05 septiembre 2016

Más allá de una mirada...

Septiembre es el mes de la Biblia. En distintas ocasiones varias personas me han pedido consejo sobre cómo acercarse a la Biblia. Cómo leerla.

Siempre les animo a comenzar por el Evangelio y después continuar por el resto del Nuevo Testamento, en especial los Hechos y las Cartas. Porque sólo desde el Nuevo Testamento adquiere sentido el Antiguo.

También es muy buena idea leer las lecturas que nos propone nuestra Madre Iglesia para la Eucaristía del día. Una lectura meditada nos va iluminando el alma y la vida. Y, sobre todo, nos regala poder ir conociendo más el Corazón de Dios, dejándonos empapar por su Espíritu Santo. Este mismo Espíritu que, poco a poco, muy sutilmente, irá cambiando nuestra mirada sobre la vida y nuestro corazón.

Del Evangelio de hoy (Lc 6, 6-11), yo me quedo con este texto: "Jesús les dijo: Os voy a hacer una pregunta: ¿Qué está permitido en sábado?, ¿hacer el bien o el mal, salvar a uno o dejarlo morir? Y, echando en torno una mirada a todos, le dijo al hombre: Extiende el brazo" (versículos 9 y 10)

¿Cómo sería esa mirada de Jesús? En una homilía escuché que era una mirada de corrección, de llamar la atención a los letrados y fariseos.

Pero yo no puedo evitar pensar en esa mirada de otro modo: sencillamente como la mirada de Jesús que yo he sentido sobre mi vida cuando me he apartado del Amor y de la Vida en plenitud que Él me ofrecía. Una mirada llena de ternura, compasión y cariño. Una mirada al mismo tiempo llena de dolor por mí, por mi vida desorientada y vacía. Una mirada de esas que atraviesan el alma y que jamás deja indiferente. Una mirada que restituye y que invita a volver a Casa.

Creo que esa era la mirada de Jesús. Para mí hoy contemplar el Evangelio es verme en la escena, sentada con los letrados y fariseos. Observando cómo Jesús posa sus ojos, lentamente, sobre cada uno y dejándome arropar por esa mirada cuando, al fin, se cruza con la mía.

Es una mirada que me invita a ir más allá del cumplimiento de la ley ("hay que...", "tienes que...") y que me habla de salvación, la mía y la del hermano que yace a mi lado, con el brazo paralizado. Porque, en el fondo, su parálisis es la mía. Tantas y tantas veces mi vida también está así, paralizada, por el pecado, por la falta de Amor, de confianza, de entrega, de perdón, de generosidad... Así que yo también extiendo mi vida herida y paralizada ante la Misericordia de Jesús para que Él la sane.

Es una mirada que me invita a hacer mío el dolor de mi hermano, de mi prójimo, del que está cercano. Y también hacer mío su gozo, ante la alegría del paso del Amor de Dios por su vida, de la sanación de su parálisis. Una mirada acompañada de una pregunta que me interpela y que me invita a escoger siempre el camino del bien.

Hay tanto, tanto que ver en esta hermosa escena. Tanto que hacer Vida en nuestra vida. Te animo a acercarte al Evangelio o al resto de las lecturas que hoy hemos leído en Misa. Hay todo un tesoro por descubrir. Para ti y para mí. Y, si quieres, puedes compartir con todos los lectores del blog algún detalle de las lecturas que te haya gustado. Seguro que todos seremos enriquecidos con ello :-)

Canción: Quién nos separará
Autor: Marco Barrientos
https://www.youtube.com/watch?v=vG11QPsDWEM