31 enero 2017

TESTIMONIO - A sus pies hay paz...

Cuando dejamos un mínimo huequito al Señor en nuestro corazón, Él se cuela y nos llena de todo aquello que verdaderamente necesitamos. Esta ha sido (y es) la experiencia de mi amiga Idoia Azpilikueta que hoy os comparto.

A SUS PIES HAY PAZ...

Siempre en casa nos han inculcado una religión Católica y Cristiana. No es que se viviera una fe tremenda, pero mi madre ha sido catequista durante muchísimos años y los Domingos íbamos a Misa. Me bautizaron, igual que a mis hermanos, hicimos la Primera Comunión, y de ahí en adelante nada más. 

Allá por las navidades de 1985 llamó una persona a casa, y nos dijo a mi hermana y a mí que habría una acampada de Navidad en un pueblo cercano al nuestro. Que habría muchos jóvenes, guitarras, buen ambiente, que sería un fin de semana justo antes de Reyes, y que estábamos invitadas. Que además de la ropa y del saco de dormir, deberíamos de llevar una biblia. Mi hermana enseguida dijo que ella no iba, yo en cambio dije que sí, aún sin tener muy claro a dónde iba, pero dije que SI. Ese fue mi primer SI al SEÑOR sin darme cuenta de ello.

Recuerdo que fuimos 6 chicas de diferentes edades, pero del mismo pueblo, y aunque sea de vernos en la calle nos conocíamos. En el autobús, comenzamos a hablar y nadie sabía a dónde iba, pero todas nos imaginábamos sobre qué iría la acampada, o al menos que tenía algo que ver con la Iglesia puesto que llevábamos una biblia, todas excepto una que se quedó con que habría guitarras. Pensó que iba a un concierto de rock.

Pasó ese fin de semana y la verdad es que el Señor sabe muy bien por dónde agarrarnos, y así lo hizo,…. nos encandiló y nos enamoró a base de canciones. Aún recuerdo muy bien la primera canción que el Señor puso en mi boca. “JESÚS ES, JESÚS ES SEÑOR, ALELUYA, ALELUYA, GLORIA A DIOS, GLORIA A DIOS”, palabras sencillas, pero que calaron profundamente en mí.

Después de aquella acampada, con la excusa de no olvidar las canciones comenzamos a juntarnos una vez a la semana. Quedábamos en un local que nos dejaron las monjas Clarisas de nuestro pueblo y grabábamos las canciones para no olvidarlas. Yo creo que el Señor ya estaba abriendo camino en nuestros corazones a base de la música, porque no hacíamos mucho más, cantar y grabar canciones. Rezábamos el Padre Nuestro y poco más.

Con el tiempo decidimos que aquellas reuniones no podían seguir siendo sólo para grabar canciones, así que con ayuda al principio de la madre superiora de las Clarisas y más tarde por nuestra propia iniciativa, comenzamos a introducir oraciones, algunas escritas y otras espontáneas, porque nos daba mucha vergüenza hablar en alto, así que al principio las llevábamos escritas y las leíamos.

Aquello que comenzó las navidades del 85, lleva funcionando como grupo de oración de la Renovación Carismática juntándose cada martes en el mismo local que nos cedieron hace 32 años, y de las 6 jóvenes que comenzamos somos 4 las que seguimos, así que pienso que el Señor hizo una buena obra regalándonos aquellas canciones.

El grupo ha tenido altibajos y cada uno de los que estamos también. La vida personal de cada uno es distinta aunque el amor del Señor nos una a todos por igual y yo soy una de esas personas que ha sufrido altibajos.

El grupo comenzó a ser más profundo, venía gente de fuera, algunos se quedaban, otros se marchaban, otras nos manteníamos… y conocí al que luego sería mi marido y padre de mis hijos en el grupo de oración. "¡Qué bueno!", pensaréis, los dos en el mismo camino, y así fue al principio. Llegaron los hijos y nos turnábamos para ir al grupo, pero poco a poco mi marido se fue apartando de Dios, del Señor, o eso pensaba yo al menos, porque ponía excusas para no ir al grupo.

