06 mayo 2018

¿De veras crees que vale la pena?

"Llegan a Jericó. Y cuando salía de Jericó, acompañado de sus discípulos y de una gran muchedumbre, el hijo de Timeo (Bartimeo), un mendigo ciego, estaba sentado junto al camino. 
Al enterarse de que era Jesús de Nazaret, se puso a gritar: «¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!». Muchos le increpaban para que se callara. Pero él gritaba mucho más: «¡Hijo de David, ten compasión de mí!»
Jesús se detuvo y dijo: «Llamadle.» Llaman al ciego, diciéndole: «¡Animo, levántate! Te llama.»
Y él, arrojando su manto, dio un brinco y vino donde Jesús.
Jesús, dirigiéndose a él, le dijo: «¿Qué quieres que te haga?» El ciego le dijo: «Rabbuní, ¡que vea!»
Jesús le dijo: «Vete, tu fe te ha salvado.» Y al instante, recobró la vista y le seguía por el camino." (Marcos 10, 46-52)

Los días pasan. El precioso Tiempo Pascual sigue avanzando. Puede parecer que el Triduo ha quedado muy lejano en medio de la vorágine del ritmo de cada día.

Puede que veamos muy lejana la obra que hizo el Señor en nosotros entonces, matando nuestras muertes, resucitándonos a una vida nueva.

Pero no fue un sueño: como con el ciego Bartimeo, el Señor ha pasado a nuestro lado, se ha detenido y nos ha llamado a una vida nueva y resucitada.

Pero Bartimeo, para vivir esta vida nueva sanada, resucitada, en seguimiento del Señor, tuvo que soltar su manto. Es decir, tuvo que soltar su pasado, aquello que le servía de seguridad para pedir limosna. Confió plenamente en la Palabra de Jesús, en su llamada, y dejó atrás su pasado (tiró el manto) incluso antes de ser sanado. Confió. Tuvo fe. Y esa fe le trajo la Salvación de Dios.

Creo que a veces nos puede pasar que, con el paso del tiempo tras la Pascua, volvamos a coger el manto. Es decir, que tengamos la tentación de pensar que nuestra vida no ha cambiado, que el Señor no ha pasado, porque veamos en nuestro ser tendencias y tristezas del "hombre viejo".

No cojamos de nuevo el manto. ¡No lo hagamos! Esa vida caduca ya no está, ¡ya no existe! Cristo ha resucitado, SÍ ha pasado a nuestro lado y nos ha dado una vida nueva. Dejemos que, con paciencia y esperanza (por su parte y por la nuestra), siga limpiando la ceguera de nuestros ojos para contemplar un presente y un futuro resucitado.

Tal vez haya que gritar un poco más, con profunda humildad: ¡Hijo de David, ten compasión de mí!. O, tal vez, hacer más silencio orante y escuchar en lo profundo de nuestro corazón a Jesús, que no deja de repetirnos: ¿Qué quieres que te haga?. Tal vez confiar en que nuestros ojos ya están abiertos y aceptar la invitación del Señor a levantar con fuerza la mirada y mirar más allá de "nuestro ombligo", de nuestras historias y esquemas... hacia un horizonte nuevo.

¿De veras crees que vale la pena coger el manto de nuevo?


Canción: Una palabra tuya
Autora: Nana Angarita
http://musiccatolica.com/escuchar-nana-angarita-grande-es-su-amor.html