09 mayo 2017

TESTIMONIO - El Señor fue más allá

Hoy nos comparte su testimonio mi amigo Miguel. Me encanta ver cómo el Señor aprovecha cualquier oportunidad para tocar y convertir nuestro corazón a su Amor y Misericordia.

EL SEÑOR FUE MÁS ALLÁ

Me llamo Miguel. Llevo en la Renovación Carismática unos cinco años, en donde he tenido muchas experiencias personales con Jesús. Pero como no es cuestión de hacer un libro en este testimonio, me voy a centrar en una de las primeras.

En el siguiente Seminario de Vida en el Espíritu (SVE) que iba a realizar mi grupo, se me pidió que diera testimonio en la parroquia para anunciarlo e invitar a su asistencia. Yo soy muy mal orador y me pone muy nervioso el tener que hablar ante la multitud. Entonces, pidiéndole ayuda al Señor, Él puso en mis manos una bonita historia:

El dueño de la tienda estaba colocando un anuncio en la puerta que decía:
"Cachorritos en venta"
Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños y pronto apareció en la tienda un niños preguntando: "¿Cuál es el precio de los perritos?". El dueño contestó: "Entre 30 y 50 euros".

El niñito metió la mano en su bolsillo y sacó unas monedas: "Sólo tengo 2.50... ¿Puedo verlos?". El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió su perra seguida por cinco perritos. Uno de los perritos no podía seguir a los demás. El niñito inmediatamente señaló al perrito rezagado que cojeaba. "¿Qué le pasa a ese perrito?", preguntó. El hombre le explicó que el perrito nació con una cadera defectuosa y que siempre cojearía. El niñito se emocionó y exclamó: "¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!". Y el hombre replicó: "No, si tú realmente lo quieres, yo te lo regalo".


El niñito se disgustó y mirando a los ojos del hombre le dijo: "No, yo no quiero que usted me lo regale. Él vale tanto como los otros perritos y yo le pagaré le precio completo. De hecho, le voy a dar mis 2.50 euros ahora y 50 céntimos cada mes hasta que yo lo haya pagado completo".

El hombre contestó: "No deberías comprarlo. Él nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros perritos".

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: "Bueno, yo tampoco puedo correr y el perrito necesita a alguien que lo entienda".

Los ojos del hombre se llenaron de lágrimas... Sonrió y dijo: "Hijo, sólo espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú".

En la vida no importa quién eres, sino que alguien te aprecie por lo que eres, y te acepte y te ame incondicionalmente. Un verdadero amigo es aquél que llega cuando el resto del mundo se ha ido.


Al contar esta historia en mi testimonio alegaba que el niño era Jesús, el señor de la tienda la sociedad y yo era el perrito cojo. Donde la sociedad te margina, te juzga y desprecia; y donde Jesús te acepta como eres y te comprende, te ama incondicionalmente y te valora generosamente. Y ESTO ES LO QUE ME HABÍA PASADO EN LA RENOVACIÓN: QUE HABÍA CONOCIDO A JESÚS PERSONALMENTE Y SENTÍA SU AMOR, INVITANDO A TODOS A QUE CONOCIERAN PERSONALMENTE A JESÚS.

Para mí fue un estupendo testimonio que propagué por más seminarios y donde se emocionaba hasta quien lo contaba. Yo me aludía como el perrito cojo.

El Señor me ayudó en ese momento de tener que dar testimonio, pero fue más allá. Quería mostrarme más cosas.

Durante el SVE que realizaba mi grupo llegó la enseñanza del pecado. El conferenciante realizó una dinámica en la que nos mostraba cómo unas piedras se manchaban en el lodo y que eso mismo nos ocurría a nosotros con el pecado. Nos regaló una piedra a cada asistente. Piedras sencillamente bonitas, redondas, blancas, uniformes. Pero la que me tocó a mí no me gustó: era rugosa, con estrías, con un color de diente sucio. En definitiva, a mí no me gustó nada mi piedra y lo comenté a hermanos del grupo. Una hermana me contestó que me había tocado el perrito cojo. A otra hermana le encantó, le veía ojitos y una sonrisa. Fue entonces donde el Señor me mostró que solemos ir de víctimas y, aunque la sociedad nos margina y maltrata, nosotros también lo hacemos y no aceptamos a los demás, marginándoles también. Yo había marginado a mi piedra, pero este hecho abrió mis sentidos para reconocer que no soy perrito cojo, sino que tengo más del señor de la tienda.

El Señor me mostró su amor sacándome de un apuro de evangelización, pero al mismo tiempo me mostró mis miserias, mis carencias, mi falta de amor.

Desde este momento mi paciencia, comprensión y actitud se asemejan más a la voluntad del Señor. Bendito y alabado sea por siempre.

Canción: Dios me ama
Autor: Danilo Montero
https://youtu.be/9OOrxVeyydg?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd