31 octubre 2017

Somos linaje escogido

Estos días llegan muchos mensajes relacionados con halloween (sí, lo pongo a propósito en minúscula): su origen, por qué no hay que celebrarlo, el verdadero significado...

Sin embargo, debo reconocer que algunos de ellos no me han terminado de convencer porque creo que se explayan demasiado en un montón de explicaciones. Cierto que hay casos en los que hay que darlas. Ya decía San Pedro que teníamos que estar "siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza" (1 Pedro 3, 15). Y, como profesora de Religión, sobre eso voy aprendiendo poco a poco.

Pero este año, al comenzar a recibir esos mensajes, me vino al corazón la Palabra de Dios: "eres linaje elegido". Ni siquiera recordaba la cita, pero tenía esa frase una y otra vez en el corazón estos días atrás.

Creo que es una invitación del Señor a vivir de otra manera estas fiestas paganas, a no dejar que sean el centro ni siquiera los mensajes en su contra; sino volver a poner en el centro de mi vida y corazón lo ÚNICO que es realmente "lo más importante" (cfr. Lucas 10, 42), como Jesús invitó a María en Betania.

Y eso es lo que yo hoy escojo: celebro que "soy linaje elegido, sacerdocio real, nación santa, pueblo adquirido, para anunciar las alabanzas de Aquel que nos ha llamado de las tinieblas a su admirable luz" (cfr. 1 Pedro 2, 9)

¡¡Viva la solemnidad de Todos los Santos!! 
     


12 octubre 2017

La fe de María

Hay días en los que el Señor se hace presente en mi corazón a través de una canción. Bueno, la verdad es que suele ser muy a menudo. La música es uno de los medios que Dios suele utilizar para llevarme a un encuentro con Él.

Esta mañana, al instante de despertarme, me ha venido al corazón la canción de Son By Four "La fe de María". Como a veces me pasa a esas horas, ni siquiera recordaba qué día era. Pero, al pensar en la canción, al instante he caído en la cuenta de que celebrábamos en España a la Virgen del Pilar.

Hoy es día de María. Es día de la Virgen. Y, como dice la canción, "¿qué hubiese pasado si Ella hubiese dicho que no?".

Si María hubiese dicho que no al anuncio del Ángel Gabriel... Si hubiera dicho que no a acogernos como hijos a los pies de la cruz, mientras su Hijo Amado daba la vida por nosotros, a quienes nos entregaba a su corazón... Si hubiera dicho que no a la voluntad del Padre de hacerse presente tantas veces, desde su Asunción al Cielo, en nuestro pequeño mundo humano, trayéndonos su mensaje y tantos milagros, como en Calanda, Guadalupe, Lourdes, Fátima... y tantos otros...

María fue valiente. Cuando se le apareció el Ángel y después, toda su vida. Tuvo la fortaleza y la valentía de decirle sí al Señor; un sí en lo cotidiano, en lo humilde y sencillo, pero con proyección de eternidad, totalmente confiada en su Amor y su providencia.

¿Qué hubiese pasado si María hubiera dicho que no? ¿Qué pasará si tú y yo le decimos que no al Señor? ¿Acaso Él podrá hacer la obra para la cual hemos nacido? ¿Acaso no son nuestras manos y pies los que Dios necesita para hacerse presente y seguir llevando su Palabra, su Misericordia y su Amor? ¿Acaso no es nuestro sí cotidiano, en lo humilde y sencillo de cada día, de lo que Él necesita valerse para seguir haciendo milagros en nuestra tierra tan necesitada de proyección de eternidad?

Viendo los frutos en María y los santos... ¿acaso no tendremos la valentía de decirle sí al Señor? Vale la pena, vale la vida. Hágase.


Canción: La fe de María, interpretada por Ítala Rodríguez)
https://www.youtube.com/watch?v=RBQJeG84nbo




25 septiembre 2017

Escuchar desde el silencio

Hay días en los que el peso del mundo cae sobre el corazón. El sábado pasado fue uno de ellos: tuve la oportunidad de caminar paseando por la noche de Madrid y observando a las personas que había a mi alrededor.

Había mucha gente en la noche madrileña. La mayoría muy arreglados, cenando o tomando algo en las terrazas abiertas o en los restaurantes por los que pasaba. Y yo miraba sus rostros y no veía risas. Ni sonrisas. Incluso crucé la mirada con algunos de esos rostros y sólo vi tristeza y vacío. Y oré por ellos, escuché su dolor desde mi silencio.

Llegué a mi coche, en medio de un descampado, y me encontré rodeada de chicas ejerciendo la prostitución. Más personas por las que orar, más vidas guardadas en lo profundo.

Con esos rostros en mi corazón y preguntando al Señor cómo podía ser luz en medio de tanta oscuridad, encendí la radio y saltó, como siempre, Radio María.

A los pocos minutos comenzó un monje del Monasterio Cisterciense de Santa Mª de las Escalonias (Córdoba) a hacer una oración. Y fue como la voz de Dios que llenaba de bálsamo y consuelo mi corazón. Y me dio la luz que necesitaba, en respuesta a mi plegaria y como invitación a aquellos rostros con los que me había encontrado.

Transcribo parte de esa oración y te invito a escuchar la voz de Dios que hoy es también para ti:

"Levántate y anda. Ven y sígueme. Ven a beber de la fuente de la Misericordia y llegarás a ser consolado. Dios es la meta. La única meta de nuestra vida. No te engañes más: sin Dios no puedes nada. Él es tu vocación. Dios es tu vocación. Jesucristo es tu vocación. La vocación a la vida, la vocación de la esperanza. La vocación a no parar de levantarse después de caer. La vocación de ser luz en este mundo de tinieblas. La vocación de la verdad en medio de tanta confusión.

No te pierdas en el camino o buscando cuál es el camino en esta vida. O si el que has elegido es el correcto. No lo dudes: Dios es tu meta. Dios es tu vocación. Él es el camino. Tu sí es a Él, el que dio la vida por ti en una cruz. Tu sí es a Él, que se hace Carne y Sangre en las manos del sacerdote en el altar, para que lo comamos y que Él nos coma.

¿Por qué tantas dudas, tantos miedos? Confía en Él. Sólo en Él. Él sólo tiene Palabra de vida eterna. Dios da su Gracia a quienes lo buscan de corazón y están dispuestos a dejarse transformar. Lo importante no es la obra, sino la persona. No cuenta tanto lo que uno hace, sino lo que uno es. Nuestro trabajo principal es el de llegar a ser lo que estamos llamados a ser: hombres y mujeres de Dios. Llegar a ser y conseguir la misión del creyente, que es llegar a la unión plena con el Padre, por el Hijo, en el Espíritu Santo en esta búsqueda y en este camino. En esta búsqueda de Dios, equivale a dejarse encontrar, a acoger al Dios que te busca. Cuando alguien se abre a alguien para acogerle, no lo hace para disponer de él, sino para dejarse disponer por él. No para servirse de él, sino para servirle.

Tú que siempre buscas la voluntad de Dios, ¿sabes cuál es?: que sirvas a los hombres para llevarlos a Dios. Hacer lo que dice y hace, como nos ordenó María en la Boda de Caná. "Haced lo que Él os dice, ya no hay vino". Sólo Dios puede renovarlo y cambiarlo todo. Él está vivo y te busca.

Ya lo sabes, querido hermano, no tardes más. Escucha hoy su voz, levántate y anda."





11 septiembre 2017

El hatillo de...

He tenido la oportunidad de colaborar en varias mudanzas, algunas de sacerdotes. Estos días atrás, en una de ellas, he escuchado en varias ocasiones hacer referencia al "hatillo del padre Claret".

San Antonio María Claret guardaba en un pequeño hatillo que siempre llevaba consigo su libro de oración, la Biblia, la ropa indispensable para cambiarse y algún mapa. Y nada más, pues el corazón misionero debe estar libre de ataduras terrenales para volar allí donde el Señor le llame a llevar su Amor y su Palabra.

Reflexionando sobre esto, creo que es una buena enseñanza para todo cristiano. Y, si me apuráis, para todo hombre. Al fin y al cabo, estamos "de paso" por esta tierra y nada de lo que poseemos como bienes materiales nos llevaremos a la otra vida. Y realmente no importa cuántas cosas traslademos de un lugar a otro si el corazón no está enganchado a ellas. Sólo quedará aquello que hayamos sembrado y que se resume, básicamente, en el amor.

Parece que Septiembre ha sido siempre un mes de comienzos. Una vida nueva surge después de los días de descanso y vacaciones, aunque aparentemente las actividades por fuera sean las mismas.

Y yo me preguntaba: ¿cuál es el hatillo que llevo yo para este nuevo comienzo? ¿Sigo arrastrando pesos del pasado? Reconozco que algunas cosas sí son pesos que no vale la pena seguir portando. El corazón debe volar ligero para abrirse a las novedades que el Espíritu Santo quiera traer.

¿Qué tal si dejamos atrás todo aquello que nos estorbe y nos quedamos en el hatillo sólo aquello que nos enriquece y hace crecer como personas y como cristianos? Miro al horizonte y sólo veo luz y belleza. Y, sobre todo, infinitud: la infinitud que nos trae el Señor cuando caminamos con Él y dejamos que nos llene el corazón del gozo de las aventuras nuevas que viviremos de su mano. Con Él, no hay límites. Nuevos lugares, nuevas personas, nuevas experiencias, nuevos aprendizajes... y los amigos y lugares de siempre que nos llenan el corazón con su amor y nos siguen ayudando a crecer, poquito a poquito, pasito a pasito.

