Septiembre es el mes de la Biblia. En distintas ocasiones varias personas me han pedido consejo sobre cómo acercarse a la Biblia. Cómo leerla.
Siempre les animo a comenzar por el Evangelio y después continuar por el resto del Nuevo Testamento, en especial los Hechos y las Cartas. Porque sólo desde el Nuevo Testamento adquiere sentido el Antiguo.
También es muy buena idea leer las lecturas que nos propone nuestra Madre Iglesia para la Eucaristía del día. Una lectura meditada nos va iluminando el alma y la vida. Y, sobre todo, nos regala poder ir conociendo más el Corazón de Dios, dejándonos empapar por su Espíritu Santo. Este mismo Espíritu que, poco a poco, muy sutilmente, irá cambiando nuestra mirada sobre la vida y nuestro corazón.
Del Evangelio de hoy (Lc 6, 6-11), yo me quedo con este texto: "Jesús les dijo: Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir? Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: Extiende el brazo" (versículos 9 y 10)
¿Cómo sería esa mirada de Jesús? En una homilía escuché que era una mirada de corrección, de llamar la atención a los letrados y fariseos.
Pero yo no puedo evitar pensar en esa mirada de otro modo: sencillamente como la mirada de Jesús que yo he sentido sobre mi vida cuando me he apartado del Amor y de la Vida en plenitud que Él me ofrecía. Una mirada llena de ternura, compasión y cariño. Una mirada al mismo tiempo llena de dolor por mí, por mi vida desorientada y vacía. Una mirada de esas que atraviesan el alma y que jamás deja indiferente. Una mirada que restituye y que invita a volver a Casa.
Creo que esa era la mirada de Jesús. Para mí hoy contemplar el Evangelio es verme en la escena, sentada con los letrados y fariseos. Observando cómo Jesús posa sus ojos, lentamente, sobre cada uno y dejándome arropar por esa mirada cuando, al fin, se cruza con la mía.
Es una mirada que me invita a ir más allá del cumplimiento de la ley ("hay que...", "tienes que...") y que me habla de salvación, la mía y la del hermano que yace a mi lado, con el brazo paralizado. Porque, en el fondo, su parálisis es la mía. Tantas y tantas veces mi vida también está así, paralizada, por el pecado, por la falta de Amor, de confianza, de entrega, de perdón, de generosidad... Así que yo también extiendo mi vida herida y paralizada ante la Misericordia de Jesús para que Él la sane.
Es una mirada que me invita a hacer mío el dolor de mi hermano, de mi prójimo, del que está cercano. Y también hacer mío su gozo, ante la alegría del paso del Amor de Dios por su vida, de la sanación de su parálisis. Una mirada acompañada de una pregunta que me interpela y que me invita a escoger siempre el camino del bien.
Hay tanto, tanto que ver en esta hermosa escena. Tanto que hacer Vida en nuestra vida. Te animo a acercarte al Evangelio o al resto de las lecturas que hoy hemos leído en Misa. Hay todo un tesoro por descubrir. Para ti y para mí. Y, si quieres, puedes compartir con todos los lectores del blog algún detalle de las lecturas que te haya gustado. Seguro que todos seremos enriquecidos con ello :-)
Canción: Quién nos separará
Autor: Marco Barrientos
https://www.youtube.com/watch?v=vG11QPsDWEM
05 septiembre 2016
04 septiembre 2016
Más allá...
Hoy ha sido canonizada la Madre Teresa de Calcuta. Esto no es ninguna novedad, ¿verdad? A lo largo del día se han intercambiado en las redes sociales todo tipo de imágenes, vídeos, frases, etc. que hacen referencia a esta mujer pequeña en tamaño pero grande en espíritu y fortaleza.
Porque su fortaleza venía de Dios. Y creo que esa es la clave. Como todos los santos, la vida de la Madre Teresa sólo tenía un objetivo. Y no, no eran los pobres. Era Dios. Sólo Dios. Y sólo desde Él se entiende su vida.
Intercambiar frases, imágenes, etc. está fenomenal. Nos enriquece muchísimo y es un regalo. Pero la Madre Teresa, como todos los santos, nos invitan a ir más allá. Siempre más allá. Y hoy ese más allá lo encontramos en el evangelio del día, que también ha sido el evangelio proclamado en la canonización. No hacía falta cambiarlo:
"Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío" (Lc 14, 33)
El verbo "renunciar" nos parece terriblemente negativo. Parecería que Dios está empeñado en quitarnos cosas que nos hacen felices. Y eso nos encoge, porque parece que Dios no nos permite ser, que no nos permite vivir nuestros anhelos más profundos. Tristeza, amargura, pensar sólo en lo que perdemos... son sólo algunas de las consecuencias. Seguro que se os ocurren muchas más.
No sé a vosotros, pero a mí la Madre Teresa no me parecía una mujer encogida. Ni ningún santo. Más bien al contrario. Encontraron que en ese dejarlo todo, dejar todos sus bienes, su vida se ensanchaba hasta límites insospechados. Más bien hasta ningún límite, porque Dios no tiene límite. Y no son únicamente los bienes materiales, la opción por la pobreza, sino todo tipo de juicios, ideas, anhelos...que no tengan relación con lo que Dios quiere para nosotros. Porque sólo en su voluntad SOMOS. Somos plenamente lo que estamos llamados a ser. Sólo en Él encontramos nuestro verdadero ser.
