26 noviembre 2018

Fin de año... ¿año nuevo?

Toda esta semana está envuelta en la celebración tan hermosa de Cristo Rey y en la perspectiva del cercano comienzo del Adviento.

Con el Adviento comienza el nuevo año litúrgico. Realmente la celebración del 31 de diciembre es algo "civil": cambiamos de número en el calendario. El "fin de año" verdadero de los cristianos es ahora. Y si el 31 es muy común hacer propósitos para el nuevo año, ¿por qué no hacerlos ahora y con mayor motivo?

Yo este año quiero centrarme en algo que he venido observando tiempo atrás. Personalmente me gusta el mundo de las nuevas tecnologías. Es cierto que veo (y a veces sufro) sus riesgos, sus deficiencias para una comunicación profunda y veraz, o su mala utilización. Pero creo que ha abierto a la humanidad a una riqueza en la comunicación globalizada que antes no teníamos. Y, bien usadas, eso es positivo.

Pero cada vez más echo de menos algo: la educación en las redes. Lo normal es que, cuando nos encontramos con alguien en persona o la llamamos por teléfono, lo primero que hagamos es saludar a esa persona. Incluso, de forma afectiva preguntar qué tal le va. Aunque sea algo tan sencillo como eso, nos humaniza y acerca al otro. 

Al principio, cuando comenzó todo el tema de la comunicación automática gracias a internet (desde el Messenger de Hotmail al actual Whatsapp o el resto de redes sociales) esto seguía siendo así. Pero he observado que cada vez es menos frecuente. Directamente escribimos un mensaje, entrando en la vida de la otra persona de sopetón, sin delicadeza y sin "pedir permiso" con un simple saludo cordial. Tengo que reconocer que me molesta mucho cuando esto ocurre, conmigo o con otras personas. Si estamos en medio de un intercambio por algún motivo concreto, en cierto modo lo entiendo, pues es continuar el hilo de una conversación. Pero me ha pasado mucho que alguien me escribe un mensaje después de un tiempo sin contacto (aunque sean días) sólo con una frase pidiendo algo, sin un saludo y un por favor delante, y un gracias después. En mi época se enseñaba que tratar a alguien de este modo es hacerlo sin respeto, sin valorarla con delicadeza y dándole órdenes.

Esto es lo que nos vende también la sociedad de hoy. No nos dejemos vencer. Como cristianos, dejemos que Cristo también reine en estos pequeños detalles. Hagamos sentir al otro con la dignidad que tiene como hijo de Dios. No le tratemos como cualquier "cosa" inmediata y a nuestro alcance.

Fijémonos en lo que nos dice el mismo Jesucristo en el Evangelio, sólo algunos ejemplos: "Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa" (Lucas 10, 5); "Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros" (Juan 20, 19b); "Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo" (Juan 20, 21). Jesús nos lo repite porque en esto también somos enviados.

O el ejemplo en la vida de la Virgen María: "...en cuanto Isabel oyó el saludo de María" (Lucas 1, 41)

Y San Pablo también nos habla de ello, entre otros en: "Saludaos unos a otros con el beso santo" (Romanos 16, 16); "Y sed también agradecidos" (Colosenses 3, 15)

Demos la vida también en estos pequeños detalles. ¿De qué sirve hacer grandes sacrificios si no nos cuidamos en lo pequeño? 

"Por tanto, si alguno está en Cristo es una criatura nueva" (2 Corintios 5, 17)


Canción: Todo lo haces nuevo
Autores: Athenas y Tobías Buteler