05 febrero 2015

Carta abierta al Papá Francisco

Sí, sí, no me he equivocado: he puesto Papá, con tilde en la “a” y mayúsculas. Porque cuando te escucho o te veo siento que es realmente mi padre en la fe el que se dirige a mí y a mis hermanos.

Hace unos meses tuve la oportunidad de leer el libro “La vida oculta de Bergoglio”, escrito por el periodista argentino Armando Rubén Puente. Recoge a grandes pinceladas tu vida (la vida del padre Jorge, como te gustaba que te llamaran y creo que en el fondo te sigue gustando) desde tus antecedentes familiares hasta el momento en que embarcaste en el avión que te llevaría al cónclave donde fuiste elegido Papa.

Me encantó la lectura de este libro, porque se ve el paso de Dios por tu vida. Cómo fue poco a poco modelando tu corazón y tu carácter; cómo fue cogiendo el barro de tu ser para irlo modelando y convirtiendo en el pastor “con olor a oveja” que ahora eres. Y te doy gracias, Papá, por dejarte hacer. Por dejarte transformar en una oveja abandonada en los brazos del Señor. Gracias por tu docilidad a la acción del Espíritu. Gracias, porque tu “tufillo a oveja” llega hasta los confines de la tierra, como el Señor encargó a su Iglesia.

Creo que la Iglesia es una con muchos rostros y un solo corazón. Los rostros de los distintos carismas que da el Espíritu Santo; los rostros de los distintos caracteres personales y culturales; los rostros de las distintas experiencias y formaciones. Pero un único corazón que es corazón de Madre, semejante al de la Virgen. María: mujer sencilla, de pueblo, sin grandezas y sobre todo humilde. Por ello, para mí la Iglesia debe mostrarse sencilla y con sencillez mostrar el rostro amante, materno y misericordioso de Dios. Debe hacerse toda a todos (cfr. 1 Cor 9, 22), para que todos se acerquen al Señor y vivan la plenitud de vida a la que han sido llamados.

Creo que cada pastor de la Iglesia universal y de cada Iglesia local nos ayuda a contemplar un rostro distinto de la Iglesia con sus carismas, formación, cultura y experiencias de vida personales. Ni mejor ni peor, sólo distinto y siempre desde el Espíritu. Y todos complementarios. Y todos latiendo al compás del corazón de María. Cada uno de ellos nos enriquece y ayuda a abrir la mirada para comprender y caminar junto con aquellos hermanos que tienen distintos carismas, formación, cultura y experiencia de vida.

Este libro me ayudó a conocer un poco más tu corazón y a comprender lo que propone Cristo a la Iglesia en este momento concreto de nuestra historia. Pero sobre todo interpeló a mi vida, a mi modo de ser cristiana, a cómo me dejo hacer por Cristo. Y esa interpelación y experiencia de vida me plantea multitud de interrogantes.

Y me imagino cómo sería estar sentada a tu lado, contemplando el atardecer de nuestra querida, hermosa y caótica Roma, como una niña que pregunta con sencillez a su padre y se deja enseñar por éste. Observando a las ovejuelas de tu diócesis, de esa pequeña porción que es muestra de toda la Iglesia. Porque en cada pequeño gesto, palabra, visita, mirada que ellos -afortunados con tu cercanía- reciben, veo tu amor y solicitud por toda la Iglesia, también la más lejana, a la que estoy segura deseas alcanzar. Y por eso cuidas los detalles de amor, incluso para con quienes en la distancia nos sentimos reconocidos y amados por ti.

Porque la vida se construye con pequeños detalles y el libro sólo habla a grandes pinceladas…

…sentada a tu lado tendría tanto que preguntarte, querido Papá Francisco…


Y tú que lees este blog, ¿qué le preguntarías a nuestro Papá Francisco?





Canción: En tu nombre echaremos las redes.
Autor: Jonatan Narvaez.