Y esta opción de vida nos plenifica, como a la Madre Teresa. Como a todos los santos. Y este camino nos hace plenamente felices, en una paz y una libertad jamás imaginados aunque siempre hayan sido anhelados. Sólo desde ahí se entiende su mirada, sólo desde ahí se comprende su sonrisa, únicamente desde ahí su entrega a los más pobres entre los pobres fue una realidad.
Dejemos que Madre Teresa nos muestre cuál es la Fuente y el Sentido de su vida. Dejémonos acompañar y guiar. No nos quedemos en la belleza de su vida santa y en la admiración por todo lo que hizo. Vayamos más allá...
Canción: Ya podría yo
Autor: Fray Nacho (mercedario)
https://www.youtube.com/watch?v=qMbI_53fZPo
Porque su fortaleza venía de Dios. Y creo que esa es la clave. Como todos los santos, la vida de la Madre Teresa sólo tenía un objetivo. Y no, no eran los pobres. Era Dios. Sólo Dios. Y sólo desde Él se entiende su vida.
Intercambiar frases, imágenes, etc. está fenomenal. Nos enriquece muchísimo y es un regalo. Pero la Madre Teresa, como todos los santos, nos invitan a ir más allá. Siempre más allá. Y hoy ese más allá lo encontramos en el evangelio del día, que también ha sido el evangelio proclamado en la canonización. No hacía falta cambiarlo:
"Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes, no puede ser discípulo mío" (Lc 14, 33)
El verbo "renunciar" nos parece terriblemente negativo. Parecería que Dios está empeñado en quitarnos cosas que nos hacen felices. Y eso nos encoge, porque parece que Dios no nos permite ser, que no nos permite vivir nuestros anhelos más profundos. Tristeza, amargura, pensar sólo en lo que perdemos... son sólo algunas de las consecuencias. Seguro que se os ocurren muchas más.
No sé a vosotros, pero a mí la Madre Teresa no me parecía una mujer encogida. Ni ningún santo. Más bien al contrario. Encontraron que en ese dejarlo todo, dejar todos sus bienes, su vida se ensanchaba hasta límites insospechados. Más bien hasta ningún límite, porque Dios no tiene límite. Y no son únicamente los bienes materiales, la opción por la pobreza, sino todo tipo de juicios, ideas, anhelos...que no tengan relación con lo que Dios quiere para nosotros. Porque sólo en su voluntad SOMOS. Somos plenamente lo que estamos llamados a ser. Sólo en Él encontramos nuestro verdadero ser.
Y esta opción de vida nos plenifica, como a la Madre Teresa. Como a todos los santos. Y este camino nos hace plenamente felices, en una paz y una libertad jamás imaginados aunque siempre hayan sido anhelados. Sólo desde ahí se entiende su mirada, sólo desde ahí se comprende su sonrisa, únicamente desde ahí su entrega a los más pobres entre los pobres fue una realidad.
Dejemos que Madre Teresa nos muestre cuál es la Fuente y el Sentido de su vida. Dejémonos acompañar y guiar. No nos quedemos en la belleza de su vida santa y en la admiración por todo lo que hizo. Vayamos más allá...
Canción: Ya podría yo
Autor: Fray Nacho (mercedario)
https://www.youtube.com/watch?v=qMbI_53fZPo
02 septiembre 2016
¿Nos ahogamos... o nos dejamos levantar?
Seguimos avanzando con el nuevo curso. Etapa nueva y, como todo lo nuevo, llena de cosas desconocidas. Ya sea porque empezamos un nuevo ciclo en nuestra vida, ya sea que sigamos en el ciclo que traíamos; siempre hay cosas nuevas, experiencias nuevas, personas nuevas.
Y la novedad siempre es enriquecedora. Como hoy me recordaba un ex alumno, y ahora amigo, las circunstancias que vivimos en la vida nos configuran en la persona que hoy somos.
Hoy miro hacia atrás y veo cosas que en su día no me gustaron demasiado (algunas más bien nada, jej). Miro mi vida ahora y sigo viendo cosas que hay que mejorar. Pero me gusta lo que veo, porque veo la obra de Dios. Por la Gracia de Dios soy lo que soy, y su Gracia no se ha frustrado en mí (cfr. 1 Cor 15, 10)
Y miro la nueva etapa... y algo de vértigo me da. ¡Cómo no! Pero, como diría San Francisco, ¡no hay que asustarse! Nuestro Padre Dios nos cuida desde el Cielo; pertenecemos a Jesucristo porque Él nos compró con su Sangre; nuestra Madre María no nos deja jamás de su mano y en el Espíritu Santo tenemos un fiel aliado. Me encanta esta cita de Isaías 49, 15-16: "¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada". ¿Puede haber un descanso mayor?
Pues aún el Señor nos da una "muleta" más para nuestro caminar: ¡los santos! Ellos nos llevan la delantera en este camino por el que vamos a transitar. Hoy quiero compartiros unas palabras de San Germán (año 730), recordadas por el Papa Benedicto XVI en una catequesis del 29 de abril de 2009:
"¿Acaso podría suceder, Santa Madre de Dios, que los cielos y la tierra, tan honrados con tu presencia, pudieran dejar desamparados a los hombres y mujeres sin tu protección? No. Es imposible pensar tal cosa... No abandonaste a aquellos a quienes Tú garantizaste salvación... Tú, oh Madre, estás siempre cerca de todos y a todos proteges; y, aunque nuestros ojos son incapaces de verte, sabemos, ¡oh, Santa Madre!, que habitas entre nosotros y que te haces presente de las más peculiares maneras...".