Caminemos, ligeros, con los ojos fijos en Aquel que nos lleva siempre más allá de los límites de nuestro horizonte.






15 agosto 2017

Medio Cielo, medio Tierra...

Hoy es un día precioso. Para la Iglesia y para la humanidad entera. Me refiero, claro está, a la celebración de la Asunción de la Virgen al Cielo.

Es decir, hoy celebramos que Jesús, como buen Hijo, se llevó a su Madre con Él para que fuera nuestra Madre por toda la eternidad. Chuli, ¿verdad?

Rezando antes de la Misa he sentido un gozo profundo al pensar en este día cuando fue el primero: cómo sería la llegada de María al Cielo. Y me he imaginado la fiesta tremenda con que la recibirían los Ángeles, con música, cantos y bailes. Y seguro que algún adornillo habría.

Y también he pensado en el rostro de alegría y sorpresa de la Madre al encontrarse a los Patriarcas y a los Profetas. Y su humilde rostro resplandecer de gozo al ver cara a cara a la Trinidad (al fin y al cabo, Ella había tenido experiencia de Dios Trinidad por "separado" y ahora se encontraba de frente al Misterio completo)

Y qué gozo y alegría tan grandes al mirarnos a nosotros desde el Cielo, sabiendo que tenía toda una eternidad para cuidarnos como hijos.

Hoy es un día precioso, sí. Con María ya siento medio cuerpo mío en el Cielo. De algún modo, ya pregustamos en Ella lo que sus hijos gozaremos por siempre. Y, así, con el otro medio cuerpo, esta Tierra nuestra ya es medio Cielo...

Gracias, Señor, por nuestra Madre María+


08 agosto 2017

Derroche de Misericordia

Hace unos meses se abrió en mi parroquia de Alcorcón una capilla de adoración perpetua.

La verdad es que es un inmenso regalo y un privilegio tenerla. Saber que puedes ir a cualquier hora del día y encontrarte con el Corazón del Señor abierto de par en par, siempre dispuesto, siempre amante, siempre derrochando Misericordia y ternura.

Hoy, al entrar, he comenzado a darle gracias por estar ahí, siempre. Y he sentido con fuerza en el corazón que el Señor me decía: "gracias a ti por venir a verme".

Y hoy también le he dado especialmente gracias por la generosidad de tantas almas que le han dicho que sí y por ello la capilla puede estar abierta. Al sentarme en el banco, he visto delante de mí a una madre que conozco de un grupo de la Renovación Carismática de otra parroquia. Estaba sentada junto a su hijo, en actitud de profunda adoración. Su hijo tiene síndrome de Down y alguna vez hemos tenido la oportunidad de compartir su dicha y también su sufrimiento por este tan querido hijo para ella. Y aquí estaban, un lunes muy pasadas las 9 de la noche, adorando al Señor. No viven lejos, pero tampoco cerca, así que me imagino que habrán vuelto a casa paseando por el parque. Disfrutando de la preciosa noche que hoy hay y hablando de las dulzuras del Señor en su tiempo de adoración.

Desde estas pobres líneas, quiero hacer llegar mi inmensa gratitud a todos ellos. A esta madre, a su hijo y a tantos cientos (sí, cientos) de almas que se han inscrito desde distintos lugares de la Diócesis de Getafe (y seguro que de más lejos) como adoradores; y a aquellos que, en la sombra, organizan todos los turnos y que todo esté bien. Gracias a ellos, a su servicio silencioso y humilde, el Señor tiene la oportunidad de sonreírnos al vernos llegar y de amarnos inmensamente en ese tiempo en el que derramamos nuestra alma ante Él.

Gracias, Señor, por tanto derroche de Misericordia...



02 agosto 2017

El Perdón de Asís

Hoy, 2 de Agosto, celebramos a Santa María de los Ángeles y el Perdón de Asís, un privilegio del que podemos gozar todos acercándonos a una parroquia franciscana. Abajo os dejo un vídeo para que podáis conocer un poco más.

Aprovechemos los regalos que Dios nos hace para librarnos de la tan pesada carga del pecado. De tu santidad nos beneficiamos todos. Así que... ¡sé santo, sé santa! :-)


EL PECADOR

Un hombre fue a confesarse con un sacerdote y le pidió que fuera su intercesor ante Dios, para ver si así dejaba sus pecados y su mala vida. El sacerdote así se lo prometió y así lo hizo; mas como al cabo de algún tiempo no paraba de quejarse de que seguía pecando y no le eran de provecho alguno aquellas oraciones, el sacerdote le dijo:

"Ven y ayúdame a levantar aquel costal de trigo que se le ha caído a esa mula".

Cogió el hombre por un lado y el sacerdote por otro, y cuanto más tiraba el pecador para arriba, más tiraba el sacerdote para abajo.

"¿Cómo lo vamos a levantar de esta manera?", preguntó el hombre.

"Pues igual haces tú, respondió el sacerdote, cuando pido a Dios que te libre de tus pecados, tú sigues tirando hacia abajo".







Esta historia forma parte de la sección HISTORIAS PARA REFLEXIONAR: pequeños textos que he ido encontrando en distintos sitios. A todos creo yo que se les puede sacar una moraleja o una reflexión sencilla para la vida cotidiana. Si os surge una, os animo a dejarla en los comentarios de abajo, para que todos nos podamos enriquecer con ellas :-)

28 junio 2017

TESTIMONIO - Me gusta ser misionero, consagrado, sacerdote, servidor...

Hoy nos comparte su testimonio el padre Abel, sacerdote claretiano, padre espiritual y amigo. Ya nos escribió hace un tiempito la preciosa "Historia de una bufanda". Hoy el testimonio es más personal aún, vinculado a la hermosa historia de Amor de Dios en su vida. 


ME GUSTA SER MISIONERO, CONSAGRADO, SACERDOTE, SERVIDOR...


He venido a la playa para iniciar la escritura del testimonio de mi vida, asumiendo la invitación de Elena. Al observar el horizonte mi primera constatación es que mi vida es un continuo encuentro de mundos que no desean ser conquistados sino amados y, muchas veces, también sanados y/o reconciliados. Soy misionero y vivo en España, soy bautizado y ejerzo como presbítero en la Congregación de Misioneros Claretianos, me siento lleno de vitalidad y a la vez muy necesitado de mis hermanos y hermanas.

Me encontré con Dios antes de nacer, ya que desde el vientre materno mi madre me ha tenido que proteger tanto de personas como de acontecimientos que me podían haber privado de la vida que hoy gozo. Mi madre me ha enseñado a decir que sí a Dios y a la vida. Por gracia del Altísimo, nací en Colombia, en donde he aprendido a buscarle en todo tipo de personas y situaciones: en mi familia, en el colegio Claret de la ciudad de Cali, en los amigos de infancia, en los de la adolescencia y en los de la juventud. Con los scouts aprendí a encontrar a Dios en la naturaleza; en la parroquia de mi barrio aprendí a encontrarlo en la fe de la comunidad; en los pobres aprendí a encontrarlo en los sufrientes y necesitados; en la Vida Consagrada y en mi Congregación Claretiana he aprendido a encontrarlo en infinidad de respuestas (“Sí”, “hágase”)… Pero donde más siento que se hace presente es en la familia, la de sangre y la carismática, la humana, la que sufre y se acompaña mutuamente, la que lucha y se supera, la que cada día tiene que volver a levantarse y perdonarse, la de la comunidad, la de los que se aman siendo distintos.

Fui bautizado con 9 meses de vida, hice la primera comunión con 8 años, hice mi primera profesión como Misionero Claretiano con 21 años y fui ordenado presbítero con 27. A lo largo de este proceso, el Dios con el que me he ido encontrando nunca ha sido estático, ni ha estado encerrado, ni es unipersonal ni mucho menos separatista, siempre se deja reconocer en comunión con otros. El Dios con el que me he ido encontrando no se deja atrapar, encerrar o manipular, aunque por amor se conmueve en sus entrañas y lo da todo para que tengamos vida abundante (Cf. Jn 10, 10b)

El Dios con el que me he ido encontrando es más grande y profundo que el mismo océano que contemplan mis ojos, pero por amor se hace pequeño y resalta su sencillez dejándose reconocer en los que son como niños. Su palabra se escucha en todos los idiomas y en todos los rincones del mundo, así que todos Le podemos escuchar. Esto me anima a ser misionero, pues sé que quiere hablar, ser escuchado y acogido en el corazón de todo hombre y mujer. El Dios con el que me he ido encontrando va a la escuela con los estudiantes, al trabajo con los currantes, a la playa con los de espíritu libre, a la montaña con los que se esfuerzan, al desierto con los que buscan intimidad, al parque con los que se relacionan… y a la vez no le gusta salir de casa si hay alguien enfermo, en prisión o se ha encerrado en sí mismo, pues es en nuestro corazón donde quiere habitar por siempre.

Delante del sagrario también te digo que el Dios con el que me voy encontrado es misericordia, compasión, silencio, escucha, luz, abrazo, caricia, beso, amor sin límites, cuenco que recoge las lágrimas de los corazones afligidos...
El Dios con el que me voy encontrando es muy relacional, cercano, de todos los colores, condición social, nacionalidad, edad, religión…
El Dios con el que me voy encontrando y que cada vez me cautiva más, es sobre todo Corazón traspasado, herido de amor, entregado, hecho pobre y en total obediencia el Padre. Es un Dios de brazos abiertos y manos con callos de tanto trabajar trayendo la paz. Es un Dios con los pies llenos de polvo al salir a los caminos para acoger a los peregrinos e inmigrantes. Es un Dios comunidad (común-unidad), de personas distintas y ninguna se consigue sentir ni más ni menos que los demás, porque los une el amor y el reconocimiento de que sin los otros desaparecemos.

