27 diciembre 2016

San Juan Evangelista: también lo quiero para mí

Me ha encantado esta imagen que me ha enviado un sacerdote amigo de Jaén esta mañana. Llamamos a San Juan Evangelista el apóstol del amor. Pero, ¿siempre fue así?

Juan es aquel que empezó recibiendo por parte de Jesús el nombre de "Boanerges", es decir, "hijo del trueno" por su fuerte carácter (Marcos 3, 17) y que pedía con orgullo que cayera fuego del cielo sobre los que no acogían su mensaje (Lucas 9, 54). Y Jesús le reprendió por ello. También es aquel que exigía a Jesús sentarse, junto a su hermano Santiago, a su derecha e izquierda en su Gloria (Marcos 10, 37). Y de nuevo recibió la reprensión del Señor.

Pero Juan es aquel que acabó reposando su cabeza sobre el Costado de Cristo en la Última Cena (Juan 13, 23), teniendo el privilegio de escuchar el latido de Amor del Corazón de Dios. Aquel que, viendo las vendas y el sudario en el sepulcro, creyó en la Resurrección sin necesitar más pruebas (Juan 20, 8). Aquel que le reconoció en la distancia, resucitado, en el lago de Galilea (Juan 21, 7)

Juan se dejó amar por Jesús y eso, poco a poco, fue transformando su corazón hasta convertirse, él mismo, en fuente de amor para otros. En maestro del amor de Dios (ver toda la Primera Carta de San Juan, en especial el capítulo 4). Seguro que mucho le enseñó sobre ello María, cuando la recibió en su casa (Juan 19, 25-27)

Y, humildemente, creo que esta imagen es uno de los momentos decisivos del proceso de conversión de Juan, el Boanerges, en San Juan, el discípulo del amor: Cristo, crucificado, yaciendo inerme en sus brazos. El Dios AMOR dejándose sostener por su criatura. Me imagino la terrible indefensión, el silencio enorme que habría en su alma y en su mente.

Puede que a muchos sorprenda que la Iglesia, justo después de la celebración de la Navidad, nos presente en la liturgia el primer mártir (San Esteban) y hoy, en el evangelio, se nos hable del sepulcro vacío. Este Niño que ahora duerme plácido en el pesebre es el que ha nacido para dar la vida por nosotros. Y sólo en esta realidad podemos entender el pleno significado de la Encarnación.

La vida de San Juan, como la de tantos santos, me llena de esperanza: si en ellos el Señor pudo hacer el milagro de cambiarles el corazón, en mí también puede. En cualquiera puede, porque para Dios nada es imposible. Sé que no es fácil vivir desde el amor hoy en día. Pero lo HE VISTO, he visto a personas vivir así y la plenitud que tienen es envidiable.

Así que... también lo quiero para mí. Y así se lo pido a San Juan, ¿te unes a mí?: querido hermano San Juan, por tu intercesión, concédeme la Gracia de dejarme inundar del Amor de Jesús, ese mismo Amor que tú experimentaste durante toda tu vida y que transformó tu corazón a imagen del Corazón de Cristo. Y que sea, como tú, fuente del Amor de Dios para los demás. Amén+

Canción: Nadie más que Tú
Autor: Kike Pavón
https://www.youtube.com/watch?v=xH-gl8t_Bxg