15 agosto 2017

Medio Cielo, medio Tierra...

Hoy es un día precioso. Para la Iglesia y para la humanidad entera. Me refiero, claro está, a la celebración de la Asunción de la Virgen al Cielo.

Es decir, hoy celebramos que Jesús, como buen Hijo, se llevó a su Madre con Él para que fuera nuestra Madre por toda la eternidad. Chuli, ¿verdad?

Rezando antes de la Misa he sentido un gozo profundo al pensar en este día cuando fue el primero: cómo sería la llegada de María al Cielo. Y me he imaginado la fiesta tremenda con que la recibirían los Ángeles, con música, cantos y bailes. Y seguro que algún adornillo habría.

Y también he pensado en el rostro de alegría y sorpresa de la Madre al encontrarse a los Patriarcas y a los Profetas. Y su humilde rostro resplandecer de gozo al ver cara a cara a la Trinidad (al fin y al cabo, Ella había tenido experiencia de Dios Trinidad por "separado" y ahora se encontraba de frente al Misterio completo)

Y qué gozo y alegría tan grandes al mirarnos a nosotros desde el Cielo, sabiendo que tenía toda una eternidad para cuidarnos como hijos.

Hoy es un día precioso, sí. Con María ya siento medio cuerpo mío en el Cielo. De algún modo, ya pregustamos en Ella lo que sus hijos gozaremos por siempre. Y, así, con el otro medio cuerpo, esta Tierra nuestra ya es medio Cielo...

Gracias, Señor, por nuestra Madre María+