Me gusta ser misionero, consagrado, sacerdote, servidor de los que buscan a Dios y con sencillez de corazón se dejan encontrar, sorprender, animar, se dejan ayudar a vivir. Y por ello mismo me duele la indiferencia y el estar acomodados “en lo de siempre” y “con los de siempre”, que no siempre son los más necesitados, los que desde las periferias estiran sus manos anhelando sentir nuestras manos de hermanos y convencidos creyentes.

Del Dios con el que me voy encontrando aún me queda mucho por conocer, amar, servir, y alabar… Confío que con su gracia pueda seguir en el camino que me lleve a llegar, de la mano de otros, a su Reino, que quiere hacerse presente aquí en la Tierra. Amén.


18 junio 2017

¿Se nos nota?

Hoy celebramos en la Iglesia la preciosa Fiesta del Corpus Christi. Llevo todo el día con una fuerte acción de gracias al Señor en mi corazón por el inmenso regalo que nos ha hecho de quedarse entre nosotros. El regalazo de poder adorarlo y, ¡locura de Amor de Dios!, poder alimentarnos de Él.

Y tengo también presente el privilegio que el Señor concedió a San Antonio Mª Claret, fundador de la Congregación de los Misioneros Hijos del Inmaculado Corazón de María (conocidos como Misioneros Claretianos) de ser un "sagrario viviente", de llevar siempre a Dios en el pecho por el regalo de la conservación de las especies sacramentales de una comunión a otra.

Así nos lo cuenta el padre Claret en su Autobiografía:

"En el día 26 de agosto de 1861, hallándome en oración en la Iglesia del Rosario, en La Granja, a las 7 de la tarde, el Señor me concedió la gracia grande de la conservación de las especies sacramentales y tener siempre, día y noche, el Santísimo Sacramento en el pecho; por lo mismo, yo siempre debo estar muy recogido y devoto interiormente; y además debo orar y hacer frente a todos los males de España, como así me lo ha dicho el Señor. (...) Glorificate et portare Deum in corpore vestro. 1 Cor VI, 20" (Aut 694)

Y más adelante escribe: "En el día 16 de mayo de 1862 (...) en la Misa me ha dicho Jesucristo que me había concedido esta gracia de permanecer en mi interior sacramentalmente" (Aut 700)

¡Qué grande es el Señor en sus santos! Era tan inmenso el amor del padre Claret al Señor y a la Eucaristía que le concedió este privilegio.

Y nosotros, ¿amamos así al Señor? ¿Somos conscientes del inmenso privilegio que es su Presencia constante entre nosotros? ¿Amamos a Jesús Eucaristía, le adoramos, le comulgamos con infinito respeto y reverencia? ¿Somos de veras conscientes de tener al Dios Vivo dentro de nosotros cada vez que comulgamos? Y si es así... ¿se nos nota después?...

Que San Antonio María Claret interceda por nosotros y nos ayude a vivirlo como él lo vivió. Amén+

Canción: Hay un Corazón que mana
Autora: Paloma Falconi
https://youtu.be/N6oimYLPIwU?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd



13 junio 2017

TESTIMONIO - La hora del milagro

Hoy os comparto el testimonio que me envió Adrián, misionero claretiano y, desde el pasado sábado 10 de junio, sacerdote de Jesucristo. Este testimonio lo compartió antes de su ordenación, así que ya asoma en él esa flor que florece con toda su vitalidad nueva y expande la fragancia de Cristo a todo aquel que se acerca.

Como nos dijo en la homilía de su primera Misa, con palabras del poeta Miguel Hernández, oramos para que su vida sea siempre: "Querer, querer, querer. Esa fue mi corona, esa es".

LA HORA DEL MILAGRO

Últimamente pienso que sería maravilloso asistir al momento exacto en que la flor, que lleva todo un invierno gestándose en el silencio y la paciencia de lo escondido, hace estallar su cubierta y comienza a abrir sus puntas hacia el mundo. Ese momento inasible en que la planta, vencida de riqueza, sobreabundada de la savia que ha ido tomando de la tierra y del agua y del sol, empieza a mostrar a todos sus perfiles esmaltados y va anunciando en ellos la cosecha futura. El instante del milagro insospechado en que todo se hace nuevo, habiendo germinado desde antiguo... Últimamente lo pienso, porque lo siento cerca.

Los misioneros claretianos abrieron para mí la cancela de su jardín hace ya más de una década. He pasado la mayor parte de estos años formándome para la vida misionera: aquilatando los sueños, tentando las fuerzas, agrandando la alcuza. Aprendiendo a reconocer la voz del Buen Pastor, a transitar sus oteros, a descansar en sus majadas. He sido regalado con la intimidad amorosa de Dios pasando muchas horas delante de un Cristo crucificado cuya madera parecía lumbre encendida. He escuchado Su nombre en muchos nombres y he sufrido con quienes no aciertan a pronunciarlo, ni siquiera como deseo. He sabido —y nunca lo agradeceré suficientemente— lo que es la compañía y el abrazo de un padre y un amigo en el Espíritu. He batallado contra mis miras estrechas para vivir en fe el discipulado de la comunidad y la mistagogía de la Iglesia. He implorado que mis días conozcan la hondura, la compasión y la fecundidad. Que mi esperanza sea más grande que mis fracasos. Y que al cruzarse conmigo, los hombres vean algo —a Alguien— más allá de mí. No son muchos mis años de vida religiosa, pero ya he llorado la muerte de algún hermano a quien echo de menos más de lo que quisiera admitir. Y ahora, pobre como me sé, estoy a un paso de ser ordenado presbítero, aguardando que la raíz se torne tronco, el tronco despegue en ramas, las ramas cuajen en brotes y los brotes se ofrezcan en fruto.

Paso este tiempo peregrinando como un hombre creyente entre universitarios que me desconciertan y que me invitan por igual a la gratitud por lo recibido y a la pasión por lo prometido. Al mismo tiempo, soy como ellos joven y estudiante. En su día, lo fui de la literatura, a la que sigo acudiendo como postigo franco desde el que avistar la entraña humana, a veces tan opaca, otras tan visitada por la luz divina. Hoy soy más bien un torpe y asombrado lector de teología, que va tratando de conocer y amar y servir mejor a Dios a través de quienes lo han pensado y orado y vivido antes y más santamente, habitando el hontanar de las verdades últimas. Y en medio del jornal cotidiano —el alma vuelta a Dios aun en la noche—, intuyo que sí, que no está lejos la savia de las yemas. Miro por mi ventana la fronda en la ciudad. Y rezo con cadencia castellana: «Antes que te derribe, olmo del Duero, / el leñador, (...) / quiero anotar en mi cartera / la gracia de tu rama verdecida. / Mi corazón espera / también, hacia la luz y hacia la vida / otro milagro de la primavera» (A. Machado).

Canción: I look to you
Intérprete: Whitney Houston
https://youtu.be/5Pze_mdbOK8?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd



09 mayo 2017

TESTIMONIO - El Señor fue más allá

Hoy nos comparte su testimonio mi amigo Miguel. Me encanta ver cómo el Señor aprovecha cualquier oportunidad para tocar y convertir nuestro corazón a su Amor y Misericordia.

EL SEÑOR FUE MÁS ALLÁ

Me llamo Miguel. Llevo en la Renovación Carismática unos cinco años, en donde he tenido muchas experiencias personales con Jesús. Pero como no es cuestión de hacer un libro en este testimonio, me voy a centrar en una de las primeras.

En el siguiente Seminario de Vida en el Espíritu (SVE) que iba a realizar mi grupo, se me pidió que diera testimonio en la parroquia para anunciarlo e invitar a su asistencia. Yo soy muy mal orador y me pone muy nervioso el tener que hablar ante la multitud. Entonces, pidiéndole ayuda al Señor, Él puso en mis manos una bonita historia:

El dueño de la tienda estaba colocando un anuncio en la puerta que decía:
"Cachorritos en venta"
Esa clase de anuncios siempre atraen a los niños y pronto apareció en la tienda un niños preguntando: "¿Cuál es el precio de los perritos?". El dueño contestó: "Entre 30 y 50 euros".

El niñito metió la mano en su bolsillo y sacó unas monedas: "Sólo tengo 2.50... ¿Puedo verlos?". El hombre sonrió y silbó. De la trastienda salió su perra seguida por cinco perritos. Uno de los perritos no podía seguir a los demás. El niñito inmediatamente señaló al perrito rezagado que cojeaba. "¿Qué le pasa a ese perrito?", preguntó. El hombre le explicó que el perrito nació con una cadera defectuosa y que siempre cojearía. El niñito se emocionó y exclamó: "¡Ese es el perrito que yo quiero comprar!". Y el hombre replicó: "No, si tú realmente lo quieres, yo te lo regalo".


El niñito se disgustó y mirando a los ojos del hombre le dijo: "No, yo no quiero que usted me lo regale. Él vale tanto como los otros perritos y yo le pagaré le precio completo. De hecho, le voy a dar mis 2.50 euros ahora y 50 céntimos cada mes hasta que yo lo haya pagado completo".

El hombre contestó: "No deberías comprarlo. Él nunca será capaz de correr, saltar y jugar como los otros perritos".