Pues eso... ¿seguimos mirando nuestro "ombligo" y nos ahogamos, o nos dejamos levantar y guiar por la Misericordia de Dios? Yo opto por caminar sobre el mar :-)
Canción: Oceans
Autor: Hillsong
https://www.youtube.com/watch?v=2BJ0OA0nXPY
Y la novedad siempre es enriquecedora. Como hoy me recordaba un ex alumno, y ahora amigo, las circunstancias que vivimos en la vida nos configuran en la persona que hoy somos.
Hoy miro hacia atrás y veo cosas que en su día no me gustaron demasiado (algunas más bien nada, jej). Miro mi vida ahora y sigo viendo cosas que hay que mejorar. Pero me gusta lo que veo, porque veo la obra de Dios. Por la Gracia de Dios soy lo que soy, y su Gracia no se ha frustrado en mí (cfr. 1 Cor 15, 10)
Y miro la nueva etapa... y algo de vértigo me da. ¡Cómo no! Pero, como diría San Francisco, ¡no hay que asustarse! Nuestro Padre Dios nos cuida desde el Cielo; pertenecemos a Jesucristo porque Él nos compró con su Sangre; nuestra Madre María no nos deja jamás de su mano y en el Espíritu Santo tenemos un fiel aliado. Me encanta esta cita de Isaías 49, 15-16: "¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo de sus entrañas? Pues aunque se llegasen a olvidar, yo no te olvido. Míralo, en las palmas de mis manos te tengo tatuada". ¿Puede haber un descanso mayor?
Pues aún el Señor nos da una "muleta" más para nuestro caminar: ¡los santos! Ellos nos llevan la delantera en este camino por el que vamos a transitar. Hoy quiero compartiros unas palabras de San Germán (año 730), recordadas por el Papa Benedicto XVI en una catequesis del 29 de abril de 2009:
"¿Acaso podría suceder, Santa Madre de Dios, que los cielos y la tierra, tan honrados con tu presencia, pudieran dejar desamparados a los hombres y mujeres sin tu protección? No. Es imposible pensar tal cosa... No abandonaste a aquellos a quienes Tú garantizaste salvación... Tú, oh Madre, estás siempre cerca de todos y a todos proteges; y, aunque nuestros ojos son incapaces de verte, sabemos, ¡oh, Santa Madre!, que habitas entre nosotros y que te haces presente de las más peculiares maneras...".
Pues eso... ¿seguimos mirando nuestro "ombligo" y nos ahogamos, o nos dejamos levantar y guiar por la Misericordia de Dios? Yo opto por caminar sobre el mar :-)
Canción: Oceans
Autor: Hillsong
https://www.youtube.com/watch?v=2BJ0OA0nXPY
01 septiembre 2016
Tragando... ¿agua?
Este verano he tenido la oportunidad de ir unos días a la playa. Ha sido, una vez más, un regalo del Señor. Él sabe bien cuánto me gusta el mar...
Esos días el agua estuvo muy tranquila por lo general. Daba gusto bañarse y observar el infinito que se abre en el horizonte, dejándome arrastrar por la belleza de la creación y soñando con la belleza de su Creador.
Sin embargo, uno de los días el agua estaba un poco picada. Se levantó la brisa y pequeñas olas jaleaban la playa. La verdad es que así el mar es más divertido, así que me lancé al agua sin pensarlo mucho.
Una vez escuché que contemplar el mar es como contemplar la Misericordia de Dios: no tiene fin, no puedes ver su límite más allá del horizonte. Cuando me encontraba en el agua, recordando esas palabras, una de las olas vino un poco más fuerte de lo normal y me pilló desprevenida. Sin saber cómo me encontré sumergida bajo el agua y parte de ella me la tragué.
Al salir a respirar pensé que ojalá mi vida fuera eso: sumergirme de tal modo en la Misericordia de Dios que no sólo me rodee externamente, sino que llene incluso lo más profundo de mi ser.
Comenzamos un nuevo curso y hoy eso le pido al Señor: que en el nuevo camino que se abre mi corazón sea dócil para dejarse inundar por su Amor y su Misericordia, y así sea canal de Misericordia para los que me rodean. ¿Te animas a pedirlo conmigo?
Canción: Himno oficial de la JMJ Cracovia 2016
Autor: Jakub Blycharz
https://www.youtube.com/watch?v=Wr0_x6mc0d8
Esos días el agua estuvo muy tranquila por lo general. Daba gusto bañarse y observar el infinito que se abre en el horizonte, dejándome arrastrar por la belleza de la creación y soñando con la belleza de su Creador.
Sin embargo, uno de los días el agua estaba un poco picada. Se levantó la brisa y pequeñas olas jaleaban la playa. La verdad es que así el mar es más divertido, así que me lancé al agua sin pensarlo mucho.
Una vez escuché que contemplar el mar es como contemplar la Misericordia de Dios: no tiene fin, no puedes ver su límite más allá del horizonte. Cuando me encontraba en el agua, recordando esas palabras, una de las olas vino un poco más fuerte de lo normal y me pilló desprevenida. Sin saber cómo me encontré sumergida bajo el agua y parte de ella me la tragué.
Al salir a respirar pensé que ojalá mi vida fuera eso: sumergirme de tal modo en la Misericordia de Dios que no sólo me rodee externamente, sino que llene incluso lo más profundo de mi ser.