Pasó el tiempo y mi vida cambió por completo de la mañana a la noche. Cuando llegué a casa me enteré que en mi matrimonio había una tercera persona y no era el SEÑOR. Mi vida se derrumbó y junto con la mía la de mis hijos. El tiempo quiso que mi matrimonio que hasta entonces había sido perfecto, o al menos sin ningún problema, terminara en un divorcio y con mi divorcio llegó mi enfado con el SEÑOR. Llegué a juzgarlo, a no querer saber nada de El ni de nadie de mi alrededor. Me ofrecían ayuda y yo no la aceptaba, los hermanos del grupo se ofrecían a orar por mí, y yo no les abría la puerta de mi corazón, ni a ellos ni a ese “Señor” que hacía más de 20 años se había ganado mi corazón. Para mí todo era negro, negativo, y nada ni nadie podía sacarme de aquel agujero porque mi corazón estaba cerrado con un gran candado, hasta que caí en una depresión. Había tocado fondo y ya nada me importaba, pero el Señor nunca te abandona y quiso que mi hija y mi hermana fueran mi mano derecha en aquellos momentos. Se valió de ellas para que poco a poco pudiera ir flotando.

Tiempo después me animé a ir a una eucaristía que celebraban como fin de un retiro y cuando llegué me acogieron como si nunca me hubiera marchado del grupo. En el abrazo de una hermana en concreto sentí el abrazo del Señor, sentí que nunca me había abandonado y poco a poco comencé a ir nuevamente al grupo. Al principio me costó un poco, pero poco a poco iba entrando nuevamente en oración, iba agradeciendo al Señor no haberme soltado nunca de su mano durante todo este tiempo. Aunque yo le negara cada minuto de mi vida, el Señor no había roto el cordón que nos unía.

Han ido pasando los años y el Señor me ha ido regalando muchas cosas, pero sentía que a cambio me pedía algo, y no sabía qué. Si tenía algún problema, se lo presentaba al Señor y al poco tiempo todo se solucionaba; si había algún dolor lo presentaba y el dolor desaparecía, y yo se lo agradecía, pero en mi corazón seguía sintiendo que el Señor quería algo más de mí.

Estas navidades, una hermana del grupo me dijo que teníamos que ir a la acampada de jóvenes de Navidad, a aquella que fuimos por primera vez en el año 1985, y mi primera reacción fue: “No puedo, tengo oculista”. A la mañana siguiente pasé por delante de la consulta y pensé: “¿Y si pudiera cambiar de fecha?”, así que entré y me dijeron: “No hay ningún problema, puedes elegir día y hora”. Así que cambié la cita médica, y llamé a la hermana del grupo y le dije: “Apúntame, voy”.

Volver a reencontrarte con gente que conociste en aquella acampada fue algo que no se puede explicar… y recordar aquella acampada fue el regalo más grande que he recibido estas navidades.

Sentí que el Señor me hablaba y me pedía eso que yo durante todo este tiempo no he sabido qué era. Me pedía que diera el paso de confesarme. Sí…el Señor quería que me confesase, porque desde que me divorcié no me había confesado más. El Señor quería enseñarme que cada vez que un hermano venía a ayudarme y yo le decía que NO, le estaba negando a El también; que cada vez que me regalaba una oración le decía NO, pero a pesar de todo eso El seguiría insistiendo regalándome cosas a cambio de CONFESARME. Así que, después de 8 años, en esta acampada de Navidad he vuelto a confesarme.

El Señor me dijo en el momento de la absolución por medio del Sacerdote que nunca se ha alejado de mí, que ha estado esperando a que depositara todo a sus pies para que siga iluminando mi vida, mi nueva vida y en una nueva dirección.

