por nuestra Salvación.

Aunque aún estamos en Adviento, os lo comparto.

¡Ven, Señor Jesús! 🙌💓




La intuición de Juan Bautista era correcta

"En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, mandó a sus discípulos a preguntarle: ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?"

Así comenzaba el pasado Domingo día 15, III de Adviento, el evangelio según san Mateo (11, 2-11) que se leía en la Eucaristía.

Escuché y leí varios comentarios-homilías ese día, y en todos ellos se hablaba del dudar, de las faltas de fe, que todos podemos vivir momentos de dudas y oscuridad como el de San Juan Bautista... Todos ellos fueron enriquecedores, pero no encontré en ninguno lo que yo sentí orando este evangelio y que ahora os quiero compartir:

Juan era el precursor, la voz que clamaba en el desierto, quien urgía a la conversión del corazón para preparar la venida del Mesías. Su vida era urgencia porque Aquel que anhelaba su corazón estaba por llegar, pronto, muy pronto.

Y entonces es encarcelado. Como en la imagen que comparto, elegir a Dios y vivir en la verdad nos puede traer muchas veces sufrimiento, incomprensión y lejanía de aquellos que amamos, persecución de aquellos que no nos quieren, soledad, el corazón se nos vuelve a romper... Es profundamente doloroso muchas veces elegirle y elegir vivir en la verdad. ¿Pero qué otra cosa podemos hacer?

Creo que San Juan Bautista vivió esto en la cárcel. No creo que tuviera dudas de fe. Creo que la urgencia de su corazón le hacía clamar por conocer si Jesús era el Mesías que él esperaba. No por dudas, sino porque sabía que su fin, su muerte, estaba cerca y su corazón necesitaba descansar en la certeza de haber cumplido su misión. De no haber fallado al Espíritu de Dios que le movía.

Con profunda humildad hace llegar su pregunta, intentando comprender los designios del Dios Amor al que había entregado su vida y que ahora le había llevado a la cárcel sin saber si la intuición de su corazón era correcta: que Él estaba cerca. 

Y me imagino a Juan descansando, aún en medio de su sufrimiento y soledad, con una media sonrisa al recordar la respuesta que le había mandado traer Jesús: "Id y anunciad a Juan lo que estás viendo y oyendo...".

Sí, Juan, tu intuición era correcta. Tu docilidad al Espíritu Santo te llevó a cumplir la misión para la que habías nacido. Ahora sufres y estás solo, pronto morirás, pero has sido un fiel cumplidor, en lo poco y en lo mucho. ¡Entra en el gozo de tu Señor! (cfr. Mateo 25, 23). Y allí, de sus propios labios, escucharás la hermosa alabanza que quiso que quedara escrita para la posteridad: "En verdad os digo que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan el Bautista".

Querido Juan, enséñanos a amarle, a esperarle y a clamar, como tú, ¡ven, Señor Jesús!


Canción: Enséñame a amarte.
Autor: Juanjo Trujillo
Intérprete: Azeneth González