El niñito se agachó y levantó su pantalón para mostrar su pierna izquierda, inutilizada, soportada por un gran aparato de metal. Miró de nuevo al hombre y le dijo: "Bueno, yo tampoco puedo correr y el perrito necesita a alguien que lo entienda".

Los ojos del hombre se llenaron de lágrimas... Sonrió y dijo: "Hijo, sólo espero que cada uno de estos cachorritos tenga un dueño como tú".

En la vida no importa quién eres, sino que alguien te aprecie por lo que eres, y te acepte y te ame incondicionalmente. Un verdadero amigo es aquél que llega cuando el resto del mundo se ha ido.


Al contar esta historia en mi testimonio alegaba que el niño era Jesús, el señor de la tienda la sociedad y yo era el perrito cojo. Donde la sociedad te margina, te juzga y desprecia; y donde Jesús te acepta como eres y te comprende, te ama incondicionalmente y te valora generosamente. Y ESTO ES LO QUE ME HABÍA PASADO EN LA RENOVACIÓN: QUE HABÍA CONOCIDO A JESÚS PERSONALMENTE Y SENTÍA SU AMOR, INVITANDO A TODOS A QUE CONOCIERAN PERSONALMENTE A JESÚS.

Para mí fue un estupendo testimonio que propagué por más seminarios y donde se emocionaba hasta quien lo contaba. Yo me aludía como el perrito cojo.

El Señor me ayudó en ese momento de tener que dar testimonio, pero fue más allá. Quería mostrarme más cosas.

Durante el SVE que realizaba mi grupo llegó la enseñanza del pecado. El conferenciante realizó una dinámica en la que nos mostraba cómo unas piedras se manchaban en el lodo y que eso mismo nos ocurría a nosotros con el pecado. Nos regaló una piedra a cada asistente. Piedras sencillamente bonitas, redondas, blancas, uniformes. Pero la que me tocó a mí no me gustó: era rugosa, con estrías, con un color de diente sucio. En definitiva, a mí no me gustó nada mi piedra y lo comenté a hermanos del grupo. Una hermana me contestó que me había tocado el perrito cojo. A otra hermana le encantó, le veía ojitos y una sonrisa. Fue entonces donde el Señor me mostró que solemos ir de víctimas y, aunque la sociedad nos margina y maltrata, nosotros también lo hacemos y no aceptamos a los demás, marginándoles también. Yo había marginado a mi piedra, pero este hecho abrió mis sentidos para reconocer que no soy perrito cojo, sino que tengo más del señor de la tienda.

El Señor me mostró su amor sacándome de un apuro de evangelización, pero al mismo tiempo me mostró mis miserias, mis carencias, mi falta de amor.

Desde este momento mi paciencia, comprensión y actitud se asemejan más a la voluntad del Señor. Bendito y alabado sea por siempre.

Canción: Dios me ama
Autor: Danilo Montero
https://youtu.be/9OOrxVeyydg?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd



20 abril 2017

Y tú, ¿qué esperas?

Os comparto esta meditación del padre Miguel José Cano (sacerdote diocesano de Jaén). Me ha dado luz sobre mi vida, pues veo con cuánta facilidad soy de las que tienen en el corazón un anhelo de entrega, pero con facilidad bajo los brazos y me quedo esperando. Esperando... ¿realmente a qué? Esperando, esperando... se nos escapa la vida...

"En la vida hay personas que esperan, esperan... y esperan. Esperan que los otros les hagan todo. Esperan que los demás les solucionen los problemas. Piensan que no son o no valen para nada, y se sienten indignos para todo. Otros, esperan que todo sea un camino de rosas. Y se amargan y agobian a las primeras de cambio. Todas son esperas que tienen como centro el yo.

Hay otros que también esperan. Esperan encontrarse con el necesitado. Con el que sufre. Con el que necesita un abrazo. Para ello se enfundan el traje de samaritano, y visitan a los enfermos, escuchan a los que no conocen el Amor de Dios. Y no tienen miedo de que su ropa se manche ni que sus zapatos se llenen del barro del camino. No les importa el esfuerzo, ni el sufrimiento. Saben que la espera exige sacrificio, que todo se consigue a base de trabajo y voluntad, y que Dios nos capacita a todos en la dificultad y los problemas. Que aceptan lo que les viene encima. Que se hacen fuertes con el sufrimiento, que saben ofrecerlo y que no se lamentan por las desgracias que les sobrevienen. Que dan gracias a Dios siempre. Que llevan la cruz con entereza.

Yo sé de qué grupo soy, ¿y tú de cuál eres?

¡Señor, quiero conocerte, quiero que tu Misericordia llene mi corazón! ¡Necesito, Señor, que tu mirada me llene, que tu ternura me transforme y que tu Amor cambie mi modo de ver la vida! ¡Señor, te doy gracias porque cada día me sorprendes, porque tu Misericordia es permanente! ¡No permitas que me quede en la linde del camino para esperarte! ¡Envía tu Espíritu Santo, Señor, para que coja bríos que me lleven a Ti y a servir a los demás!

¡Señor, Tú eres misericordioso y compasivo, es tu Palabra, tus gestos, tus miradas, tus enseñanzas las que me alimentan a seguir adelante en el difícil camino de la vida! ¡Eres Tú, Señor, el espejo en el que necesito mirarme, el modelo del que aprendo todo, la guía para enderezar siempre mi camino! ¡Señor, Tú caminaste por Galilea imponiendo tus manos para sanar enfermos, sordos, mudos, ciegos! ¡Sáname, Señor, de mi pecado, de mi sordera para escuchar al que grita pidiendo consuelo, para dar una palabra de esperanza al que la ha perdido, al que no veo y me necesita! ¡Señor, tu Misericordia continúa sanando corazones enfermos! ¡Ten compasión de mí, Señor, y sáname! ¡Y cuando toques mi corazón, no permitas que me quede a la espera! Amén."





17 abril 2017

TESTIMONIO - Mi encuentro fue en una mirada

Hoy nos comparte su testimonio Pablo Fernández-Martos. Un viejo y muy querido amigo del que aprendí sobre todo el amor a la Virgen. Debo reconocer que cuando le conocí, aún seminarista, me chocó mucho ver a alguien que rezaba el rosario completo todos los días. ¡Incluso en las marchas de los campamentos! Fue todo un testimonio silencioso y orante de amor a la Madre que me caló profundamente y que aún recuerdo con cariño.

MI ENCUENTRO FUE EN UNA MIRADA

Hola

Mi nombre es Pablo, soy sacerdote y desde hace 4 años trabajo en el Sur de Chile como director espiritual del Seminario más austral del mundo, en Villarrica.

Me han pedido un breve testimonio de mi encuentro con Cristo, y aquí van unas letras para compartirlo. La verdad es que es bien sencillo.

Hace ya muchos años, siendo yo un niño de 12 años, tuvimos una convivencia con la parroquia en la que yo participaba en Madrid. Yo siempre fui un niño piadoso de una familia muy religiosa, con unos padres que siempre me inculcaron la fe como lo primero y más importante en mi vida. Por una serie de carambolas de la vida, pude hacer mi primera comunión con 6 años y sin duda ese encuentro con Jesús marcó mucho mi vida, porque desde entonces me acercaba con mucha frecuencia a comulgar, siguiendo los buenos ejemplos de mi casa.

En aquella ocasión fuimos con el grupo juvenil de la parroquia y un sacerdote nos ofreció su testimonio vocacional. Yo no recuerdo quién es, ni tampoco muy bien lo que dijo, pero sí recuerdo que me miraba, y que en aquella mirada yo lo entendí todo de una vez. Cuando salí de aquella misa, dije: Yo quiero mirar así, tengo que ser sacerdote. Fue así, muy simple. Me fui a mi casa y se lo dije a mi madre, que me dio buenos consejos y me ayudó a mantener viva esa llamada, al tiempo que me recordaba sus exigencias. Después busqué un director espiritual que me fue educando el corazón y avivando la llama que esa mirada había puesto en mí.

Fundamental fue también la Virgen María, que siempre ha estado muy presente en mi vocación, a la que consagré mi vida desde el primer momento y que siempre con suavidad me ha enseñado a mirar siempre a su Hijo.

Esa mirada ha quedado muy grabada en mi corazón y en la memoria, y de cuando en cuando el Señor me la vuelve a mostrar, en enfermos, sacerdotes, religiosos y en San Juan Pablo II, al que pude saludar en alguna ocasión. Y muchas veces con los ojos cerrados ante el Santísimo Sacramento... ahí está siempre esa mirada, que me recuerda que soy amado y que debo mirar así, como Él mira. Recostado en el Pecho del Señor, escuchando su Corazón, siempre reconozco esa mirada que me recuerda: por encima de tus debilidades, de tus pecados, de tus torpezas, de tus complejos, de tus capacidades y éxitos, de tus alegrías y penas, ¡eres amado!

Así que mi encuentro fue en una mirada. Así de simple, así de grande. No dejes de mirar como te mira el Señor y de pedir que te dé un corazón como el suyo, del que brota una mirada como la suya, llena de bondad y Misericordia.

Dios os bendiga.

