13 octubre 2014

Por favor... Gracias...

Creo que a veces se nos olvida algo tan sencillo como la gratuidad. Que nadie nos debe nada. Que todo lo que hemos recibido, lo hemos recibido gratuitamente. Y que debemos agradecerlo y no vanagloriarnos de ello. Y que si necesitamos algo que por nosotros mismos no nos podemos dar, hay que solicitarlo con cariño y sin exigirlo como si se nos debiera. Y mucho menos en los tiempos que nosotros queremos.

A veces se nos olvida algo tan básico como pedir las cosas por favor y después dar las gracias. Y a los cristianos también. Con qué facilidad olvidamos las palabras de San Pablo: "A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo como si nadie te lo hubiera dado?" (1 Cor 4, 7)

Hoy compartía con una amiga la situación de una persona conocida de ambas. En un grupo cristiano, pero sujeta a juicios, envidias y tremendos prejuicios por ser "la nueva". Es una situación que he visto en otras ocasiones e incluso experimentado en mi propia vida. Pero... ¿quiénes nos creemos para actuar así sobre la vida de otra persona? ¿Acaso merecemos que otro ser humano nos abra su vida y corazón? ¿Acaso cuando lo hace, gratuitamente, tenemos derecho a opinar sobre esa vida y machacarla si no está acorde a nuestros criterios? ¿Acaso no nos estaremos poniendo en un lugar que no nos corresponde? Muchas veces me duele esta sociedad en la que vivimos. Y me duelen los hermanos de mi Madre Iglesia que se dejan llevar por lo mismo, olvidando que Cristo lo dio todo, todo, gratuitamente y sin pedir nada a cambio, lleno de ternura y Misericordia.

Estamos llamados a vivir una vida preciosa. Una vida digna y hermosa. No nos embarremos, no "retocemos" en el lodo de la mediocridad. Sacudámonos este lastre que nos pesa y volemos ligeros de equipaje hasta las más altas cimas de la entrega, la comprensión y el amor.

"¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis "el Maestro" y "el Señor", y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros" (Juan 13, 12-14)