Hacía tiempo que me regaló una canción preciosa y estas Navidades he sentido muy dentro de mi corazón que si nos abandonamos a los pies del Señor, tendremos todo lo que verdaderamente necesitamos. Una confesión ha bastado para todo esto. Os escribo la letra de la canción que el Señor quiso regalarme en el momento adecuado:

Cuando el mundo te inunda de fatalidad
y te agobia la vida con su mucho afán.
Y se llena tu alma de preocupación
y se seca la fuente de tu corazón.
Cuando quieres huir porque no puedes más,
porque solo te sientes entre los demás,
y no hay más en tus ojos: brillo y emoción,
y se cierra tu boca porque no hay canción.

Puedes sentarte a sus pies y de sus manos beber 
la plenitud que tu alma necesita.

Puedes sentarte a sus pies y cada día tener
una nueva canción y nueva vida...

A sus pies hay Paz, Gracia y Bendición,

a sus pies tendrás Luz y Dirección.
La plenitud en Él nunca se agotará,
puedes descansar en su presencia....

Canción: A sus pies
Autor: Jesús Adrián Romero


29 enero 2017

Experiencia de fe versus sacramentalidad

Aprovechando la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, acudí a una oración ecuménica.

Tengo que reconocer que confío plenamente en el discernimiento de la Iglesia Católica sobre el camino emprendido y me congratulo al saber que se ha recorrido más en los últimos años que en 500 de historia.

Y también tengo que reconocer que cuanto más conozco de otras iglesias cristianas, más me enamora mi Madre Iglesia y Jesucristo en ella.

En esa oración predicó un pastor de la Reforma y escuché algunas cosas que me revolvieron profundamente. Pero no porque él las dijera, sino por lo que implicaban. Me voy a centrar en una.

El pastor comenzó su charla afirmando categóricamente que los cristianos reformados viven verdaderas experiencias de fe, frente a los católicos cuya relación con Cristo es meramente sacramental. Y me dolió, mucho, escuchar eso.

Lo primero, porque veo que los católicos hacemos esfuerzos por conocer, comprender y acercarnos a los hermanos separados, en su historia y en su realidad, pero no veo que todos los pastores reformados hagan un esfuerzo semejante. Se quedan con los "típicos tópicos" de toda la vida y nos "etiquetan" sin profundizar más allá. Y en este caso, aunque afirmó varias veces que ellos no son proselitistas y los católicos sí, prácticamente toda la charla se basó en las bondades de su iglesia y su buen hacer. Que está fenomenal, de veras, pero yo fui a escuchar sobre la unidad, sobre lo que nos une y no sobre lo que nos separa o sobre lo que se nos juzga.

Lo segundo, porque si bien es cierto que muchos católicos aún viven una relación meramente sacramental con Dios, sin un proceso de conversión y de encuentro con Cristo profundo, no todos somos así. Y la Iglesia que viene (y que ya es presencia real) es más bien lo contrario. Y esto lo vivo en mis carnes y lo veo en las de multitud de personas que me rodean o que conozco. Y es lo que procuramos transmitir en el día a día.

Que aún nos quede (mucho o no, eso se lo dejo al Señor) no lo voy a negar. Pero que estamos en ello, tampoco. Y además, ¡qué porras!, los Sacramentos son una inmensa riqueza, un regalo hermoso de nuestro Dios que alimenta ese encuentro personal con Cristo, esa "experiencia de fe", y que nos configura cada día más con Él. Y me niego a sentirme avergonzada por vivirlos, por gozarlos, por enamorarme del Señor cada día más a través de ellos.

Sigamos orando por la unidad de la Iglesia (cfr. Juan 17, 21)


Canción: Tomad, comed
Intérprete: Hakuna Group Musica
https://youtu.be/xAmrzAu2szY?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd




23 enero 2017

TESTIMONIO - A Dios sólo le basta que quieras estar con Él para que se manifieste

Hoy nos comparte su testimonio Sara Valverde, una buena amiga de Cantabria. Es un regalo enorme para mí conocerla porque está muy llena de Dios y siempre me lleva a Él, en lo más sencillo y creo que sin darse cuenta. En esta ocasión veremos cómo la adoración es uno de los lugares privilegiados de encuentro con Dios y su Amor. Ante Él encontramos las respuestas que necesitamos. Desahogándonos con Él nuestro corazón encuentra su verdadero descanso. Y una vez que se ha bebido de la Fuente del Amor... ya nada más puede saciar tu sed.