Pablo

Canción: Nadie me ha mirado así
Autor: Carlos Dorado
https://youtu.be/_JPCj4QvnTg






14 abril 2017

Ayuda para la familia de Martín Valverde y la oficina Dynamis

Hola a todos. Los gastos de hospitalización, la cancelación de conciertos, gastos de viajes adelantados... son muchas cosas y muy costosas. Es muy importante compartir esta iniciativa y ayudarles en la medida de nuestras posibilidades. A través de estos hermanos, Dios ha salido a nuestro encuentro tantas veces... Ahora es el momento de ser nosotros para ellos el Rostro de Cristo que sale a su encuentro. Que Dob+


Meditación para el Viernes Santo: enséñame, mi Señor...

Por el padre Miguel José Cano (sacerdote diocesano de Jaén - España)

¡Jesús, permíteme acompañarte y enséñame a servir con amor, sin caretas ni prejuicios! Das cada gota de tu sangre por salvarme y, ¡cuánto me cuesta a mí responder siempre con amor! ¡Enséñame, Señor, a amar como Tú amas, a dar mi vida como Tú la das, a entregarme como lo haces Tú!

¡Qué gran enseñanza la tuya, Maestro, porque me doy cuenta de las veces que me agobio cuando no salen los planes como estaban previstos! ¡Enséñame a ser obediente hasta la muerte, confiando en la voluntad del Padre! ¡Déjame acompañarte en los momentos de soledad, dolor y agonía! Sí, ya sabes que me distraigo y quedo dormido. ¡María, acompáñame, enséñame a orar desde el corazón!

¡Enséñame a ser santo, a obrar por amor, a caminar hasta llegar al Paraíso! ¡Quiero seguir tu ejemplo, Cristo mío, quiero seguir tus huellas! ¡Quiero, oh Cordero inmolado, que mi sangre se mezcle con la que tuya en la Santa Cruz! ¡Por eso pido al Espíritu Santo que me capacite para el amor, para seguirte siempre, para imitarte siempre, para vivir como Tú nos has enseñado, para ponerme siempre en manos del Padre Creador! ¡Que sienta de verdad que tu muerte me da la libertad, la vida! ¡Quiero ser santo y hacer de mi vida una vida auténtica, de verdadero discípulo! ¡Hazme entender que el dolor y el sufrimiento no son cosas estériles sino que me unen más a Ti cada día! ¡Y te pido en este día por la humanidad entera, por mi familia y mis amigos, por la Iglesia, por tu pueblo santo, por la unidad de los cristianos, por los que no creen, por los gobernantes, por los enfermos, por los atribulados!

¡Ábrenos los ojos y el corazón, guía cada una de nuestras palabras y nuestros pensamientos, dale sabiduría a cada una de nuestras acciones y decisiones, y repara en nosotros toda nuestra debilidad! ¡Te miro y no puedo más que darte infinitas gracias por tu amor infinito y generoso, por tu inagotable misericordia, por tu sangre derramada, por tu paz, por tus enseñanzas, por tu perdón, por tu paciencia!

¡Hoy, quiero vivir, experimentar, sentir, celebrar e interiorizar la grandeza del amor! ¡Alabarte y bendecirte en este día triste pero también lleno de esperanza! ¡Te pido, Señor, que me hagas pequeño y humilde, despojándome del orgullo y del egoísmo, para amar y perdonar a todos! Amén.



13 abril 2017

Meditación para el Jueves Santo: ser sagrario vacío y abierto para Dios

Por el padre Miguel José Cano (sacerdote diocesano de Jaén)

La liturgia vespertina del Jueves Santo se celebra en la hora de las primeras Vísperas del Triduo Pascual, como pórtico solemne que abre e ilumina los misterios que se celebrarán en los tres días siguientes. Tiene, por tanto, carácter anticipatorio: de la misma forma que Cristo anticipó ritualmente en la última Cena lo que iba a realizar históricamente en la Cruz y Resurrección, así también se anticipa en la Eucaristía vespertina de este día lo que se celebrará más propiamente del Viernes Santo al Domingo de Resurrección. Junto con la institución de la Eucaristía y del sacerdocio, el mandato del Señor del amor fraterno es el gran misterio en que insiste la liturgia del Jueves Santo.

El sagrario vacío que contemplamos hoy en tantas iglesias recuerda aquella nada primordial, a partir de la cual Dios dio inicio al ser de toda la creación material, inaugurando así la historia de la salvación. Una nada en la que “el Espíritu de Dios aleteaba por encima de las aguas” (Gn 1,2). Ahora, una nueva nada, simbolizada en el sagrario abierto y vacío, preludia una nueva creación y anuncia el momento culminante de esa historia de salvación que es el misterio pascual que se va a celebrar en los días del Triduo Santo. A partir de la obra de Cristo, el Espíritu Santo da inicio a su obra, recreando por la gracia, de forma nueva y más plena, todo lo que el pecado había desordenado.

También la virginidad de María se asemeja a aquella primera ‘nada’ primordial de la que surgió la creación material. Ahora, en esa nueva ‘nada’ virginal, comienza, por la encarnación del Verbo, una nueva creación, la recreación del hombre y de todas las cosas. La fecundidad divina hizo salir del seno del Padre toda la creación del principio; esa misma fecundidad hizo salir del seno virginal de María esta nueva creación y este nuevo principio.

Así has de ponerte hoy tú también ante el Señor, como ese sagrario vacío y abierto, pronto y dispuesto para que entre en él esa gracia nueva con la que el Espíritu recrea y renueva tu vida y todas las cosas.



21 marzo 2017

Las "setenta veces siete"

"Se adelantó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?. Jesús le respondió: No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete" (Mateo 18, 21-22)

Creo que todos los que escuchamos o leemos este evangelio siempre tenemos una cierta "inquietud" en la boca del estómago. No parece fácil lo que el Señor propone. Incluso en muchas ocasiones podemos encontrar mil y un motivos para justificar nuestras faltas de perdón.

Pero he escuchado una frase en una homilía comentando este evangelio que me ha hecho cambiar la perspectiva de mi corazón: que el Señor aprovecha todas estas situaciones que la vida nos pone para darnos oportunidades y perdonar, tantas como sean necesarias hasta que seamos misericordiosos.

Porque, pensándolo seria y objetivamente, ¿realmente tenemos motivos para considerar que podemos justificar nuestras faltas de perdón? Como dicen mis alumnos, la cosa más grave que jamás podrían perdonar es que les maten a un ser querido. Pero... viendo a Jesús crucificado... viendo al mismo Dios, Aquel que es la Santidad y el Amor en persona, morir por nuestros pecados... ¿no se nos cae hecho pedacitos ese argumento?

A Dios Padre le han matado lo más querido, su propio Hijo, y siempre andamos pidiéndole Misericordia y perdón. Pero, ¿cuántas veces aplicamos la misma "dosis" que nosotros recibimos con los demás?

Estoy releyendo al profeta Daniel. A la luz del evangelio de las "setenta veces siete", hoy me han resonado especialmente las palabras que dice el rey Nabucodonosor al ver el milagro de los tres jóvenes en el horno de fuego:

"Ellos, confiando en él, desobedecieron la orden del rey y expusieron sus cuerpos a la muerte antes que dar culto y adorar a otro dios fuera del suyo" (Daniel 3, 95)

Creo que cuando no perdonamos estamos dando culto a otros dioses que no son el nuestro. Porque cuando no perdonamos adoramos y damos culto a nuestro orgullo, a nuestras razones (más o menos justificadas), a nuestra cabezonería, a salirnos con la nuestra, a tener razón, a nuestro propio concepto de justicia...

Nuestro Padre Dios siempre nos aplica una misma y única dosis a todos: MISERICORDIA. A todos, a malos y a buenos, a justos y a pecadores (cfr. Mateo 5, 45). Y Él nos da mil y una oportunidades de ser como Él y perdonar como Él nos perdona, tantas como sean necesarias, para que lleguemos a ser en plenitud aquello a lo que estamos llamados a ser: sus hijos.

Sólo aprendiendo a ser misericordiosos seremos verdaderamente hijos de Dios, con esa plenitud de vida y de gozo que saltará hasta la vida eterna.

"Sed misericordiosos, como el Padre vuestro es misericordioso" (Lucas 6, 36)


Canción: Himno de la JMJ 2016 - Bienaventurados los misericordiosos
Autor: Jakub Blycharz (adaptación al español: Carlos Abregú)
https://youtu.be/adhG4m4-diE?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd




20 marzo 2017

TESTIMONIO - El dibujo de mi vida

Hoy tenemos un precioso testimonio de una amiga que prefiere quedar en el anonimato. Su alma bella se ve reflejada en el dibujo que acompaña sus líneas. Dios nos habla de mil maneras, sólo hay que tener los oídos del corazón bien abiertos para reconocerlo.

EL DIBUJO DE MI VIDA

Hace unos años me apunté con una amiga a un curso de pintura en Italia durante las vacaciones de verano.

La idea, al inicio, me pareció descabellada, ya que no tengo ninguna formación en pintura. Pero el hecho de pasar unos días con mi amiga, con la que disfruto mucho, me decidió a apuntarme.

Este curso era para aprender a pintar iconos en una escuela especializada para ello. La particularidad que tiene pintar un icono es que se debe hacer en oración.

Nos apuntamos al primer curso. La técnica que utilizamos era calcar un modelo con un plumín con tinta negra. No resulta fácil, ya que no es posible borrar. Hay que controlar el pulso para que las líneas salgan rectas; la inclinación del plumín, por el trazo, que podía ser más fino o grueso, y tener la vista fija en el modelo para no equivocarse.

Yo dibujaba muy lento, sumida en el silencio, en una concentración total. Y, a través de esos días dibujando, el Señor me hablaba.