Comenzamos un nuevo curso y hoy eso le pido al Señor: que en el nuevo camino que se abre mi corazón sea dócil para dejarse inundar por su Amor y su Misericordia, y así sea canal de Misericordia para los que me rodean. ¿Te animas a pedirlo conmigo?
Canción: Himno oficial de la JMJ Cracovia 2016
Autor: Jakub Blycharz
https://www.youtube.com/watch?v=Wr0_x6mc0d8
31 agosto 2016
Cada día es como una vida
Mañana es día 1 de septiembre. Aunque el año civil comienza el día 1 de enero y el año litúrgico con el Adviento, creo no equivocarme si afirmo que para muchos esta fecha del 1 de septiembre es como un nuevo comienzo.
Algunos lo llamamos "comenzar el curso". El parón estival siempre supone un antes y un después.
Pero hoy, pensando que mañana es día 1, reflexionaba sobre todo lo ocurrido y vivido este verano. Y una certeza me brota del corazón: que en un sólo día podemos vivir una vida entera. Podemos experimentar todo tipo de sensaciones, sentimientos, pensamientos, hechos, palabras... que nos hacen sentir niños, aprendices jóvenes, adultos o muy, muy viejos. Sin cambiar externamente en nada, el corazón crece. Madura. Florece.
Realmente, como dice la Escritura, hay un tiempo para todo. "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el sol" (Ecl 3, 1). Y, por mucho que nos empeñemos, es difícil adelantar los tiempos. Lo que debe ocurrir para lanzarnos a vivir con una plenitud mayor, ocurrirá. En el momento apropiado. En el momento justo. Cuando el corazón pueda florecer con una novedad que antes, tal vez, no hubiera sabido acoger.
En un único día el corazón puede ser deslumbrado por la belleza del vuelo de una mariposa o el ajetreo incesante y solidario de las hormigas. En un sólo día puede asombrarse por la vieja piel abandonada por un insecto, intacta en su estructura, o por la destreza de la cigüeña construyendo su nido. En un único día el corazón puede comenzar a enamorarse y, al instante, retirarse por amor y respeto a otra persona. En un sólo día puedes andar, casi sin querer, buscando aprobación y "medallas" y, al instante, sentir la inmensa libertad de saberte pobre instrumento de Dios. En un único día puedes gozarte ante la imagen de una nueva vida en el seno de su madre y gozarte de la vida eterna que otra persona ha alcanzado tras su muerte.
Comienza un nuevo curso, sí. Pero no es igual a los anteriores. Nunca nada es igual. Porque nosotros ya no somos iguales. Hemos crecido. Hemos madurado. Hemos florecido en el amor. Un poquito o un mucho. Eso no importa. ¿Acaso importa la medida? Sólo importa que Dios va haciendo su obra en nosotros. Sólo importa que nuestra Madre María nos acompaña y guía en este dejarnos hacer.
Cada día es como una vida. No hay que asustarse ante nuestras pobrezas. No hay que asustarse ante nuestras fortalezas. La esperanza ante la belleza que nos espera nos lleva la delantera. Únicamente hay que vivir.
Canción: Still / Quietud
Intérprete: Catedral de la Fe
https://www.youtube.com/watch?v=r1L_60fKVlY
Algunos lo llamamos "comenzar el curso". El parón estival siempre supone un antes y un después.
Pero hoy, pensando que mañana es día 1, reflexionaba sobre todo lo ocurrido y vivido este verano. Y una certeza me brota del corazón: que en un sólo día podemos vivir una vida entera. Podemos experimentar todo tipo de sensaciones, sentimientos, pensamientos, hechos, palabras... que nos hacen sentir niños, aprendices jóvenes, adultos o muy, muy viejos. Sin cambiar externamente en nada, el corazón crece. Madura. Florece.
Realmente, como dice la Escritura, hay un tiempo para todo. "Todo tiene su momento, y cada cosa su tiempo bajo el sol" (Ecl 3, 1). Y, por mucho que nos empeñemos, es difícil adelantar los tiempos. Lo que debe ocurrir para lanzarnos a vivir con una plenitud mayor, ocurrirá. En el momento apropiado. En el momento justo. Cuando el corazón pueda florecer con una novedad que antes, tal vez, no hubiera sabido acoger.
En un único día el corazón puede ser deslumbrado por la belleza del vuelo de una mariposa o el ajetreo incesante y solidario de las hormigas. En un sólo día puede asombrarse por la vieja piel abandonada por un insecto, intacta en su estructura, o por la destreza de la cigüeña construyendo su nido. En un único día el corazón puede comenzar a enamorarse y, al instante, retirarse por amor y respeto a otra persona. En un sólo día puedes andar, casi sin querer, buscando aprobación y "medallas" y, al instante, sentir la inmensa libertad de saberte pobre instrumento de Dios. En un único día puedes gozarte ante la imagen de una nueva vida en el seno de su madre y gozarte de la vida eterna que otra persona ha alcanzado tras su muerte.
Comienza un nuevo curso, sí. Pero no es igual a los anteriores. Nunca nada es igual. Porque nosotros ya no somos iguales. Hemos crecido. Hemos madurado. Hemos florecido en el amor. Un poquito o un mucho. Eso no importa. ¿Acaso importa la medida? Sólo importa que Dios va haciendo su obra en nosotros. Sólo importa que nuestra Madre María nos acompaña y guía en este dejarnos hacer.
Cada día es como una vida. No hay que asustarse ante nuestras pobrezas. No hay que asustarse ante nuestras fortalezas. La esperanza ante la belleza que nos espera nos lleva la delantera. Únicamente hay que vivir.