A DIOS SÓLO LE BASTA QUE QUIERAS ESTAR CON ÉL
PARA QUE SE MANIFIESTE

No solía ir a Exposiciones del Santísimo porque me parecían poco vivas y me costaba entrar en actitud de oración. Un día me invitaron a la parroquia de la Anunciación y me encantó. El ver aquella vela antes del altar rodeada de velitas aún sin encender me hizo pensar en que cada poco hemos de volver a encender nuestro corazón con la llama del Espíritu, no vale con haber sentido a Dios una vez, hemos de seguir buscándole, le necesitamos, nos necesita y nos ama.

A medida que pasaban los meses y de vez en cuando iba a adorar, el Señor, a través de una canción o una lectura me hablaba. Hubo una vez que estaba mi hermana y ya era tarde, y decidimos ir a casa. Cuando marchábamos, cogimos un papelito cada una de la cesta de la salida y, al abrirlo mientras bajábamos las escaleras, resulta que nos había tocado el mismo: "seguid conmigo". Las dos nos miramos y volvimos a entrar, le adoramos hasta terminar, sentimos paz y nos fuimos llenas de una inmensa alegría.

Dios nos habla de mil formas, sólo hemos de querer estar en su presencia, unas veces en nuestras habitaciones, otras en Misa, otras en la montaña o por la calle, y otras en adoración. Pero es cierto que en la Eucaristía y en la Exposición del Santísimo, Dios se hace presente de una manera especial y nueva.

Ahora pasan las semanas y no puedo dejar de ir a adorar, aunque sean cinco minutos o llegue únicamente a la bendición, pero no puedo dejar de beber de esa fuente de Gracia que Dios regala cada jueves cuando le entregas todo lo que eres para que lo haga nuevo.

A Dios sólo le basta que quieras estar en Él para que se manifieste. Sólo le basta que le digas "ayúdame" para que te dé la mano, para que te levante de donde estás y te dé la solución y la paz que necesitas.

Si nos entregamos a Dios, Él permite que Jesús nos ilumine con su presencia y nos guíe en nuestras vidas.

Canción: Su mirada
Autor: Redimi2 & Funky (feat. Annette Moreno)
https://youtu.be/eWo3OCOvslk?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd






16 enero 2017

TESTIMONIO - Dios está conmigo y es mi sustento

Hoy compartimos el testimonio de Jumi Bernal, hermano de la Renovación Carismática de Murcia. Nos va a hablar de su encuentro con este Dios nuestro que siempre se cuida de nosotros y que conoce bien nuestras necesidades.


DIOS ESTÁ CONMIGO Y ES MI SUSTENTO

Después de 10 años de noviazgo, Pedro y Josefa (mis padres) decidieron unirse en matrimonio y además tener familia numerosa, porque a los dos les encantan los niños. Durante casi 9 años lo estuvieron intentando, incluso con ayuda médica. Y, ¿qué creen? Cuando ya habían perdido la esperanza, cuando ya abandonaron la medicación para favorecer la fecundidad, cuando ya tenían decidida la decisión de adoptar, Dios, nuestro Dios, les dio el regalo que estaban esperando.

Un 20 de diciembre, Dios les concedió tener un hijo (yo). Por ese motivo, desde entonces mis padres siempre han tenido claro que el hijo no es de ellos. sino que es de Dios y que ellos son su instrumento.

