Ha comenzado un nuevo año. Pero el ser humano parece que sigue enfrascado en los absurdos de siempre.
Veo con tristeza en las noticias que ha habido alguna dimisión y puede que haya algún despido porque una o varias personas se equivocaron interrumpiendo con publicidad la cuenta de las uvas en una cadena de televisión andaluza. Y yo me pregunto: ¿acaso es más importante una tradición de hace no demasiados años que la vida de un ser humano y su familia, que dependen del sustento económico de ese trabajo? ¿Realmente lo es?
Unos días antes de Navidad tuve ocasión de ir a una oración por la paz en Tierra Santa. A mitad de la Misa una señora comenzó a toser, se apartó de los bancos y, en un rincón, intentó evitar su tos. En ese momento comenzamos a rezar el Padre Nuestro. Ni una de las personas que tenía en los bancos delante de mí se volvió a ayudar a esta pobre mujer, que lo estaba pasando realmente mal. Ni siquiera se inmutaron. Y la maravillosa oración que el mismo Jesús nos dejó pareció perder todo sentido.
Porque si perdemos la perspectiva de lo humano, de nuestro prójimo, todo pierde sentido. Y dejé volar mi imaginación hacia las primeras comunidades cristianas. Esas que compartían las necesidades de los hermanos dentro de la comunidad. Esas que, me atrevo a afirmar, pararían su celebración para socorrer al hermano enfermo, mostrando con sus actos el Amor de Cristo que llevó a exclamar a los que los observaban: "Mirad cómo se aman" (Tertuliano. "Apología contra los gentiles", 39)
No pretendo idealizar las primeras comunidades. Sólo tomar conciencia de que estamos llamados a algo muy grande, tremendo: a amar con el mismo Amor de Dios. A vivir como verdaderos hermanos de nuestros semejantes, bajo la mirada Misericordiosa de un mismo Padre. Y esto no es cuestión de heroicidades. Nos lo jugamos en las pequeñas cosas, en los pequeños detalles.
Tenemos un precioso año por delante. Preguntémonos: ¿amamos verdaderamente? ¿Sabemos amar? ¿Dónde está nuestro corazón? ¿Qué es lo que realmente nos importa? Cada día, cada segundo, tenemos la oportunidad de aprender a amar y recomenzar de nuevo centrando el corazón donde debe estar centrado.
Y así hacer de cada encuentro con el hermano una pequeña exquisitez de amor...
Canción: Cambiar el corazón
Autora: Maite Losada
https://www.youtube.com/watch?v=2-9HJ4z2f3E