Canción: Still / Quietud
Intérprete: Catedral de la Fe
https://www.youtube.com/watch?v=r1L_60fKVlY
04 abril 2016
A ti me rindo... ¡hágase!
Hoy celebramos en la Iglesia la Anunciación, litúrgicamente atrasada por haber caído este año en Viernes Santo. Y hoy pienso en el "Hágase" de la Virgen María a los planes de Dios para su vida y que nos marcó maravillosamente a toda la humanidad...
Hágase es rendir el corazón, aceptar la voluntad de Dios en lo pequeño y cotidiano de cada día. Sin quejas cuando no salen las cosas como yo quiero.
Hágase es rendir el corazón y hacer lo pequeño de forma extraordinaria, llenando de amor las pequeñas cosas cotidianas. Pero no de un amor cualquiera, sino del Amor de Dios, dejando que Él ame en mí.
Hágase es aceptar que mi vida no es mía, sino que el Señor tiene un plan para ella y con un fin que siempre será glorioso: la Resurrección y la vida eterna en el Cielo.
Hágase es mirar a Jesús: un Corazón dócil al querer del Padre, en constante escucha a su voluntad, que se mantiene sereno y elegante en su Pasión.
Hágase es mirar a María, que va aceptando los planes de Dios para su vida y la de su Hijo sin quejas ni amarguras, y que nos susurra a cada instante al corazón: "Haced lo que Él os diga".
Hágase es dejarse lavar los pies, como Pedro en la Última Cena. Dejar que Cristo abrace, lave y bese mis miserias, y las redima, y pueda encontrar su Rostro cuando abrazo las de mis hermanos y me pongo a su servicio.
Hágase es reconocer mi pobreza, como el Buen Ladrón en la cruz, y, a pesar de una vida de pecado, dejarme salvar como él gratuitamente por la Misericordia de Cristo. Sin méritos, sin hacer nada, más que reconocer mi necesidad de Salvación. Es reconocer que todo es Gracia.
Hágase es una actitud de vida, de corazón y de mente. No algo de sólo un momento "de subidón" en la oración y olvidarlo. El voluntarismo, el hacer las cosas "por puños", normalmente nunca tiene buen término. Es rendirse, abandonarse, que el decirle sí a Dios forme parte de cada latido de mi corazón, de cada respiración. Eso sí da frutos de paz, de amor, de santidad.
Esto es lo que te pido y anhelo, Señor. Que nunca más ande poniendo parches ni tiritas. Que mi vida siempre esté abierta ante ti. Sin excusas, sin mentiras, sin caretas ni dobles caras. Quiero una vida limpia ante ti, con una mirada limpia que me permita descubrir tu Rostro a cada instante: en lo que me gusta y en lo que no. Porque, ya sea con Rostro de Viernes Santo, doliente y crucificado, ya sea con Rostro transfigurado en la Resurrección, eres Tú el que me sale al encuentro, ofreciéndome una vida más plena, más hermosa, más digna, más llena de belleza de lo que jamás podría imaginar. Tú me la ofreces y yo debo acogerla desde mi sí, desde mi hágase, pobre y humilde, y seguro que lleno de errores, pero sincero y fiel.
¡Hágase, Señor! ¡Haz Tú en mí según tu voluntad! ¡A ti me rindo!
Canción: A ti me rindo
Intérprete: Hillsong
https://www.youtube.com/watch?v=Leyc6u9ynmM
(existe una versión en castellano del propio Hillsong aquí: https://www.youtube.com/watch?v=YPs-akTj_P0 )
Hágase es rendir el corazón, aceptar la voluntad de Dios en lo pequeño y cotidiano de cada día. Sin quejas cuando no salen las cosas como yo quiero.
Hágase es rendir el corazón y hacer lo pequeño de forma extraordinaria, llenando de amor las pequeñas cosas cotidianas. Pero no de un amor cualquiera, sino del Amor de Dios, dejando que Él ame en mí.
Hágase es aceptar que mi vida no es mía, sino que el Señor tiene un plan para ella y con un fin que siempre será glorioso: la Resurrección y la vida eterna en el Cielo.
Hágase es mirar a Jesús: un Corazón dócil al querer del Padre, en constante escucha a su voluntad, que se mantiene sereno y elegante en su Pasión.
Hágase es mirar a María, que va aceptando los planes de Dios para su vida y la de su Hijo sin quejas ni amarguras, y que nos susurra a cada instante al corazón: "Haced lo que Él os diga".
Hágase es dejarse lavar los pies, como Pedro en la Última Cena. Dejar que Cristo abrace, lave y bese mis miserias, y las redima, y pueda encontrar su Rostro cuando abrazo las de mis hermanos y me pongo a su servicio.
Hágase es reconocer mi pobreza, como el Buen Ladrón en la cruz, y, a pesar de una vida de pecado, dejarme salvar como él gratuitamente por la Misericordia de Cristo. Sin méritos, sin hacer nada, más que reconocer mi necesidad de Salvación. Es reconocer que todo es Gracia.
Hágase es una actitud de vida, de corazón y de mente. No algo de sólo un momento "de subidón" en la oración y olvidarlo. El voluntarismo, el hacer las cosas "por puños", normalmente nunca tiene buen término. Es rendirse, abandonarse, que el decirle sí a Dios forme parte de cada latido de mi corazón, de cada respiración. Eso sí da frutos de paz, de amor, de santidad.
