19 noviembre 2018

Sanados y felices

"Moisés hizo partir del mar Rojo a Israel, que se dirigió hacia el desierto de Sur. Caminaron tres días por el desierto sin encontrar agua. Llegaron a Mará, pero no pudieron beber el agua de Mará, porque era amarga. Por eso se llamó aquel lugar Mará, El pueblo murmuró contra Moisés, diciendo: `¿Qué vamos a beber?´. Moisés clamó al Señor y el Señor le mostró un madero. Él lo echó al agua y el agua se volvió dulce" (Éxodo 15, 22-25)

Hay veces que pasamos etapas de desierto en nuestra vida. Incluso en la historia de la humanidad. Muchos dicen que ahora es una de esas épocas. Podemos leer sobre el tema en muchos sitios, por todas partes nos hablan de ello, así que no me voy a quedar ni a profundizar ahí.

Voy a profundizar en nuestro Señor, que es el único importante, el único que permanece vivamos lo que vivamos.

En el texto del libro del Éxodo que encabeza esta entrada, podemos descubrir muchas cosas hermosas. El pueblo de Israel, con Moisés a la cabeza, caminaba por el desierto sin encontrar agua. El agua, fuente de nuestra vida, sin la cual no podemos sobrevivir.

Y al final encontraron agua, en Mará, pero el agua era amarga. La palabra mará significa "amarga". Cuántas veces intentamos calmar nuestra sed bebiendo en "aguas" amargas, que no nos sacian o que llenan de podredumbre nuestras vidas. Y nos llevan a la amargura, a la murmuración, contra Dios, contra todo lo que nos rodea, incluso contra nosotros mismos. En nuestra época hay muchas de estas "aguas", pero tampoco me voy a quedar ahí.

Me quedo con lo que viene después en la Palabra de Dios: "Moisés clamó al Señor y el Señor le mostró un madero. Él lo echó al agua y el agua se volvió dulce". El madero... el madero salvó al pueblo. El madero, echado en medio de las aguas amargas, las volvió dulces. ¿A qué nos recuerda este madero? Sí... al madero donde fue clavado Aquel que es la salvación del mundo. Al madero de la Cruz donde todas nuestras amarguras, sufrimientos, muertes encontraron respuesta. El madero que hoy, abrazado (abrazados a Aquel que en él cuelga), convierte en dulzura todas nuestras podredumbres, todas nuestras tristezas, todas nuestras amarguras... y a cambio nos llena de la dulzura de la esperanza, de la paz, de la vida, que es vida eterna.

"Entonces dijo Jesús a sus discípulos: Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá, pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si arruina su vida?" (Mateo 16, 24-26)

De qué nos servirá, tú que me lees... ¿de qué nos servirá? ¿De qué te servirá?

Y ahora a lo mejor te preguntas cómo es aquello de "perder" la vida por el Señor. La Palabra de Dios nos sigue dando la respuesta: "Si escuchas (es decir, tú y yo) atentamente la voz de Yahvé, tu Dios, y haces lo recto a sus ojos, y obedeces sus mandatos y guardas todos sus preceptos (...); porque yo soy Yahvé, el que te SANA" (Éxodo 15, 26)

Fíjate en los verbos, nos dan la clave:

- ESCUCHA atentamente.
- HAZ lo recto.
- OBEDECE sus mandatos.
- GUARDA todos sus preceptos.

El Señor no para de repetirnos siempre las mismas cosas: "Ahora Israel (es decir, de nuevo tú y yo), ¿qué te pide el Señor, tu Dios, sino que temas (este temer no es "miedo", es amar tan profundamente al Señor que no deseas desagradarle ni ofenderle) al Señor, tu Dios, siguiendo todos sus caminos, y que le ames y que sirvas al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma, observando los preceptos del Señor y los mandatos que yo te mando hoy, para que seas FELIZ?" (Deuteronomio 10, 12-13)

¿Y cuál es la conclusión de ambos textos? Que Dios es el que te SANA y el que te hace FELIZ.

¿Queda algo más por decir...? Sí, lo que Él nos tenga que decir. Vayamos a sus pies a escuchar...

Canción: Una luz
Autor: Jonatan Narváez
Intérprete: Verónica Sanfilippo
https://youtu.be/RUz_f4LS-ew