Pero, además, Dios no es sólo el que me dio la vida, sino que es el sustento de mi vida. Hace 5 años me decidí a echar currículums en páginas web como infojobs, buscotrabajo y cosas parecidas. De una de ellas me llamaron y a los dos días de hacer la entrevista entré de Jefe de Contabilidad con un contrato a prueba de 3 meses. A los 3 meses me lo renovaron por otro de 6 meses. Este sueldo lo dedicaba a ayudar económicamente en mi casa, porque mis padres se habían esforzado en darme la carrera que hoy tengo y yo no podía nada más que agradecérselo colaborando de esta manera con los gastos del hogar.

Dos días antes de un retiro de mis hermanos de Cartagena, cuando vencía mi contrato de 6 meses, me despidieron. No por mi actitud, sino porque entonces mi jefe tenía la costumbre de no hacer fijo a nadie. Yo fui al retiro hundido, porque volvía a estar en deuda con mis padres, porque ya no tendrían esa ayuda que les estaba aportando mi nómina. Pero Dios es GRANDE EN TODO. En ese retiro yo puse mi situación en manos de Dios y durante la intercesión, y en medio de la alabanza, una voz profética dijo: "un joven viene preocupado porque no tiene trabajo. Dios te dice: tranquilo, tú pronto tendrás trabajo". Yo pensé lo que todos: "a mí no es, porque este salón de actos está lleno de gente como yo, con la crisis que hay, ya te digo..."

De camino a casa me sonó el móvil. Era un conocido al que le había llegado mi curriculum hace muchos meses, pero que lo había guardado hasta el momento. Su yerno había montando una empresa recientemente y buscaba una persona de su confianza para llevar la gestión de la empresa. Y, ¿adivinan qué? Ese era yo. Desde entonces estoy trabajando en esa empresa y todo han sido subidas y bajadas, pero Dios está conmigo y es mi sustento. Es más, hubo un ERE en la empresa y mi confianza se tambaleó, porque yo era el último en entrar a la empresa y tenía todas las papeletas para salir de ella. Sin embargo, Dios me dijo: "tranquilo, este trabajo te lo he dado yo". Y, efectivamente, despidieron a mi compañera aún siendo la hija de uno de mis jefes, y yo sigo en la empresa.

Por otro lado, mientras mi trabajo se solucionaba, el de mis padres empeoraba. Con la crisis muchos clientes hicieron suspensión de pagos, con lo que me vi obligado a cerrar la empresa. Así, a mi madre la tenía con baja por enfermedad sin cobrar y a mi padre en el paro, pero sin cobrar también. Pasamos así mucho tiempo y un día, cuando estaba todo difícil, yo acabé mi carrera, a mi padre le dieron el alta en una empresa para que siguiera cotizando y así tener una jubilación, y a mi madre le concedieron la minusvalía, por lo que cobra algún dinerillo.

La tranquilidad poco nos duró. A unos días de acudir a un retiro de jóvenes, mi abuela falleció. Y, además, nos llegó una carta en la que se nos informaba que, por la situación de impagos de la empresa familiar, me embargaban las cuentas y los bienes podrían salir a subasta pública. Por ese motivo llegué al retiro desolado, a pedir al Señor un poco más de estabilidad.

Fue en el momento de la adoración cuando, como no sentía gran cosa, probé a acercarme a la intercesión y Dios se bastó de mis hermanas Mayca y Clara, las cuales me dijeron: "tú estás en un puente de los de la jungla, la unión de las maderas colgadas por las cuerdas al borde de un precipicio. Estás a medio camino de la otra orilla, en la que yo, tu Dios, te espero con los brazos abiertos. Las cuerdas son tus ángeles y los santos, que te llevan en volandas hacia mí. Y las maderas son tus momentos de fe. Si tú dudas, la madera se parte, pero si tú confías, das un paso más". Por esto, y junto a la oración y el abrazo de las hermanas, salí muy fortalecido.