Soy una persona que me he preguntado muchas veces por el sentido de mi vida. Cuál es la misión a la que estoy llamada. Por qué no soy capaz de ver claro el plan de Dios en mi vida a largo plazo.

Dibujando me dí cuenta que en el momento presente sólo puedo ver aquella parte del dibujo que estoy trabajando (no el dibujo completo), concentrada en cada línea no soy capaz de ver el conjunto. Entendí que puede haber personas que desde muy temprano puedan ver el dibujo de su vida por entero. Pero, en mi caso, y posiblemente en otros muchos, sólo podemos ver el presente y muy poco del futuro inmediato. Entendí que no era importante saber en mi vida la totalidad de mi misión. Sólo será posible cuando finalice el dibujo.

Por otro lado, en alguna ocasión, tenía un borrón en algún trazo. Y ¡no lo podía borrar!, qué desesperación. Lo único que podía hacer era disimularlo un poco. Me dí cuenta que en nuestra vida cuando causamos una ofensa ya no se puede borrar. El daño causado se puede intentar reparar, pero la huella queda impresa en el dibujo.

Finalmente, al acabar el dibujo, pude ver su belleza, y entendí que el dibujo es más bonito cuánto más se parece al modelo original. Esto es, en la medida que mi vida se ajusta más a la voluntad de Dios para mí, el dibujo de mi vida es más bello, más perfecto.

En definitiva, Dios tiene para cada uno de nosotros un dibujo precioso que quiere que pintemos. Él nos dará el papel, el plumín y la tinta... también el tiempo necesario para hacerlo. Nosotros tenemos que poner lo mejor de nosotros, nuestra confianza, amor y atención para que resulte bonito.

Hoy he buscado la carpeta de los dibujos realizados durante el curso, y yo que soy muy crítica conmigo misma y que sólo me fijaba en el fallo del dibujo, hoy me parecían todos maravillosos. ¿Cómo fui capaz de dibujar aquello tan bonito sin tener ni idea? Sin duda Dios suple todo aquello a donde nosotros no llegamos, y así fue en mi caso. Y lo será en el vuestro, realizando obras prodigiosas en vuestra vida.

Así sea. Un abrazo para todos.

Canción: Si conocieras cómo te amo
Autor: Hmna. Glenda
https://youtu.be/or88T8tU4rY?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd




12 marzo 2017

Necesito más Cuaresma

Han transcurrido doce días desde que comenzó la Cuaresma. Parecen pocos, pero tengo la impresión de que han transcurrido muchos más. Y creo que es por esa percepción que todos tenemos de que las cosas transcurren más lentamente cuando las procuramos vivir en profundidad.

Como profesora les explico a mis alumnos qué es la Cuaresma y les invito, con cosas concretas, a profundizar y vivir este precioso tiempo litúrgico. Pero, cuando lo hago, siempre tengo la sensación en mi corazón de que yo estoy a años luz de lo que les animo a ellos a experimentar.

El otro día me sorprendía un alumno de 4º curso que, al hablar de anhelos profundos del corazón, nos compartía que el amar a los demás tal y como yo les hablo del Amor de Dios y desde Dios es un sueño que le gustaría alcanzar. Me emocioné al escucharlo, es precioso ver la obra del Señor en ellos y cómo les va tocando el corazón. Pero me ha hecho reflexionar estos días y llevarlo a la oración.

La Cuaresma es un tiempo precioso para parar y tomar conciencia de nuestra necesidad de conversión. Y la conversión no es una tontuna. Al menos eso creo yo. Porque hace años, cuando inicié mi camino de fe, ser cristiana me parecía algo muy "chulo" y atractivo, me enganchó. Ahora, además de "enganchada", estoy cada día más enamorada de mi fe y del Señor. Pero también soy más consciente de lo que implica la conversión y el dejarnos hacer hasta poder llegar a afirmar, como San Pablo, "ya no soy yo quien vive, sino que es Cristo quien vive en mí" (Gálatas 2, 20)

El amar en cosas concretas, en momentos concretos, como Cristo amó, hasta el perdón de aquellos que le crucificaban, no es fácil. Nada fácil. Y todos tenemos ejemplos. Ejemplos que duelen, ejemplos que hieren nuestro corazón y sacan a flote nuestro orgullo y soberbia, sobre todo cuando sabemos que tenemos razón y otros nos atacan injustamente.

Y hoy el Papa Francisco, en el Ángelus, ha dicho una frase que me ha dado la clave para vivirlo: "Quien muere con Cristo, con Cristo resucitará".

Jesús, ante el Sanedrín, no se defiende. Le atacan injustamente, pero no abre la boca. El que es la Verdad no hace callar a los que incluso mienten para salirse con la suya (cfr. Marcos 14, 61). Jesús sencillamente ama. Ama y perdona. Y da la vida por ellos, con la esperanza cierta en la Resurrección.

Yo no sé tú, que me estás leyendo, si necesitas de conversión. Pero yo realmente la necesito. Y mucho. Necesito aprender a morir con Cristo para que Él resucite en mí. Necesito abrir mi corazón con humildad para que Él pueda ir obrando poco a poco, hasta enseñarme a amar como Él ama. Sin excusas, sin rodeos, sin llevar cuentas.

Necesito más Cuaresma. Necesito más de Ti, Señor. Y con la confianza de saber que me amas profundamente, te entrego mi corazón, Señor, para que hagas con él lo que anhelas hacer. Amén+


Canción: Renuévame
Autor: Marcos Witt
https://youtu.be/oDq5UZSYaPw?list=PLIquW9Q_oS0AO0zgv5MK2_C1q_4mSB_Dd




TESTIMONIO - Esa es mi paz y mi felicidad, y no necesito otra

Hoy compartimos el testimonio de un gran sacerdote que quiere presentarse como "un fraile menor". Doy fe, por experiencia propia, del amor apasionado por Cristo, por San Francisco y por su sacerdocio, que sabe transmitir a los que nos ponemos un poco a tiro. Leyendo su testimonio me asombro y me maravillo de los caminos que el Señor tiene para cada uno de nosotros con un único objetivo: amarnos con una plenitud que no podemos imaginar y hacernos felices en su Amor.

ESA ES MI PAZ Y MI FELICIDAD, Y NO NECESITO OTRA

Fui educado en un colegio católico aunque en mi familia nunca hemos sido demasiado “de Iglesia”. Tras 11 años en dicho colegio, donde recibí una buena educación a todos los niveles y una fuerte devoción a María, fui a un instituto público a cursar COU y, después, estudié Dirección de Marketing y un master en Gestión de Grandes Superficies Comerciales. Comencé a trabajar y me fue más o menos bien. El trabajo me reafirmaba y el dinero que ganaba me permitía “vivir a todo tren”, gastando tanto como tenía. Era un chico normal con una vida normal, según la norma habitual de la sociedad de entonces.

Durante la adolescencia y primera juventud me dediqué al deporte tanto como después a mi trabajo. Con mi familia nunca fui suficientemente dedicado ni agradecido, ni mucho menos. El balonmano y el gimnasio eran mi pasión. Junto con ello, mis amigos y salir a todas horas eran el motor de mis afectos y lo que llenaba mi tiempo… aunque siempre tenía un “runrún” por dentro que me llevaba, de vez en cuando, a tener “venazos místicos” (como yo los llamaba) en los que trataba de cambiarlo todo para volver a Dios y a la Iglesia. Duraban poco. El rostro de Dios que conocía me llamaba pero ni me llenaba ni me hacía sentir ilusión alguna.

En un viaje de empresa tuve un accidente de tráfico. La compañera de trabajo que viajaba conmigo falleció, yo quede en coma y desangrándome sobre el asfalto. La rapidez de la Cruz Roja fue la primera que me salvó la vida. Tras quince días en Albacete, pues mi estado de gravedad no permitía mi traslado, fui trasladado a un hospital de Coslada, de la mutua sanitaria de mi empresa. Allí recobré conciencia de mí mismo y de lo roto que me había quedado. Una fractura abierta de fémur, esa rodilla inmóvil, un pulmón desplazado, un hombro medio inútil… un cuadro y lleno de puntos… suspensivos.

Sujeto a una silla de ruedas comencé la rehabilitación, la cual me tuvo como fiel visitante durante casi dos años. Uno de los días, camino de mi tarea cotidiana con los fisios, sentí un fuerte impulso hacia la capilla. Pasaba todos los días junto a ella y no había reparado en su existencia, hasta ese momento. Entré y sentí una paz y un silencio interior como no conocía. Recé alguna cosa, “porque es lo que se hace en una capilla”, y me fui a rehabilitación dándole a los aros de mi silla de ruedas. La visita a la capilla se hizo, desde entonces, cotidiana.

Un mes después, ya en casa de mis padres, seguía con mi rutina de rehabilitación diaria en el hospital de Coslada. Pasados tres o cuatro meses, cuando ya me manejaba con las muletas, comencé a frecuentar la basílica de San Francisco el Grande porque mi hermana era miembro de la Jufra (Juventud Franciscana). Fui allí porque quería más de aquello que recibía en la capilla del hospital, pero no quería que nadie forzara mi ritmo ni me hiciera dar pasos hacia ningún lugar y por eso mantenía las distancias, claras y firmes.