Esto es lo que te pido y anhelo, Señor. Que nunca más ande poniendo parches ni tiritas. Que mi vida siempre esté abierta ante ti. Sin excusas, sin mentiras, sin caretas ni dobles caras. Quiero una vida limpia ante ti, con una mirada limpia que me permita descubrir tu Rostro a cada instante: en lo que me gusta y en lo que no. Porque, ya sea con Rostro de Viernes Santo, doliente y crucificado, ya sea con Rostro transfigurado en la Resurrección, eres Tú el que me sale al encuentro, ofreciéndome una vida más plena, más hermosa, más digna, más llena de belleza de lo que jamás podría imaginar. Tú me la ofreces y yo debo acogerla desde mi sí, desde mi hágase, pobre y humilde, y seguro que lleno de errores, pero sincero y fiel.
¡Hágase, Señor! ¡Haz Tú en mí según tu voluntad! ¡A ti me rindo!
Canción: A ti me rindo
Intérprete: Hillsong
https://www.youtube.com/watch?v=Leyc6u9ynmM
(existe una versión en castellano del propio Hillsong aquí: https://www.youtube.com/watch?v=YPs-akTj_P0 )
27 marzo 2016
Domingo de Resurrección... Y CRISTO PASÓ
Quiero desearos a todos una ¡¡MUY FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN!!
He elegido esta imagen para un día tan hermoso como hoy porque espero que todos hayáis tenido el inmenso regalo de experimentar el paso de Cristo por vuestras vidas en estos días de Semana Santa, especialmente durante el Triduo Pascual.
Ahora tenemos cincuenta días gloriosos para seguir profundizando en esta VERDAD de que CRISTO ha bajado a nuestros infiernos y HA RESUCITADO, hasta que podamos realmente clamar desde lo profundo: ¡¡verdaderamente ha resucitado, aleluya!! Porque ya no hay oscuridad, ni pecado, ni tristeza, ni soledad, ni muerte... que Cristo no haya visitado e iluminado en nuestras vidas. Esa es su PROMESA y su anhelo. Por nuestra parte sólo queda abrirse, consentir a su acción y vivir con un constante y agradecido "hágase" en el corazón.
Gracias, Cristo, por haber pasado por mi vida :-)
Muy unida a vosotros en oración. Que Dios os bendiga+
Canción: Secuencia de Pascua
Intérpretes: Oblatas de Cristo Sacerdote
https://www.youtube.com/watch?v=p4gYSrGI2-E
He elegido esta imagen para un día tan hermoso como hoy porque espero que todos hayáis tenido el inmenso regalo de experimentar el paso de Cristo por vuestras vidas en estos días de Semana Santa, especialmente durante el Triduo Pascual.
Ahora tenemos cincuenta días gloriosos para seguir profundizando en esta VERDAD de que CRISTO ha bajado a nuestros infiernos y HA RESUCITADO, hasta que podamos realmente clamar desde lo profundo: ¡¡verdaderamente ha resucitado, aleluya!! Porque ya no hay oscuridad, ni pecado, ni tristeza, ni soledad, ni muerte... que Cristo no haya visitado e iluminado en nuestras vidas. Esa es su PROMESA y su anhelo. Por nuestra parte sólo queda abrirse, consentir a su acción y vivir con un constante y agradecido "hágase" en el corazón.
Gracias, Cristo, por haber pasado por mi vida :-)
Muy unida a vosotros en oración. Que Dios os bendiga+
Canción: Secuencia de Pascua
Intérpretes: Oblatas de Cristo Sacerdote
https://www.youtube.com/watch?v=p4gYSrGI2-E
26 marzo 2016
Sábado Santo... SILENCIO
“Es el día del silencio de Dios”. “Debemos hacer todo lo posible para que sea un día de silencio, como aquel Día, que fue el día del silencio de Dios”. “Jesús depuesto en el sepulcro comparte con toda la humanidad el drama de la muerte. Es un silencio que habla y expresa el amor como solidaridad con los abandonados desde siempre, que el Hijo de Dios reúne colmando el vacío que solo la misericordia infinita del Padre Dios puede llenar” (Papa Francisco)
25 marzo 2016
Viernes Santo... POR MÍ
Meditación sobre el VIERNES SANTO, ciclo C - 2016 (P. Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo)
Hoy 25 de Marzo, se da una feliz coincidencia que no es nada frecuente: es Viernes Santo y es también la fecha en la que habitualmente se conmemora la Encarnación del Señor. Se cumple lo que se dice, con rigor, en algún villancico: que el Hijo de Dios vino al mundo para padecer. El Verbo de Dios que se ha hecho carne en las purísimas entrañas de María, no por el mundo, no por la humanidad, por cada uno de nosotros, viene para obedecer al Padre, viene para entregarse por nosotros en la Cruz.
Hoy es el Día del Gran Perdón: un día para mirar, dolerse y cambiar.
1. Mirar a Jesús. Hemos seguido a Jesús en su Pasión y nos preguntamos ¿cómo es posible? El hombre que pasa haciendo el bien, el hombre que habla como no ha hablado nadie, el hombre que brilla en su humanidad, es ahora un despojo más que un hombre. "No hay en Él parecer, no hay hermosura". Hemos de aprender a mirar a Jesús. Y mirarlo no de cualquier manera sino tal cual está ahora: Mirarlo en su soledad, mirarlo en su abandono. Mirarlo insultado, mirarlo ridiculizado. Mirarlo escupido, mirarlo herido hasta la extenuación. Sin nada en Él que esté sano. Lleno de oprobio. No apartes tu vista, no mires para otro lado. Es Jesús el que hace milagros, el que habla como nadie. ¿Puedes mantener la mirada? Perdón Señor, perdón, he sido yo. Gracias porque te entregas por mí.