Por todo esto, os animo a poner en manos de Dios vuestras preocupaciones, no importa las que sean, porque Dios te dará las fuerzas necesarias para llevarlas. ¡Recuerda!, Dios es BUENO, JUSTO, LISTO Y TODOPODEROSO, por lo que nunca tendrás una cruz que no puedas llevar. ¡Sólo CONFÍA EN ÉL!

Canción: Tu fidelidad
Autor: Marcos Witt
https://youtu.be/vGaWSKk6DdY?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd





12 enero 2017

Y tú... ¿de qué tipo eres?

Hoy quiero compartiros un texto que he recibido del padre Miguel José Cano, un amigo sacerdote de Jaén.

Te invito a añadir otras características que se te ocurran y que él puede que no haya recogido :-)

Creo que se pueden aplicar tanto a comunidades parroquiales como a otro tipo de comunidades como grupos de vida, de oración...

Comenzamos:

"En todas las parroquias contamos, gracias sean dadas al Altísimo, con un buen número de personas que dan su tiempo, su dinero y su vida entera a la comunidad. Como pueden imaginarse, he tenido de todo, y en su inmensa mayoría no digo bueno, sino óptimo. Algunos, fíjense en ellos, llevan años y años con tareas de responsabilidad en sus parroquias. Cambian los sacerdotes y ahí siguen. Siempre queridos y valorados. Por algo será.

Fijándome en ellos, hoy se me ha ocurrido apuntarles algunas de las más valiosas características del buen colaborador parroquial.

La primera y principal: el buen colaborador parroquial es un creyente en Cristo, que se esfuerza por vivir su fe como católico y que confía en su iglesia y ama a su iglesia. No es una persona simplemente voluntariosa o generosa con su tiempo. Es colaborador de Cristo, de la Iglesia y de su parroquia. Por tanto todo lo que hace es para la parroquia, para su comunidad, nunca para sí mismo.

Es discreto. Los mejores y mayores colaboradores son esos de los que la gente apenas conoce ni el nombre. Un buen colaborador jamás es protagonista. También es discreto hacia fuera. No cuenta, no chismorrea, no anda con dimes y diretes.

Su tarea está por encima de quién sea el sacerdote correspondiente. Los he conocido que llevan en su parroquia treinta, cuarenta, sesenta años... Cambia el sacerdote y siguen ofreciendo su disponibilidad.

No considera su oficio suyo. Mala cosa que una persona que ayuda se crea en posesión de algo.

Disponibilidad para aceptar responsabilidad. La misma para dejarlas si así se le pide.

El buen colaborador nada pide para sí, ni privilegios, ni consideraciones. Todo lo contrario: es el que renuncia específicamente a cualquier cosa justo para que nadie pueda decir que recibe un trato de favor.

Jamás hablará mal de los sacerdotes, aunque sepa que tienen sus fallos. Sabe que hacerlo es escandalizar y alejar a la gente de la Iglesia.

Es leal y sincero. Sabe transmitir a los sacerdotes lo que hay y tiene la confianza suficiente para decir esto sí, o esto no me parece.

Responsable. Porque una cosa es ser voluntario y otra no tomarse las cosas en serio.

Trabajador en equipo, porque en la parroquia hay muchos como él y tienen que colaborar todos, aceptándose y queriéndose.

Visto esto, imaginen lo que sería un colaborador problemático. Ya saben. Hoy viene, mañana no aparece, habla mal de los demás, crea mal ambiente, con el cura Fulano sí, pero con Mengano ya no, ahora me enfado y me voy, ahora me contento y vuelvo..."

Y tú que lees estas líneas... ¿qué tipo de colaborador eres?




09 enero 2017

TESTIMONIO - Que los médicos se maravillen de tus prodigios

Seguimos con nuestra nueva serie TESTIMONIOS.

Hoy compartimos el testimonio de Diego Carvajal, actor, ex-presentador de televisión, profesor de actores, cantantes y predicadores... cuya hija fue sanada por el Señor.