Los franciscanos seglares me acogieron con afecto y gratuidad, respetando siempre mis reticencias y excusas para no dar más de un paso cada vez y no darlo hasta que yo quisiera. Eso relajó mis barreras. Lo definitivo no fue conocer a San Francisco de Asís sino a Dios a través de los ojos de San Francisco. Ese descubrimiento me fascinó, me sedujo e hizo que ya no marcara yo el ritmo de mi caminar sino Alguien otro que me hacía ver con tanta claridad lo que tenía que hacer en cada momento que nunca me planteé hacer cosa alguna más que lo que me era sugerido en la conciencia y en el corazón.

Tras poco más de un año de frenética carrera, habiendo descubierto la vivencia de la Eucaristía, su natural consecuencia en la pertenencia agradecida a mi fraternidad seglar franciscana y en la atención a pobres y enfermos de un par de hospitales de los que me hice visitador, tras descubrir la necesidad de oración y discernimiento en todo ello, sentí un fuerte deseo indefinido, un deseo nuevo no de hacer más sino de ser otra cosa. Orar, preguntarme, sorprenderme con la respuesta que discernía… y en un mes tomé la decisión de entrar en la fraternidad franciscana de los Frailes Menores, así, sin previo aviso, sin más dilación. Mi sorpresa era tan grande como mi entusiasmo. En mi entorno familiar y de amistad compartían mi sorpresa pero no mi entusiasmo, pero la decisión estaba tomada porque no podía yo pensar que fuera posible hacer otra cosa que dar ese nuevo paso.

Veinte años después sigo viviéndolo todo como entonces: con oración, discernimiento, sorpresa, entusiasmo y con una gran claridad a la hora de tratar de llevar a la vida el fruto de todo ello. No siempre es fácil, a menudo no llego, frecuentemente esa claridad y pasión son una fuente de problemas y desencuentros, pero yo no puedo dejar de intentar vivir así porque no concibo otra forma de vivir la fe que desde el constante intento de poner por obra lo que se atisba como voluntad de Dios. Esa es mi paz y mi felicidad, y no necesito otra.

Canción: Servidores sed.
Autor: Agustín Sánchez




09 marzo 2017

IN SANCTITATE VIVIT - "No soy más que un modesto instrumento de la Providencia..." (3ª y última parte)

Hoy concluimos la vida del venerable Marcello Candia.

Una lógica diferente

En su calidad de industrial, Marcello tiene la costumbre de llevar y de hacer que se lleve una contabilidad rigurosa, pero en las obras de Dios hay que ir, a veces, más lejos: "Poco a poco -dirá-, me di cuenta de que, cuando se trataba de Dios, había que aplicar una lógica diferente. Las cuentas salen enseguida, pues los enfermos que pueden pagar sus cuidados son aproximadamente uno de cada diez, y aquellos que están asegurados en una mutua suponen el 40%. Los demás no pueden aportar nada más que a sí mismos para ser curados. De ese modo aprendí que un hospital para los pobres, para funcionar bien, debía tener siempre déficit.. Os resultará difícil comprender lo que supuso para mí entrar en esa lógica... Y cuando se agotaron mis fondos, empezaron a llegar las aportaciones de mis amigos, de los obreros de las fábricas que me pertenecieron, etc.". Y constata igualmente otra maravilla: la transformación de algunas personas de Macapá, que se muestran dispuestas a ayudarle y hallan de ese modo dignidad y fe.

Un modesto instrumento

A pesar de la numerosa oposición que encuentra, Marcello es alabado y aplaudido ya en vida. En 1975, un periódico brasileño de gran difusión le dedica un largo artículo titulado "El mejor hombre de Brasil". Ante tales cumplidos, él responde: "Para mí, no soy nadie; no soy más que un modesto instrumento de la Providencia... No soy yo quien ha dado algo, sino que son los pobres quienes me dan... Quien ha recibido mucho de la vida, debe dar mucho". Ese mismo año, en consideración a lo que le había dicho el cardenal Montini, Marcello decide confiar la obra a los Religiosos Hospitalarios Camilianos. Al respecto afirmará: "No es cristiano buscarse a sí mismo en una obra, sino que hay que realizarse en Dios... Doy gracias al Señor por haber podido empezar la obra con los medios que me dio, pero después tenía que considerarme inútil. Era también necesario que quienes han venido después de mí pudieran contribuir con su iniciativa... Así pues, me he retirado, y ahora me contento con buscar dinero para que puedan continuar la tarea".

La causa de los leprosos siempre conmovió su corazón. A partir de 1967, organizó para ellos la
leprosería de Marituba, perdida en la selva virgen a 400 km al sur de Macapá. Hasta entonces, esos enfermos estaban recluidos en un perímetro prohibido a los no leprosos. La colonia estaba formada por un millar de enfermos que sobrevivían en unas condiciones más que miserables, donde la solidaridad y la higiene eran desconocidas. Cuando visita por primera vez esos lugares, gracias a un permiso especial, Marcello comprende que lo primero es inyectar la esperanza en el corazón de aquellos marginados, implantando entre ellos una comunidad de personas consagradas, con un sacerdote. Marcello establece entonces un centro urbano con casas individuales, agua corriente, drenaje mediante alcantarillas, dispensario, centro social gestionado por los propios enfermos, etc. También se fundan otras leproserías y centros de oración en otras localidades (dos de ellos carmelitas, donde gusta acudir a rezar cada día..). En 1980, el Papa Juan Pablo II visitará sus obras, que le causarán gran impresión y le llevarán a erigir la fundación "Doctor Marcello Candia". Es una gran alegría para todos los colaboradores de Marcello, pero éste lamenta que hayan puesto su nombre a la Fundación.

En 1983, regresa a Milán gravemente enfermo. Desde 1967, ha padecido cuatro crisis cardíacas, pero lo vence un cáncer de piel con metástasis en el hígado, falleciendo el 31 de agosto. El 9 de julio de 2014, el Papa Francisco reconoció la heroicidad de sus virtudes, concediéndole por ello el título de "venerable". Su proceso de beatificación está en curso.


Preciosa vida, gran ejemplo para todos nosotros de cómo vivir la santidad en lo sencillo de cada día. ¡Ojalá el Señor tenga a bien agregarle pronto al número de sus santos!

Que el venerable Marcello Candia nos conceda la Gracia de seguir a Cristo consagrándonos a aliviar a aquellos y aquellas que sufren, teniendo siempre presente que "la primera pobreza de los pueblos es no conocer a Cristo" (Madre Teresa de Calcuta)

Más información: http://www.fondazionecandia.org/ y http://www.clairval.com/index.es.html


07 marzo 2017

IN SANCTITATE VIVIT - "No soy más que un modesto instrumento de la Providencia..." (2ª parte)

Seguimos con la vida de Marcello Candia:

"¡Ven!" y "¡ve!"

En 1950, a sus treinta y cuatro años de edad, Marcello hereda la empresa de su padre. Poco a poco madura en él la idea de abandonarlo todo para convertirse en misionero laico a tiempo completo. Sin embargo, para realizarla deberá esperar al año 1961, pues su presencia en las fábricas es útil, incluso necesaria, con motivo de la difícil situación de los obreros durante el período de la postguerra. Además, su director espiritual se opone a dicho proyecto.

En 1955, la explosión accidental de un depósito de 60.000 litros de ácido carbónico en estado líquido mata a dos personas y destruye una fábrica que acaba de ser completamente renovada. Marcello ve en ese accidente un obstáculo para emprender su proyecto de abandonarlo todo. Ayuda de su bolsillo a las dos familias de las víctimas y asume la reconstrucción y las entregas, a fin de que ningún obrero o cliente se vea perjudicado por el desastre. No obstante, se interesa especialmente por los pobres de Brasil, tras conocer al padre Alberto Beretta, capuchino, hermano de Santa Gianna Beretta Molla, que se preparaba para partir hacia Brasil. En 1957, Marcello realiza su primera visita a Macapá, al norte del delta del Amazonas. Esa pequeña ciudad cuenta entonces con 18.000 habitantes, parte de los cuales viven en la miseria, sin ninguna asistencia material ni espiritual. Con el obispo de la diócesis, Monseñor Aristide Pirovano, de las Misiones Extranjeras de Milán, estudia los problemas locales. Manda construir una hermosa iglesia para la parroquia de San Benito, y luego le llega la inspiración para edificar un vasto hospital, desproporcionado con respecto a la talla de la ciudad en aquel momento. El futuro le dará la razón, pues la población supera en la actualidad los 436.000 habitantes (2015). El centro, previsto para 150 camas, incluirá también una leprosería.

¡Vende cuanto tienes!

Marcello comienza las obras en 1961, con el dinero procedente de la venta de las fábricas heredadas de su padre. Es su deseo que el hospital sea dedicado a los santos Camilo y Luis, para honrar la memoria de sus padres. En aquella época, Monseñor Pirovano es reclamado a Milán para tomar las riendas de su Instituto misionero. En 1965, al día siguiente de una audiencia privada que les ha concedido el beato Pablo VI, el prelado entrega a Marcello la cruz de misionero. En junio de ese mismo año, Marcello Candia se instala en Macapá. Después de haber ejercido durante varios años el cargo de director de fábricas, en una época de gran prosperidad económica, está próximo a la cincuentena. Su cambio de vida es radical: de una vida cómoda, pasa a una vida pobre en medio de los pobres. En un auténtico proceso de fe, lo abandona todo por Dios y responde a los que le ponen objeciones que "no solamente hay que dar a los pobres ayuda económica. Debemos compartir su vida en la medida de lo posible. Me resulta demasiado fácil permanecer aquí en medio de una vida apacible y confortable, y luego decir que envío allá lo superfluo. Soy llamado a vivir con ellos".