2. Dolerme de Jesús. ¿No me conmueve? ¿Acaso puedo quedarme indiferente al verlo así? ¿Puedo quedarme acaso impasible ante tanto sufrimiento? ¿No siento en mi interior algo que hiere mi corazón en lo más profundo? Yo que me quejo con tanta facilidad, que cualquier cosa me cuesta tanto, ¿no me quedo parado ante tanto dolor? Hay falta de fe en el mundo, en muchos corazones que parecen secos y tristes, pero cuando veo la sequedad y la tristeza de todo un Dios que se ofrece por mí, ¿cómo puedo echárselo en cara? Solo puedo asociarme a María y, con ella, dejar que esa espada de dolor que atraviesa su corazón me recuerde que sus heridas son las que curan las mías. Y pedirle que las convierta en amor. Perdón, Señor, perdón, he sido yo. Dame fuerzas para convertir mi dolor en amor.
3. Cambiar por Jesús. Jesús mío, después de ver y dolerme ¿podré seguir igual? Yo que a veces estoy tan seguro de mí mismo... "Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la Misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra". Lo recordaba el Papa. No puedo seguir indiferente. ¿No habrá algo dentro de mí que me lleve a pensar que algo tengo que cambiar? Señor mío y Dios mío, que hay en mi interior mucha amargura, muchos resentimientos, muchos dolores, muchas decepciones, mucho desamparo y desesperanzas, y se van quedando ahí como enconados. No quiero quedarme a solas conmigo mismo. Mi soledad es solo vacío: quiero llenarla de tu amor y presencia entregada. Perdón, Señor, perdón. He sido yo. Hazme cambiar.
Que te mire, que no deje de mirarte, tengo tanto que aprender de Ti. Que me duela con tu dolor: es el único dolor que sana mis heridas, y me hará olvidarme de mi dolor tan pobre. Que cambie esa actitud interior tantas veces prepotente y egoísta, para llenarme de esa sencillez y humildad con la que te has entregado a la muerte por mí, para salvarme. Que mire, me duela y cambie de la mano de María Virgen Dolorosa.
Canción: Nadie te ama como Yo
Autor: Dios
Intérprete: Martín Valverde
https://www.youtube.com/watch?v=yymM1iZOgSk
Hoy 25 de Marzo, se da una feliz coincidencia que no es nada frecuente: es Viernes Santo y es también la fecha en la que habitualmente se conmemora la Encarnación del Señor. Se cumple lo que se dice, con rigor, en algún villancico: que el Hijo de Dios vino al mundo para padecer. El Verbo de Dios que se ha hecho carne en las purísimas entrañas de María, no por el mundo, no por la humanidad, por cada uno de nosotros, viene para obedecer al Padre, viene para entregarse por nosotros en la Cruz.
Hoy es el Día del Gran Perdón: un día para mirar, dolerse y cambiar.
1. Mirar a Jesús. Hemos seguido a Jesús en su Pasión y nos preguntamos ¿cómo es posible? El hombre que pasa haciendo el bien, el hombre que habla como no ha hablado nadie, el hombre que brilla en su humanidad, es ahora un despojo más que un hombre. "No hay en Él parecer, no hay hermosura". Hemos de aprender a mirar a Jesús. Y mirarlo no de cualquier manera sino tal cual está ahora: Mirarlo en su soledad, mirarlo en su abandono. Mirarlo insultado, mirarlo ridiculizado. Mirarlo escupido, mirarlo herido hasta la extenuación. Sin nada en Él que esté sano. Lleno de oprobio. No apartes tu vista, no mires para otro lado. Es Jesús el que hace milagros, el que habla como nadie. ¿Puedes mantener la mirada? Perdón Señor, perdón, he sido yo. Gracias porque te entregas por mí.
2. Dolerme de Jesús. ¿No me conmueve? ¿Acaso puedo quedarme indiferente al verlo así? ¿Puedo quedarme acaso impasible ante tanto sufrimiento? ¿No siento en mi interior algo que hiere mi corazón en lo más profundo? Yo que me quejo con tanta facilidad, que cualquier cosa me cuesta tanto, ¿no me quedo parado ante tanto dolor? Hay falta de fe en el mundo, en muchos corazones que parecen secos y tristes, pero cuando veo la sequedad y la tristeza de todo un Dios que se ofrece por mí, ¿cómo puedo echárselo en cara? Solo puedo asociarme a María y, con ella, dejar que esa espada de dolor que atraviesa su corazón me recuerde que sus heridas son las que curan las mías. Y pedirle que las convierta en amor. Perdón, Señor, perdón, he sido yo. Dame fuerzas para convertir mi dolor en amor.
3. Cambiar por Jesús. Jesús mío, después de ver y dolerme ¿podré seguir igual? Yo que a veces estoy tan seguro de mí mismo... "Si rompe cercos y cuestiona seguridades es para abrir una brecha al torrente de la Misericordia que, con el Padre y el Espíritu, desea derramar sobre la tierra". Lo recordaba el Papa. No puedo seguir indiferente. ¿No habrá algo dentro de mí que me lleve a pensar que algo tengo que cambiar? Señor mío y Dios mío, que hay en mi interior mucha amargura, muchos resentimientos, muchos dolores, muchas decepciones, mucho desamparo y desesperanzas, y se van quedando ahí como enconados. No quiero quedarme a solas conmigo mismo. Mi soledad es solo vacío: quiero llenarla de tu amor y presencia entregada. Perdón, Señor, perdón. He sido yo. Hazme cambiar.