EL SEÑOR LO NECESITA

¡Qué alegría! No os podéis imaginar qué alegría sentimos de saber que un niño venía de camino. Llevábamos sólo unos meses casados y mi mujer ya estaba encinta. No nos importaba no tener una casa grande, ni empleo estable. Nuestro amor lo habíamos puesto al servicio de Dios y Él nos daba este regalo. En secreto consagré este niño al Señor. "Este niño nuestro es tuyo, Señor".

Y llegó el momento de la primera ecografía, el 19 de octubre. "Bueno - dice la doctora - tiene pliegue nucal positivo y alto. ¿Has pensado hacerte una amniocentesis?". "No", responde mi mujer, "si no es necesario no queremos hacerla por los riesgos que conlleva para el niño".

"Pues yo te recomiendo que te la hagas porque este niño viene con síndrome de Down o alguna otra anomalía cromosómica y cuanto antes lo sepas, antes podrás decidir, que aún estáis a tiempo".

"¿Nos está hablando de abortar?". Os podéis imaginar cómo nos sentíamos. Todo nos daba vueltas, iba demasiado deprisa. Otra doctora le practicó a mi mujer un "screening", prueba determinante para conocer el Síndrome de Down. Dio positivo. Enseguida nos habló de "interrumpir voluntariamente este embarazo...". Al llegar a casa cogí los Evangelios, le pedí a Dios una palabra en la que me explicase qué estaba ocurriendo. Y me dijo: "El Señor lo necesita...". Fui a donde estaba mi mujer y le dije que no entendía por qué necesitaba Dios esto de nuestro hijo, pero que teníamos que decir sí como María.

Un ginecólogo privado certificó que el pliegue nucal había aumentado de 4,7 a 5,4 milímetros. Además, fueron detectadas dos manchas en el cerebro que "pueden borrarse o convertirse en hidrocefalia". Esto en un niño con Síndrome de Down significaba que "podría morir al nacer, tener diversas cardiopatías... o ser un niño adorable y extremadamente cariñoso... Pero sufren mucho y sufren sus padres... Sois jóvenes... Podréis tener más niños... Esto no es más que un accidente". ¿Mi hijo un accidente? Otra vez nos hablaban de abortar.

El 24 de octubre fuimos a una Misa con oración de sanación celebrada por el sacerdote dominico Jaime Burke. Fuimos a verle y le contamos lo que nos ocurría. Humildemente le rogamos que rezara por nosotros y por el niño. "Muy bien"; nos dijo, "pon las manos sobre el vientre de tu esposa". Nos abrazó y entre otras palabras dijo: "Que en la próxima revisión, los médicos se maravillen de tus prodigios, Señor". Tras aquella oración sentimos muchísima paz.

El 30 de octubre, en la siguiente prueba, varios hermanos estaban orando por nosotros. Yo también me puse a rezar: "Hágase tu voluntad, Padre, pero una palabra tuya, una mirada...y mi hijo sanará". Cuando se abrió la puerta, salió mi mujer riéndose y dijo: "Los médicos no se lo explican, pero ha desaparecido el pliegue nucal y las manchas en el cerebro. El niño está perfectamente. Me han hecho una segunda ecografía porque no entendían lo que estaba pasando".

Dios necesitaba a mi hijo para hacer sus prodigios, para que los médicos se maravillasen, para que brillase su Gloria, para que los creyentes le adoremos, para que CONFIEMOS EN ÉL, para que le demos GRACIAS, para que le cantemos eternamente: "Gloria a Ti por siempre, por siempre, por siempre. Amén. ALELUYA".


Canción: No tengas miedo
Autor: Hmna. Glenda
https://youtu.be/-6B2DRSL0EU?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd




03 enero 2017

TESTIMONIO - Estoy a la puerta y llamo

Con el nuevo año comenzamos un nuevo ciclo de TESTIMONIOS. Varias personas, de esas de "a pie", nos irán compartiendo su experiencia de encuentro con Dios. A su modo, en su vida, en lo cotidiano.

