13 febrero 2015

Los proscritos del Señor

En las noticias estamos viendo (y viviendo con ellos) la persecución por motivos de fe de nuestros hermanos cristianos en todo el mundo. Pero hoy no quiero hablar de ellos. Quiero hablar de los proscritos entre nosotros: en nuestras parroquias, movimientos, grupos, comunidades...

Creo que todos hemos tenido conversaciones donde se nos ha hablado o hemos hablado del mal que hacen los comentarios, juicios y murmuraciones que señalan la vida de otras personas, incluso la nuestra propia. Todo lo que voy a escribir ahora, con mucha pena, son comentarios reales: que si tal persona es separada y no debería comulgar; que si mira cómo viste o habla; que si quién se cree ella siendo mujer por tener formación; que si es una persona rara (ayer me mandaron una frase sobre esto: "Lo de ser `raro´es un canon puesto por algunos que no se reconocen en el espejo"); que si se la ve demasiado con curas; que si está liada con uno o más de uno; que si tiene tatuajes satánicos; que si va con los "sin papeles" de ese movimiento donde todos están excomulgados por Roma; que si a su edad no se ha casado por algo será...

Y todos, evidentemente, con ese tonillo malicioso que tan bien, por desgracia, conocemos...

A raíz de una última conversación sobre el tema, hoy me surgía una pregunta en el corazón: ¿dónde he escuchado yo esto antes? Espera, espera, que lo tengo en la punta de la lengua... ¿Dónde Jesús decía exactamente las mismas palabras y se portaba exactamente igual en el evangelio? Que sí, que sí, que lo tengo en la punta de la lengua...

¡Ah, sí, ya está!:

Los escribas y fariseos le llevan una mujer sorprendida en adulterio, la ponen en medio y le dicen: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. Moisés nos mandó en la Ley apedrear a estas mujeres. ¿Tú qué dices?» Esto lo decían para tentarle, para tener de qué acusarle. Pero Jesús, inclinándose, se puso a escribir con el dedo en la tierra. Pero, como ellos insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «Aquel de vosotros que esté sin pecado, que le arroje la primera piedra». E inclinándose de nuevo, escribía en la tierra. Ellos, al oír estas palabras, se iban retirando uno tras otro, comenzando por los más viejos; y se quedó solo Jesús con la mujer, que seguía en medio. Incorporándose Jesús le dijo: «Mujer, ¿dónde están? ¿Nadie te ha condenado?» Ella respondió: «Nadie, Señor». Jesús le dijo: «Tampoco yo te condeno. Vete, y en adelante no peques más». (Juan 8, 3-11)

Sí, sí... "exactamente" las mismas palabras...

Ya hablé en otro post de lo poquísimo que me gustan las etiquetas. Cuando murmuramos o comentamos o enjuiciamos a otros, y encima lo extendemos sin ningún tipo de pudor, estamos etiquetando a esa persona gravemente, hasta el punto de que la convertimos en proscrita entre los hermanos: proscrita en nuestros grupos, proscrita en nuestros corazones, proscrita en nuestras mentes, proscrita en nuestras oraciones, proscrita en nuestro amor...

Si ya lo decía San Francisco de Asís: murmuración, ¡¡pecado prohibido!!. "Que los hermanos a nadie insulten; que no murmuren ni detraigan a otros, porque escrito está: `los murmuradores y los detractores son odiosos a Dios´ (cfr. Rom 1, 30)" (de la primera Regla franciscana). Afirma Tomás de Celano que San Francisco incluso consideraba justo que "se despojase de su túnica quien hubiese despojado a un hermano de la gloria del buen nombre, y que no alzase los ojos a Dios, sin haber restituido antes lo que había hurtado".

RESTITUCIÓN...      Humildemente creo que es algo que hemos olvidado los cristianos y deberíamos recuperar: "si uno ha sido injusto, ha murmurado o ha calumniado tiene obligación estricta de restituir la buena fama del agraviado. Esto no sólo en atención a librarse de la sentencia evangélica de que “aquel que a hierro mata, a hierro muere”, no es sólo tema de justicia divina, sino también es una sana costumbre en la convivencia social: si uno ha quitado algo a alguien se lo tiene que devolver. Por tanto, si se trata de la fama de otro, hay que ir a aquellos a los que se les ha comentado y decirles: “lo que dije de fulanito no es exacto, me faltaban datos, no averigüé suficiente, me dejé llevar de rumores”, etc. 
(os recomiendo leer el artículo entero: http://ofsdemexico.blogspot.com.es/2013/07/que-es-la-murmuracion.html)

Pues eso... "No juzguéis para que no seáis juzgados..." (Mateo 7, 1-5)

"Y sobre esto de «matar», recordar que las palabras matan. Incluso los malos deseos contra el otro matan. Muchas veces, cuando escuchamos hablar a las personas, hablar mal de los demás, parece que el pecado de calumnia, el pecado de la difamación fue borrado del decálogo, y hablar mal de una persona es pecado. ¿Por qué hablo mal de una persona? Porque en mi corazón tengo odio, antipatía, no amor. Pedir siempre esta gracia: conocer lo que sucede en mi corazón, para hacer siempre la elección justa, la opción del bien. Y que el Señor nos ayude a querernos. Y si no puedo querer a una persona, ¿por qué no puedo? Rezar por esta persona, para que el Señor haga que la quiera."

(homilía del Papa Francisco: http://w2.vatican.va/content/francesco/es/homilies/2014/documents/papa-francesco_20140216_omelia-parrocchia-san-tommaso-apostolo.html)





Canción: No juzgues
Autora: Hermana Glenda
https://www.youtube.com/watch?v=f4uMuH1_i5M