4 comentarios:

  1. Hola Elena.

    Gracias por la motivación que haces a tus lectores con cada uno de los escritos en tu blog. Gracias por tus reflexiones “en voz alta”. Es la primera vez que escribo y lo hago porque me ha gustado la idea de imaginarme junto al “Papá Francisco” y poderle formular algunas preguntas. A él le diría:

    Querido Papa Francisco, lo primero que me surge es darle las gracias por sus palabras, por los gestos y por saber estar como discípulo de Cristo y pastor de la Iglesia. Gracias por su naturalidad y porque la gente que lo conocía de antes dice que usted sigue siendo el mismo, pero con un plus de gracia. Por edad, soy de la “era Juan Pablo II”, su predecesor, y desde que empecé a ser consciente de su desgaste físico empecé a orar por un Papa latinoamericano (no “del fin del mundo”, sino cercano al sentir del Maestro y el pueblo de Dios al Sur del Mundo), que como lo está haciendo usted, nos anime con ejemplos claros a buscar y amar cada vez más a Jesucristo Vivo, amar el Evangelio, la Buena Noticia de Dios, e incluso, amar cada vez más a la Iglesia. ¡Gracias santo Padre!

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  2. Ahora sí aprovecho y le planteo algunas preguntas:
    - Santo Padre, quiero ser santo. De joven leía vidas de santos y me entusiasmaba su constancia en el seguimiento y todo lo que vivían en nombre de Jesús, pero actualmente no siempre veo claro cómo se consigue caminar hacia esta meta en un mundo que ha perdido la ilusión por hacer suya la invitación de Jesús: “sed santos, como vuestro Padre Celestial es santo” (Mt 5, 48; 1 Pe 1, 16). Me da la sensación que para ser santo hay que tener primero vocación martirial, porque incluso los que deberían dar ejemplo vienen de vuelta y no siempre con alegría por el camino recorrido. ¿Cómo recuperar y no perder la ilusión por ser esa imagen de Dios que Él ha creado en mí –Gn 1, 26-? ¿Y si no tengo vocación de mártir?

    - “Papá Francisco”, quiero amar cada vez más a Cristo. ¿Cómo amar a Dios sobre todas las cosas cuando nuestros propios miedos se convierten en muros “infranqueables” que nos alejan de Él? ¿Cómo vencer la cobardía que ha crecido con nosotros por las experiencias del pasado? Cuando la oración es un diálogo en el que se hace difícil escuchar a Dios, ¿cómo seguirla alimentando? ¿Cómo se cuida la fe cuando se siente que se camina en soledad, y sin conseguir vencer el pecado, que se ríe por el modo como nos frena y nos confunde?

    - Santo Padre, háblenos de Dios y de sus preferidos. Hace unos días entré en la capilla de una clínica en Madrid y dentro estaba orando una religiosa muy joven. Del corazón me surgía pedirle que por favor me hablara de Dios, que me hablara de la fe, de lo que había hablado con Dios en su oración. Como me sucede en tantos momentos de mi vida, no me atreví. Veo que usted no se crece con los títulos, no se los cree para su beneficio, sino para el servicio de la misión encomendada. Se diría, por su sonrisa y su ternura, que quiere ser el niño que se fía de su Padre al estar en Su presencia. Por favor, desde esa vivencia en la presencia del Misterio, háblenos de Dios, háblenos de fe, pero sin cansarse de hablarnos de los pobres y de mostrarnos el camino que nos hace iguales los unos a los otros, porque ¿quién no es lo suficientemente rico como para no necesitarlo todo, incluido el regalo de la vida?

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  3. - “Papá Francisco”, háblele a los más jóvenes. Vivo con jóvenes provenientes de distintos lugares de España, que vienen a hacer estudios universitarios en Madrid. Son jóvenes estupendos, cargados de cualidades y posibilidades en todos los sentidos, pero indiferentes a la fe. Amantes del momento, pero sin llegar a vivir de verdad el “carpe diem”. ¿Cómo ayudarlos a salir de ese letargo en el que viven? ¿Cómo ayudarles a entender que los necesitamos? Por favor, anime a los jóvenes de todo el mundo para que venzan la indiferencia y el relativismo mediático. Que se animen a vibrar con toda la pasión de su corazón por los contenidos que dan sentido y fortalecen el camino recorrido en comunidad (con otros).


    Vaya, me doy cuenta que al final surgen preguntas. Y seguro que tengo más de las que expreso. Esto es la prueba de lo mucho que hace falta tener momentos como el que tú, Elene, nos invitas a imaginar y vivir espiritualmente, junto al Pastor.
    No me extiendo más, que si no sale un texto más largo que el tuyo (jejeje).

    Gracias por la invitación. Que el Señor siga bendiciendo tu camino como nómada del Espíritu, para que seas realmente llevada por Su gracia.

    Dios te bendiga.

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  4. Muchas gracias por compartir tus preguntas, padre Abel. Dtb+

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