No obstante, Marcello se expone a incomprensiones y contradicciones en los propios ambientes misioneros, lo que le afecta grandemente. "¿Para qué construir un hospital tan grande en ese lugar -se preguntan algunos-, si con el mismo gasto se habría podido establecer una decena de centros de asistencia sanitaria? ¿Sabrá realmente perseverar ese patrón milanés y quedarse -murmuran otros-, o bien, después de iniciar una obra colosal, se marchará dejando la obra inacabada?". En ausencia de Monseñor Pirovano, Marcello se siente aislado espiritualmente. La administración, influenciada por la desconfianza, le rechaza los permisos necesarios. Varios años después, cuando su perseverancia le consiga un mínimo de benevolencia, un funcionario dirá acerca de él: "Hace ya años que estudio a ese Candia y no consigo entenderlo. Debe de estar algo loco, aunque parece cuerdo". La locura de la Cruz siempre será un misterio para quienes carecen de la fe. Pero él no se da por vencido: "¡Dios quiere que haga algo de penitencia!" -confiesa. De hecho, el aprendizaje de la pobreza le cuesta muchos esfuerzos, pues debe aceptar las privaciones de comodidad, el alimento de los pobres o la promiscuidad con gente inculta en locales miserables. Uno de sus amigos italianos cuenta lo siguiente: "Candia era dinámico, seguro de sí mismo, acostumbrado a mandar y a hablar como patrón..., pero cada vez que regresaba de Amazonia lo encontraba cambiado. Se daba cuenta de que necesitaba la ayuda de los demás para llevar a cabo sus grandes proyectos, cosa a la que no estaba acostumbrado". Efectivamente, pues Marcello era testarudo por naturaleza, impaciente, perfeccionista, exigente en exceso y persuadido de tener siempre razón. Sin embargo, su espíritu misionero y su dedicación le ayudan a corregir poco a poco esos defectos.

No ser ya necesario


En 1967, sufre un infarto y su salud empieza a decaer. Sin embargo, tras recuperarse prosigue valerosamente con su trabajo. En 1969, se inaugura el hospital de Macapá, que dispone en un principio de un servicio de pediatría y, algunos meses después, de un centro de investigación sobre las enfermedades tropicales, con especial atención a la lepra, así como de un centro social y otro de acogida. Marcello lo ha ideado todo, financiado casi solo y realizado contra viento y marea. No obstante, la intuición inicial se la debe al cardenal Montini: "Si funda un hospital en Brasil, hágalo realmente brasileño. Evite cualquier forma de paternalismo, no imponga sus ideas a los demás, incluso si es con las mejores intenciones. Haga el hospital no solamente para los brasileños sino con los brasileños, y propóngase como objetivo final no ser ya necesario. Cuando llegue el momento en que se sienta inútil porque el centro pueda funcionar sin usted, entonces podrá decirse que habrá realizado una verdadera obra de solidaridad humana".

Esas opiniones suponen para Marcello una gran dosis de paciencia, ya que, en ese país, la mayor parte del personal estable que emplea en el hospital siente inclinación por la apatía y la irresponsabilidad. El cardenal le había recomendado igualmente construir un hospital escuela, ya que, en los países donde hay misiones, es importante curar a los enfermos, pero es más importante aún enseñar seriamente cómo curarlos. Y había añadido: "Debe ser un centro que no rechace nunca a nadie". Marcello aplica con gran precisión esa recomendación, estableciendo que el personal del hospital no preguntará jamás a un paciente, en el momento de la admisión, si está en condiciones de asumir los gastos.

"En el mundo tendréis tribulación", nos previno Jesús (Juan 16, 33). En 1973, el gobierno federal convoca al generoso amigo de los pobres para que responda a la acusación de importación ilegal de medicamentos a Brasil. También debe vigilar incesantemente para que el hospital siga al servicio de los más menesterosos. Afortunadamente, su experiencia como jefe de empresa le ayuda mucho a gestionar con acierto los bienes; de hecho, no basta con ser generoso, sino que hay que actuar también de manera competente y prudente.


El próximo día terminanos...


05 marzo 2017

IN SANCTITATE VIVIT - "No soy más que un modesto instrumento de la Providencia..." (1ª parte)

El Papa Francisco nos invita, en su mensaje para la Cuaresma de este año 2017, a ver en el otro un don. Sobre todo en el otro pobre y necesitado.

Hoy quiero comenzar la NUEVA SECCIÓN "In sanctitate vivit", que recoge testimonios de personas que son ejemplos de fe, con el venerable Marcello Candia. Su vida ilustra muy bien las palabras del Papa en su mensaje: después de haber vivido en el seno de una familia acomodada de la alta burguesía milanesa, se comprometió como laico en las misiones y construyó, gracias a la venta de sus bienes, un hospital para los pobres en Brasil.

Seguiremos su apasionante vida a través de tres capítulos (extraídos de la Carta Espiritual de la Abadía de San José de Clairval, Francia)

Comenzamos...

VENERABLE MARCELLO CANDIA

Marcello Candia nace en 1916 en Portici (Campania, Itlaia), tercero de cinco hijos. Su padre, Camillo, es industrial y ha fundado en Milán, y después en Nápoles, Pisa y Aquilea, una serie de fábricas de ácido carbónico. Si bien no practica la religión, ha conservado de su educación católica un sentido elevado de la rectitud, del respeto por las personas y de la justicia profesional y social. Es un entregado cabeza de familia y un dedicado jefe de empresa, con gran sentido del deber y de la responsabilidad. Se opone al fascismo desde sus inicios, confiando a sus hijos a escuelas privadas para que no les alcance la ideología totalitaria dominante.

Pasión por los pobres

Marcello aprende de su madre, Luigia Bice Mussato, los primeros rudimentos de la fe. Es una mujer culta y dotada de grandes cualidades humanas, que se consagra por entero a los suyos así como a los pobres mediante obras caritativas, en especial en la Sociedad de San Vicente de Paúl. Marcello acompaña con gusto a su madre, con quien visita a los pobres, pero pasando previamente por una iglesia para encontrar a Jesús en la Eucaristía. En su corazón se desarrolla una verdadera pasión por los desheredados y los que sufren, lo que representará la principal orientación de su vida. A partir de los doce años de edad, ayuda a los pobres capuchinos de la vía Piave de Roma a distribuir sopa a los pobres. Pero su madre fallece el 7 de febrero de 1933, a los 42 años de edad. Marcello tiene entonces diecisiete años, y su pena es tan profunda que cae enfermo. A partir de ese día, sufrirá frecuentes dolores de cabezas e insomnios.

La profunda devoción de Marcello impresiona a sus allegados, que le acusan de llevar una "doble vida", pues se muestra, por una parte, como un joven rico, elegante y seductor, alumno brillante y buen compañero, mientras que, por otra parte, todos constatan que se halla inmerso en un incesante diálogo con Dios. En 1939, Marcello obtiene el doctorado en química. A principios de la Segunda Guerra Mundial, ocupa por un tiempo un puesto de químico en una fábrica de explosivos, siendo luego desmovilizado. Prosigue entonces sus estudios, trabajando profesionalmente con su padre. En 1943, obtiene los doctorados en biología y en farmacia. Durante esos tiempos de guerra, participa en la resistencia contra el ocupante alemán, poniendo en riesgo varias veces su libertad e incluso su vida, y se compromete con los padres capuchinos en la ayuda a los judíos amenazados de deportación. Al final de la guerra, asiste a los deportados y prisioneros que regresan al país, Junto con tres amigos, organiza una acogida a la vez médica y humanitaria en las estaciones, además de mandar instalar en el parque del palacio Sormani, en gran parte asumiendo él los gastos, refugios provisionales prefabricados. En una ocasión, un capellán capitán autoritario anuncia: "La Misa va a empezar; quienes no vengan, no tendrán comida". Marcello se apodera del micrófono y rectifica: "¡No, todos tendrán comida!".

Con objeto de poder dedicar todo su tiempo a aliviar los sufrimientos de los demás, Marcello renuncia a casarse. Con Elda Scarsella Marzocchi, funda el "Pueblo de la madre y el niño" para asistir a las madres solteras en dificultades. Al principio, esconde esta iniciativa a su padre, sabiendo que no se mostrará favorable a ella, pero éste será consciente, después, de todo el bien realizado por su hijo y lo aprobará. El señor Candia es exigente, pero respeta las decisiones de su hijo; aunque considera que su vida devota y su apego a la Misa diaria son exagerados, no pone objeción alguna. Sin embargo, el director espiritual de Marcello se muestra desfavorable a la colaboración con Elda Marzocchi, pues el ambiente de una casa de madres solteras no conviene a un joven que ha elegido el celibato para el Reino de Dios.

Por ese motivo, y por obediencia, Marcello pone fin a ese compromiso y se lanza a ayudar a las misiones, primeramente mediante el envío de medicamentos a países pobres y fundando la revista titulada La Misión. Junto a Monseñor J. B. Montini, el futuro Papa Pablo VI, por entonces arzobispo de Milán, funda un colegio para los estudiantes procedentes de ultramar. En efecto, los obispos de los países de misión comienzan a enviar a Italia sacerdotes para completar su formación sacerdotal, y el destino de esos estudiantes es convertirse en profesores en los seminarios de África, Asia y América Latina. Con frecuencia, el primer contacto se establece directamente entre el obispo del país y Marcello para concertar el alojamiento, conseguir una beca de estudios, etc. El joven participa igualmente en la fundación de varias obras y asociaciones en favor de las misiones.


El próximo día continuamos...