13 mayo 2018

Elena Guerra y el Espíritu Santo (2ª parte)

En los años posteriores a la fundación de la Congregación, Elena siente crecer día a día en su corazón una profunda devoción al Espíritu Santo. Algunas experiencias místicas como locuciones y llamadas interiores, van colocando en su corazón una acentuada inquietud en relación a la condición bastante precaria que se podía notar en la Iglesia, en relación a la devoción y al culto a la persona del Espíritu Santo. El Señor la inspiraba y le pedía tomar alguna iniciativa; pero ella dudaba…

En 1893, un “portavoz”, como diría ella en su diario (E.Guerra, Mss. VI, 242) aumentó su valor profético: “Ermínia Georgetti, una señora muy sencilla, ignorante de los conocimientos del mundo, pero bien cimentada en las virtudes cristianas” (Mss. VI, 244), le revela que hacía una semana después de la comunión, el Señor insistía en que ella hablase con la Madre (Georgetti era ayudante en la cocina) y, como ella no tenía valor para hacerlo, su corazón se encontraba inquieto… Una mañana, el Señor le repetía la orden, pidiéndole obedecer. Georgetti le dijo: “En mi interior la voz de Jesús me dice: Desearía que le digas a la Madre que convocase a mi corazón a todos los fieles en una oración universal por medio de la devoción del Nuevo Cenáculo… El Amor no es conocido… El Amor no es amado… Mi corazón no puede reposar ni incluso en los corazones consagrados a mí… Dile todo esto a la Madre… Dile que escriba una carta al Santo Padre, pidiéndole que reúna a todos los fieles en una continua oración…”

Después de casi dos años, Elena cede a esas llamadas. Monseñor Giovanni Volpi, quien hacía algunos años frecuentaba la Comunidad de las hermanas como Padre espiritual, comenta con el Papa León XIII, en una visita hecha a Roma en 1894 sobre su intención. El Papa no refutó la idea de hacer cualquier cosa en ese sentido y, así el 17 de abril de 1895, Elena envía al Papa León XIII, por medio del Padre Bertini, prior de Santa María del Pueblo – su primera carta (de otras 12 cartas y una pequeña “nota”, por decir así, que seguirían como secuencia) donde manifiesta su agonía por la poca atención dada por la Iglesia a la persona del Espíritu Santo. En un pasaje, dice así:

“Santo Padre, el mundo es perverso, el espíritu de Satanás triunfa en nuestra sociedad pervertida y arranca del Corazón de Jesús una multitud de almas; y en este terrible estado de cosas los cristianos no dedican ningún pensamiento a dirigir súplicas unánimes a Aquel que puede ‘renovar la faz de la tierra’... Las personas recomiendan todo tipo de devociones, pero mantienen silencio sobre esa única devoción que, según el Espíritu Santo de la Iglesia, debería ser la primera y principal. Las personas recitan tantas novenas, pero esa única novena, que por mandato de Nuestro Salvador en persona, fue recitada incluso por la Santísima María y por todos los Apóstoles, está ahora casi olvidada. Los predicadores alaban a todos los santos, pero ¿cuándo escuchamos alguna vez un sermón en honor del Espíritu Santo, Aquel que modela a los santos? … Por lo tanto, oh Santo Padre, sólo usted puede hacer que los cristianos vuelvan al Espíritu Santo, de modo que el Espíritu Santo pueda volver a nosotros; derrote el reino maligno del diablo, y concédanos la largamente ansiada renovación de la faz de la tierra”.

Un momento de gracia, profético, iluminado, en el cual la Iglesia parece reencontrar la capacidad de escuchar la voz del Espíritu que le habla a través de una humilde monja provinciana, insignificante y desconocida, pero preciosa en aquel tiempo y en aquel momento de la historia.

En la siguiente entrada, terminaremos con la preciosa vida de nuestra Beata.

Canción: Muévete en mí
Autor: Koren Axel Ruiz
Intérpretes: Koren & Jessica ft. Athenas & Jonatan Narváez