Que te mire, que no deje de mirarte, tengo tanto que aprender de Ti. Que me duela con tu dolor: es el único dolor que sana mis heridas, y me hará olvidarme de mi dolor tan pobre. Que cambie esa actitud interior tantas veces prepotente y egoísta, para llenarme de esa sencillez y humildad con la que te has entregado a la muerte por mí, para salvarme. Que mire, me duela y cambie de la mano de María Virgen Dolorosa.
Canción: Nadie te ama como Yo
Autor: Dios
Intérprete: Martín Valverde
https://www.youtube.com/watch?v=yymM1iZOgSk
24 marzo 2016
Jueves Santo... AMOR
Meditación sobre el JUEVES SANTO, ciclo C - 2016 (P. Alfonso Sánchez-Rey López de Pablo)
"Habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo". Hasta el final, hasta las últimas consecuencias… El amor de Dios no es un amor ideal, no es un amor imposible, es un amor encarnado, para los que están en el mundo. Y desea que ese amor cale, hasta los “huesos” del alma. El Jueves Santo, Jesús quiere resumirlo todo. Todo su Evangelio, la Buena Noticia que ha traído a los hombres, es explicarnos las dimensiones del amor. Un amor real que se arrodilla, y se vuelca no sólo en palabras. Quería dejarlo claro: Que echáramos fuera de nosotros el egoísmo. Distinguir el amor verdadero de otras cosas que se llaman amor pero no lo son, por ejemplo el interés, el deseo, el dominio.
En esa tarde que está llena de confidencias y de cariño, Jesús se desborda mostrando lo que es amar:
1. Dejarnos amar por Dios. Hay una primera cosa de la que nos cuesta convencernos: Dios me ama, me ama con una singularidad tan arrolladora que resulta desconcertante. Dios es así, no puede dejar de querer, está en su esencia, lo lleva en las entrañas. Pero ese amor es tan limpio, es tan puro, que no quiere, por nada del mundo, imponerse, quiere darse por completo y para eso ha de ser aceptado en libertad. Si tú no lo aceptas, si no le abres las puertas de par en par, Dios estará a tu puerta, a la puerta de tu alma llamando, con la mano tendida mendigando tu amor. Tú puedes abrir las puertas y dejar que te llene. O cerrarlas. Está en ti.
2. Amar a Dios. Hay gente a la que no le sale amar a Dios. Y quizá tiene con Dios otras cosas: le tiene respeto, le tiene temor o incluso miedo porque lo ve estricto y justiciero. Unas veces lo ignora y otras lo evita, pero amarle de verdad y con cercanía, con sencillez, con naturalidad, les sale menos. Son como esos niños pequeños, cautelosos cuando están con un desconocido: saben que está allí delante, lo observan, les parece que en principio no les van a hacer daño, pero hay recelo. Que te quiera, Dios mío, que te ame sin reservas y de verdad, con toda el alma. Que sienta por Ti un amor real y práctico con detalles de cariño concretos, fiándome de Ti.
3. Amar a los demás. Cuando el Señor les dice a sus discípulos: "a vosotros os he llamado amigos" no lo dice por compromiso, sino comprometiéndose. Así he de querer yo a los demás. Decirle a alguien: "tu vida me importa" es una cosa muy grande. Cerrarse y no tener a nadie a quien decirle eso es muy triste. Necesitamos a los demás, incluso para ser más nosotros mismos necesitamos expresarles nuestro amor, porque estamos hechos a imagen y semejanza de Dios y también nuestra esencia es esa: querer. Una persona que no ama no es una persona completa. Lo que hiere más a una persona es no dejar espacio en el corazón para los demás.
4. Amarnos a nosotros mismos. Hay también una dimensión del amor que se va fraguando hacia adentro. Y no es menos importante, porque todo bien se forja en la intimidad del corazón y brota de ahí como una fuente que Dios alimenta porque enseña a quien se deja. No hay que confundirlo con el egoísmo. Y eso cómo se concreta: consiste en tratarse bien, sin hacerse la víctima, sin despreciarse, o anularse, porque somos queridos por Dios, instrumentos en sus manos para hacerlo presente. Sin juzgarse a uno mismo. Sin compararse con los demás. Sin mimarse a sí mismo. Dándolo todo, porque todo lo hemos recibido de Dios. Eso es quererse.
Jesús nos enseña a amar. Aprender a amar no es fácil. Pero es el gran secreto de nuestra vida, el secreto de la felicidad. Lo que más libera al hombre de sus pesos es el amor. El amor verdadero, auténtico, el amor que se recibe y se da como un don, como un regalo, de forma gratuita, sin esperar nada a cambio.
El amor se hace entonces tan ardiente que se entiende mejor a Dios que es Padre y es misericordia, que es Hijo y es entrega en la Cruz, es Espíritu Santo y es Consuelo y Paz y Alegría. Ese amor que sintió por Jesús, entrañablemente, Nuestra Madre la Virgen y ahora nos da a nosotros. Ojalá que aprendamos a amar con ese amor tan ardiente que quema todo lo que hay a su alrededor, convirtiéndolo en fuego.
Canción: Servidores sed
Autor: Agustín Sánchez
https://www.youtube.com/watch?v=Q7lv59VAlw8
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)