También compartiremos algún testimonio de personas que nos llevan la delantera en esto de la fe y ya han alcanzado el Cielo, el lugar al cual nuestra vida está encaminada y, al menos yo, por la Misericordia de Dios, espero encontrarme allí.

Os invito a comentar libremente lo que os ha parecido cada testimonio y si os ha ayudado de algún modo en vuestra vida. También os invito a compartir estas entradas del blog para que a muchos más pueda llegar la bendición que en ellas Dios va a derramar.

Comenzamos.

Hoy compartimos el testimonio de una buena amiga que prefiere quedar en el anonimato. Estoy segura de que os va a encantar su humildad y sencillez, como a mí. Es una persona de la que aprendo siempre mucho a vivir desde la fe y el amor, es un regalo del Señor en mi vida.


ESTOY A LA PUERTA Y LLAMO

En mi vida, tengo muy claro cuándo me di de bruces con Dios. Tengo fijado en mi mente el lugar y el momento, aunque no me acuerde del día exacto...

Mi vida era como la de muchos cristianos de antes (años 80): te bautizan, te llevan a hacer la comunión, te ofrecen ir a confirmación y, sin plantearte nada, lo haces; lo hacen los demás, así que... Después, llegó la Universidad y para mí fue salir del cascarón: fiestas, ambientes diversos, nueva gente, novios... Y, poco a poco, la práctica religiosa desapareció de mi vida; no me hacía falta Dios.

Eso sí, me casé por la Iglesia, ya que éramos de tradición cristiana, pero sin saber realmente la profundidad del sacramento, sólo que me comprometía a que fuera para siempre. Pasaron las vicisitudes normales de una vida, acabar los estudios, tener un hijo, crisis y paro, y surgieron en nuestro horizonte las enfermedades, primero mi hija y luego mi marido, hasta que él se murió.

Apareció el dolor y, con él, personas que te ayudan y te sostienen; la familia, los amigos y también Dios. Mi marido quiso confesarse, mi hija iba a hacer la comunión y nos fuimos acercando a la Iglesia.

Y empecé a encajar las piezas de mi vida: Dios me había llamado de jovencita a las misiones, pero me dio miedo y huí, y ahora me volvía a llamar mediante la fe que mostraba el sacerdote de mi parroquia. Me sentía atraída por esa vida de trato y confianza con Dios, y comencé suavemente el camino de la conversión.

Durante unos años, yo llamaba a la puerta, pero no se abría. No conseguía creer, no veían nada, sólo los signos exteriores, a pesar de rezar y recibir los sacramentos, pero perseveré y no dejaba de pedir la luz. Luego me explicaron que era mi purificación, porque a Dios no te puedes acercar así como así y yo tenía mucho que limpiar.

Finalmente, me invitaron súbitamente a unos ejercicios espirituales, y yo dije sí, sin saber a lo que iba; organicé rápidamente todo y al día siguiente estábamos de viaje. Y allí, en medio del silencio de una capilla, Dios me abrió por fin la puerta: sentí sus consuelos y mi vida cambió. ¡¡¡Dios está vivo y yo lo podía experimentar!!!

Mi vida se transformó radicalmente: tenía una flecha de amor clavada en el corazón, necesitaba ir a la capilla a estar con Él, y Él se daba a mí suavemente, pero llenando mi corazón de paz y gozo. Y cada vez iba llenando más huecos de mi vida y ahora es mi centro: mi trabajo, mi familia, mis actividades personales, mis ocupaciones sociales, mis amigos,... todo está alrededor de Él.

Soy feliz, con una alegría profunda que me hace estar segura de mis pasos y siento cómo crezco como persona día a día. Los sufrimientos y dolores de la vida se viven como desde arriba, porque ya no duelen tanto, Él nos ayuda a llevarlos. Este camino no termina nunca, siempre se avanza, pero cada vez que das un paso en la fe, tienes más claro que estar con Dios es lo único que de verdad satisface el corazón.

Anónimo.


Canción: Estoy a la puerta y llamo
Autor: Jésed